Clemente Panzone: inolvidable, y desordenado, profesor

Hay dos clases de buenos profesores: los prolijos y los desordenados. De ambos se aprende, pero de manera diferente.

De los profesores prolijos uno aprende al instante, toma notas de clase, y ya está. Mientras que de los profesores desordenados uno aprende con el tiempo, cuando alguna vivencia le hace recordar lo que escuchó en sus clases, en las cuales era imposible tomar notas.

En mi formación universitaria, tengo muy buenos recuerdos de unos y otros. Francisco Valsecchi (Microeconomía), Felipe Tami (Macroeconomía) y Miguel Ángel Almada (Estadística) pertenecen a la primera categoría. Francisco García Olano (Ciclos económicos) y Albert Otto Hirschman (Desarrollo económico), a la segunda.

Clemente Panzone, quien también me enseñó desarrollo económico en la UCA, en 1963, es otro que pertenece a la segunda categoría. Lamentablemente, en la formación de los economistas, desarrollo económico fue fagocitado por crecimiento económico, que será más rigurosa desde el punto de vista formal, pero probablemente menos útil para entender y actuar en la práctica.

Panzone fue el primer profesor que, según recuerdo, al referirse a un economista no solamente explicó su obra sino también su persona y su circunstancia. Al citar a Arthur Lewis, además de explicar su teoría del desarrollo basado en la oferta ilimitada de mano de obra, dijo que era ¡negro y socialista!

Vaya, me dije, estamos hablando de un ser humano de carne y hueso. Ni el color de su piel, ni sus preferencias políticas —tengo dudas referidas a su “socialismo”—, le impidieron a Lewis, en 1979, compartir con Theodore Schultz el premio Nobel en Economía; aunque es claro que, según sus propias declaraciones, sufrió varios tipos de discriminaciones.

La otra característica que recuerdo de las clases de Panzone, como de las de Hirschman, consistía en cuestionar, sobre todo, las afirmaciones contundentes o dogmáticas. Lo cual, cuando uno es estudiante, sorprende… porque ¡cómo puede uno cuestionar a las vacas sagradas! A propósito: recuerdo haberle escuchado decir a Carlos Díaz Alejandro que las clases de Paul Samuelson en el MIT eran muy desordenadas. ¡Samuelson, lo más parecido a Dios, en materia económica, en el ámbito académico, durante la primera mitad de la década de 1960!

Una buena formación universitaria, como la que tuve la fortuna de recibir, surge de la complementación de los dos tipos de buenos profesores. Por eso, gracias a los Valsecchi, Tami y Almada, pero menos mal que también existen los Hirschman y el inolvidable Panzone.

Juan Carlos de Pablo

Fuente: La Nación

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