Alea jacta est?

Se vuelve sin bendición ni buenos deseos. Aunque es hombre de fe. Todavía cree. Alberto Fernández desestima los pronósticos adversos de los expertos. Tanto como los malos augurios de los comunes mortales. El plano inclinado en el que se desliza no parece ser señal suficiente para encomendarse a alguna fuerza superior. Quizá porque ya la ha padecido demasiado. Y a pesar de que Juan Manzur, creyente y religioso practicante (otra categoría), haya invocado la ayuda divina para darse esperanzas apenas ingresó en su gobierno. “Ojalá que Dios nos ayude y nos dé una manito porque esta vuelta nos hace falta”, dijo el jefe de Gabinete cuando pareció tomar conocimiento (y conciencia) de dónde se había metido.

La gira por Europa con amigos lo revitalizó. Aunque los aires de estudiantina, mezclados con escenas de turismo vip puedan generar confusión, no era un viaje de egresados. El ciclo no ha terminado. Y tanto recuperó el ánimo Fernández con el cambio de aires que no pareció lamentar mucho que el papa argentino no lo recibiera. Ni demostró haberlo considerado un aviso (otro) de mala fortuna. Como para preferir quedarse en el hotel y no jugarse ni una monedita a la suerte de la Fontana di Trevi. Alea jacta est?

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