Las dos caras de Alberto Fernández

Cuando veo la situación argentina desde Caracas veo cosas diferentes a cuando la veo desde Buenos Aires. El lector debe entender que escribiendo sobre Argentina desde Venezuela debe haber al menos cierta suspicacia, porque el kirchnerismo es más chavismo que peronismo; de hecho, no es peronismo, así sus orígenes hayan estado allí. Y tan diferentes son que resulta extraño verlos juntos en este acuerdo electoral.

Porque la oferta que está haciendo Alberto Fernández se parece más a la de Macri que a la de Cristina; y no digo que sea una oferta engañosa, porque seguramente Alberto y hasta Massa creen genuinamente en lo que ofrecen. Pero los que vemos desde aquí el panorama sabemos que no son compatibles, que para que Alberto cumpla, deben desaparecer Cristina, Máximo y La Cámpora; y eso no pasará, porque la verdadera dueña de los votos duros, 35%, es Cristina y la están votando para que haga lo que dice en su libro (que es su oferta de campaña) y no lo que dice Alberto en sus discursos (porque él no tiene un libro). De hecho, no tiene la fuerza de imponerles un patrón de comportamiento cuasi macrista. Si no conociera los orígenes tropicales del kirchnerismo, que arranca de un presidente que nunca se hubiera imaginado que habría un “ismo” detrás de su apellido, hasta que conoció a Chávez, y todo lo que significaron, y significan, el uno para el otro, posiblemente también me dejaría convencer.

Si fuera cierto que de ganar Alberto se pudieran aplicar sus propuestas, yo, personalmente, no me preocuparía por el futuro de la Argentina, pues sería una continuidad complementaria con el macrismo, porque su oferta gruesa, es hacer lo que no hizo Macri. Pero como mi lectura es diferente, y tal vez excesiva, temo que perdamos la república, que cambiemos la constitución y que pasemos a quejarnos de que no nos gusta, pero que tengamos que vivir como en los años 2011 a 2015, donde la democracia se sostuvo en forma precaria y permanentemente en riesgo de perderla. Pero ese error no lo volverán a cometer, y cuando se hagan del poder nuevamente, si lo logran, ya no volverán a soltarlo…al menos no con facilidad…más parecido al caso Venezuela.

Estamos frente a un populismo revolucionario que se esconde detrás de la piel de oveja de marketing liberal, de Fernández y Massa.

A 20 días de las elecciones, la probabilidad de que Fernández gane parece ser más alta que la de Macri, que si lograra retener el poder, gran parte de su “éxito” estaría no solo en el propósito de enmienda que manifestó, sino principalmente por no correr el riesgo del regreso del kirchnerismo/chavismo al poder en Argentina.

Porque un triunfo de Fernández nos abre la encrucijada de si va a poder enfrentarse al poder populista y revolucionario de Cristina, Máximo y La Cámpora. Es llamativo que el mea culpa de Cristina lo esté haciendo Alberto, mientras que ella, como todo mensaje de campaña, se ha dedicado a promover su libro, donde no solo no se arrepiente, sino que se siente orgullosa de sus gobiernos anteriores. De allí su estruendoso silencio en la campaña. Y no solo el de ella sino también el de Máximo y La Cámpora, que cada vez que hablan y actúan, pierden los votos que Alberto con tanto esfuerzo va consiguiendo. Llama también la atención el silencio de Maduro y la “coincidencia” de las largas permanencias de Cristina en La Habana, centro neurálgico de la inteligencia chavista, y de todos los alineados con el proceso de hegemonía de la izquierda del Foro de Sao Paulo, que son, entre otros, Lula, Dilma, Ortega, Correa y Cristina. El adjetivo de “estúpido” con que Maduro reaccionó ante una declaración de Fernández, en boca de Maduro, es como si hubiera pedido disculpas por decirle algo feo. Maduro cuando responde, responde. Y en este caso no lo hizo. Fue suave.

Curiosamente Cristina se queda detrás, y curiosamente está en la Habana, Maduro curiosamente se calla; y son demasiados curiosamente como para no despertar suspicacias. Y cuando uno se pregunta de dónde sale la plata y la gente para los piquetes, Maduro se calla y no habla.

El liberalismo de campaña no podrá ser llevado a la práctica, simplemente porque no cuentan ni con el poder, ni con los recursos para hacerlo.

La grieta que logró profundizar Cristina en su primera etapa no va a ser abandonada. Por el contrario, la hará crecer por ser la fuente de sus votos duros (35%) que no perderá para que no la abandonen a ella, pues el posible “aporte” de Fernández, de 10 puntos, aun es inestable, y serán los más difíciles de gobernar, porque son todos opositores a Cristina. Es más probable que en una disputa interna entre Alberto y Cristina, convenga disciplinar a esos 10 puntos, que tener que explicarle al otro 35, porque es que ella se volvió liberal.

