Una inyección de optimismo para Juntos por el Cambio

Fue la última de las elecciones provinciales adelantadas antes de los comicios presidenciales del 22 de octubre. Por tal motivo, la votación de ayer en Mendoza está destinada a tener demasiadas interpretaciones. Aunque lo único indiscutiblemente cierto es que la dimensión del triunfo del radical Alfredo Cornejo superó las expectativas. Aun las del propio candidato mendocino. Solo por eso opera como una inyección de entusiasmo y optimismo para el universo partidario de Juntos por el Cambio en el plano nacional. No más que eso. Ni menos.

La victoria de Cambia Mendoza, aunque es del todo inextrapolable fuera de las fronteras locales, tiene el plus de cerrar el círculo de triunfos provinciales cambiemitas encadenados después de las PASO nacionales. Esas elecciones primarias que habían dejado severamente golpeado a Juntos por el Cambio.

Cornejo retuvo una provincia que ya estaba en manos de esta coalición y, por lo tanto, no tiene el mismo impacto que causaron las victorias logradas los dos domingos anteriores en Santa Fe y Chaco, que le arrebataron las gobernaciones al peronismo.

Sin embargo, no estaba dado por hecho y menos que fuera por más de 10 puntos de diferencia el triunfo del primer exgobernador de esa provincia que logra volver a ser elegido en 60 años, después del impasse al que obliga la constitución mendocina. No es el único hecho que potencia el resultado y le da sentido histórico.

La peor elección del peronismo en 40 años, al obtener menos del 15 por ciento de los sufragios, es otro dato más relevante que anecdótico, por más atenuantes que se le busquen y encuentren.

La retención de la mayoría de los votos que había obtenido el espacio cambiemita en las PASO era, a priori, un desafío exigente. Lo logró casi totalmente. Cambia Mendoza obtuvo ayer solo dos puntos menos que los habían sumado las dos listas del espacio en las primarias.

A ese reto original se le había agregado el rotundo triunfo obtenido en esa provincia en las PASO presidenciales hace un mes por el libertario Javier Milei, que le sacó 16 puntos de diferencia a las dos fórmulas de JxC.

Los casi siete puntos que consiguió sumar de una elección a otra el desafiante Omar De Marchi no son ajenos a ese fenómeno, aunque para él fueron insuficientes para imponerse.

El apoyo que le daban a De Marchi dos fuerzas locales enroladas con el libertario, como el muy tradicional Partido Demócrata, reforzaba los riesgos. Aún cuando el candidato desafiante de La Unión Mendocina no hacía explicita su adhesión a Milei, los gestos de afinidad sobraron en toda la campaña. Para peor, De Marchi era una astilla del macrismo fracturado en la provincia.

Por todo eso, no solo Cornejo y los radicales locales festejaron haberse quedado por tercera vez consecutiva con la gobernación de esta provincia. También lo revalorizan todos los cambiemitas.

Demasiado traumático había sido el proceso provincial desde que De Marchi, expresidente provincial de Pro y exarmador en el interior de la candidatura Horacio Rodríguez Larreta, rompió con Cambia Mendoza y decidió enfrentar al actual senador y aliado clave de Patricia Bullrich, tras rebelarse contra los líderes de su espacio y no aceptar competir en la interna.

Mendoza era el último escalón del trampolín del que esperaba o se ilusionaba con hacer rebotar sus chances electorales Bullrich, sin importar que las dinámicas de las elecciones provinciales anticipadas poco tengan que ver con la realidad nacional. Mucho más si se considera que el gran ganador de las PASO presidenciales es perdedor nato en todos esos comicios y en la mayoría no tenía ni siquiera franquicias, como ocurrió en las elecciones mendocinas. El de Milei sigue siendo, hasta ahora, el unipersonal más exitoso de la política argentina moderna. En un mes debe corroborarlo.

El kilómetro cero de Bullrich

Lo cierto es que Mendoza es icónica para Bullrich. Es su kilómetro cero. Y el apoyo que en la celebración del triunfo volvió a manifestarle ayer Cornejo no hace más que reforzar un vínculo potente y una apuesta a un futuro compartido que para la candidata cambiemita resulta vital en el mes que resta hasta las presidenciales,

En Mendoza puede encontrarse uno de los comienzos de la debacle de su rival Larreta, cuando no logró alinear a De Marchi y mostró las falencias que exhibía en la construcción de un liderazgo.

Y ahí tuvo Bullrich, durante la Fiesta de la Vendimia de este año, su gran bautismo como precandidata de un espacio interno mucho más amplio que el macrismo cerril. La foto que se sacó en marzo, rodeada de dirigentes radicales y del Pro no macrista anticipó lo que ocurriría el 12 de agosto pasado. Le sobran motivos para brindar en esa provincia.

Sin embargo, vale abrir una advertencia. La particularidad de que la elección a gobernador de esta provincia haya sido una disputa centrada en fuerzas de centro derecha y de derecha puede aumentar el riesgo de espejismos si se la extrapola en busca de tener algún anticipo de la primera vuelta presidencial y lleve a los más audaces a proyectar un probable ballottage entre Bullrich y Milei. Así como Juan Domingo Perón afirmaba que “peronistas somos todos”, los mendocinos suelen decir “conservadores somos todos”.

A Bullrich le quedan pocos recursos en su arsenal y por eso se ilusiona con que el resultado de Mendoza refuerce su percepción y la de su equipo de haber encontrado un piso.

La candidata cambiemita busca un punto firme donde pararse después de las PASO y, muy especialmente, después de las dos semanas subsiguientes. En ese lapso se la vio indisimulablemente golpeada y confundida, sin encontrar un foco y una narrativa para su campaña. En el nuevo escenario ya no era, como ella y sus gurúes había imaginado y promocionado, la challenger de un oficialismo decadente. Despojada de esa condición fue calificada y quedó ubicada como la “segunda marca” de la oferta de centro derecha liberal.