Cerrar la grieta es un tema de clases medias, mientras que mantenerla abierta es un tema de polarización entre ricos y pobres, que está en el “manual del franquiciado” que heredó del chavismo.

Si llegaran a ganar, hay un razonamiento, que no por elemental tiene menos probabilidades de ocurrencia. El anti FMI es la bandera política del chavismo-kirchnerismo (que a estos efectos tienen más coincidencias que diferencias), por lo que es probable que luego de recibir el último tramo de desembolso se declare un default más político y mediático que económico. Y que para poder bajar y subsidiar las tarifas van a tener que nacionalizar a los proveedores de servicios. Y que para obtener financiamiento van a tener que acudir a los chinos, por no mencionar el restablecimiento del eje Caracas-Buenos Aires, que servirá para oxigenar a Maduro y alinearse en contra de EEUU.

Alguien me decía que la primera visita de Fernández candidato fue a la embajada de EEUU, y que el canciller sería Felipe Solá, y que los peronistas tipo Pichetto, todos liberales y flexibles, iban a constituir el gabinete, y que todo iba a ser maravilloso, hasta el punto de referirse varias veces al “albertismo” para referirse a alguien que alcanzó proyección nacional hace muy poco, cuando Cristina lo tocó con su varita mágica.

Luego del 11A, ocurrieron dos fenómenos concomitantes. Por un lado el kirchnerismo comenzó a “contar los pollos” y Alberto hasta se quería poner la banda; y por el otro, la clase media y los mercados, se asustaron con esa sola posibilidad. Y las reacciones fueron durísimas e instantáneas: hubo una estampida de capitales y pérdida de confianza en el peso, obligando al gobierno a poner un freno heroico de emergencia de control de cambio, que como toda medida de ese tipo, para que tenga efecto, debe ser sorpresiva y por tiempo limitado (digo esto para separarlo del concepto del cepo, que cuando lo pusieron fue para que se quede). Pero al mismo tiempo, el 24A hubo una movilización masiva y espontanea de la clase media apoyando al presidente y recordándole que las PASO no fueron una elección, sino un mensaje, y que si lo recibía y corregía, la sociedad que lo había votado en el 2015, estaría allí respaldándolo el 27O. En esa manifestación, no había símbolos partidistas, sino banderas argentinas, fue auto convocada por el boca en boca, no hubo autobuses, sino que cada quien se pagó su pasaje; además que se hizo un sábado para no perder días de trabajo. Sin mencionar la limpieza con que dejaron la Plaza de Mayo, y las vías por las que llegaron hasta allí. Desde el 17 de octubre, fecha memorable para el peronismo, que no se juntaba tanta gente en la Plaza de Mayo, sin ser convocada, ni transportada, y menos aun remunerada por su asistencia.

Las encuestadoras que hasta el 11A en la mañana daban empate técnico con ventaja para Fernández de 5 a 7 puntos se encontraron sin poder reaccionar ante lo que había ocurrido, en vez de explicar que en realidad ellos preguntaron por una elección y lo que ocurrió fue una consulta que no decidía nada, por lo que la actitud del votante es sustancialmente distinta. En vez de hacerlo, se declararon en emergencia, y decidieron cambiar sus metodologías, logrando con eso perder la posibilidad de anticipar los resultados del 27O, pues tienen que comenzar de nuevo a crear las series de tiempo, que suelen ser el referente de cualquier proyección; antes eran peras, y ahora son manzanas.

Están los que dicen que la diferencia a favor de Fernández será de 20 puntos o más, haciendo que la elección termine allí y justificando el “haber contado los pollos antes de tiempo”; y están los que creen en el empate técnico con ventaja de 5 a 7 puntos para Fernández, lo que llevaría a una segunda vuelta, lo cual ya es un juego distinto. Habría que juntar los porotos y repartir de nuevo.

Si el 27 ganara Macri, no creo que haya sorpresas y habría una continuidad con correcciones, mientras que si ganara Alberto, comenzaría un periodo de inestabilidad interna en una pulseada permanente entre el peronismo y el kirchnerismo, y ya no importaría si La Cámpora tiene más o menos diputados, porque como recordamos del periodo 2011-2015, se hacía lo que Cristina decidía. Y no compro el argumento de que el que tiene la lapicera es el que manda, sino, pregúntenle a Medvédev cuando le tocó ser presidente de Putin.

El autor es economista y consultor gerencial, presidente de la firma NTN-Consultores

Fuente: Infobae.com    Benjamin Tripier

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