A recuperar la franja central

Para JxC, Mendoza, a pesar de todas sus peculiaridades, tiene además la condición de ser parte relevante del eje central del país, aquel que en 2019 dejó el mapa político pintado como la camiseta de Boca, con una franja amarilla en medio de un mar azul kirchnerista.

Pero ese cuadro ya no existe o, mejor dicho, cambió en las PASO presidenciales por una camiseta alternativa mayoritariamente violeta. Ahí es donde ahora se propone buscar votantes el comando de campaña de la candidata de JxC.

“Hay un voto que se nos escapó hacia Milei en la banda central del país y lo estamos yendo a buscar ahí. Es crucial para sumar los 31 o 32 puntos que nos lleven al ballottage”, explica uno de los estrategas del bullrichismo.

El acento puesto en ofrecerse en la narrativa de campaña como la mejor herramienta para “terminar con el kirchnerismo” está vinculado con la sociología electoral de ese centro geográfico. Ahí impera desde hace años un rechazo muy poderoso y duradero a todo lo que significa, representa y ejecutó la fuerza creada por Néstor Kirchner, llevada al paroxismo emocional, narrativo y administrativo por su viuda.

Sin embargo, vista la performance de Milei en esa zona, el antikirchnerismo como oferta casi excluyente en la campaña hacia la elección del 22 de octubre podría resultar ahora una herramienta de dudosa eficacia para JxC. Les convendría revisar la fecha de vencimiento de ese producto.

Una buena parte del electorado considera que el fin de ciclo del kirchnerismo es ya un dato de la realidad y muchos de los que todavía le ven signos vitales y temen una resurrección dudan de la capacidad de los cambiemitas de terminar con esa fuerza, a pesar de la determinación que muestra Bullrich.

El fracaso económico de la gestión de Mauricio Macri es visto por muchos como el factor decisivo que le prolongó artificialmente la vida a los kirchneristas hasta hoy.

“Se ofrecen como la vacuna capaz de inmunizar contra un virus que, para muchos, ya perdió poder letal, mientras otros creen en un antídoto de nueva generación que se promociona como mucho más eficaz”, cuestiona un ácido consultor la estrategia de campaña desarrollada por la candidata cambiemita,

Para peor, Sergio Massa, el candidato al que debieron resignarse y apoyar Cristina Kirchner y todos sus seguidores, no es comprado por muchos como un seguro de vida para ellos.

Finalmente y no menos importante, Milei asoma para algo más de un tercio del electorado como un ejecutor más apto para talar con su motosierra el bosque kirchnerista y, de paso, el árbol de los cambiemitas que no pudieron o no supieron derrotarlo definitivamente cuando tuvieron la oportunidad. La casta paga doble.

Que el experimento Milei pueda terminar por volver a prolongar la vida de lo que quede del kirchnerismo más temprano que tarde es por ahora solo una hipótesis. A veces, los consumidores prefieren comprar bueno por conocer antes que malo conocido. Aunque se trate solo de una estrategia de marketing que la realidad puede desmentir en su primer uso. Es el resultado de consumir tantos productos fallados.

El oxígeno que dota a JxC el triunfo de Cornejo es, por lo tanto, de durabilidad relativa si se pretende usarlo para sumergirse en aguas más abiertas que las de Mendoza. No solo por lo ya dicho.

La performance del peronismo mendocino es otra expresión del proceso de crisis extendida que atraviesa a esa fuerza en todo el país luego de dos décadas de sumisión al kirchnerismo. Que en esa provincia siga siendo la principal referente la senadora camporista y ultracristinista Anabel Fernández Sagasti, invicta en derrotas, exhibe como en pocos territorios la decandencia. En ocho años el peronismo mendocino perdió 24 puntos.

El proceso se aceleró en los últimos cuatro años. De 2019 a 2021, al frente peronista mendocino se le fugaron 10 puntos y ayer se le escaparon otros 11 respecto de hace dos años.

Sin embargo, lo más significativo es que esa fuga se haya dado ahora hacia la candidatura de De Marchi, que más allá de su anterior pertenencia al Pro, es un representante fiel en esa provincia de los valores y del ideario conservador y de la derecha liberal en lo económico. La parábola que une al peronismo con el mileísimo tiene puntos resaltados en Mendoza, además de en varios otros lugares del país.

Por esa razón, Sergio Massa no lamenta particularmente ni se siente afectado por el resultado de Mendoza. Aunque no lo diga, en buena medida lo celebra.

La dominación que ejerce el kichnerismo sobre el peronismo mendocino debilita no solo a la dirigencia de esa provincia sino que refuerza la imagen del ocaso cristinista. De esa fuerza ahora depende y es la que mañana si por esas singularidades argentina él llegara a la Presidencia pretende controlarlo.

El apoyo que anteayer le dio Cristina Kirchner en su reaparición pública fue casi tan leve como las críticas que le prodigó a Milei.MILEI, CRISTINA Y EL PERONISMO: LAS FUERZAS DEL CIELO CHAPOTEAN EN EL BARRO

Por otra parte, que De Marchi haya hecho una buena elección, pero que no pudiera ofrendarle su victoria a Milei es también para el candidato-ministro-Presidente una buena noticia. Massa busca que los libertarios estén en la segunda vuelta. No que dejen a todos, especialmente a él, fuera de carrera dentro mes.

En eso, por una vez, coincide el oficialismo con los cambiemitas. Todo indica que el segundo lugar se definirá en los márgenes. Todo suma y todo puede restar.

Claudio Jacquelin

Fuente: La Nación

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