Una grieta llamada Santiago Maldonado

La grieta abrió su capítulo más inesperado a partir de la extraña desaparición del artesano Santiago Maldonado durante una protesta mapuche en Chubut, a principios de este mes. El escenario principal de la nueva controversia pública está, una vez más, en las redes sociales y los medios de comunicación.

Abundan las declaraciones contrastantes y hasta insólitas. «Son diferentes personas. Maldonado era un militante y Julio López era un guardiacárcel», argumentó la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, como una manera de justificar por qué ahora hay un escándalo..

No hubo escándalo en 2006, ante la desaparición de aquel testigo aciago de los juicios de lesa humanidad, durante el gobierno de Néstor Kirchner.

«Es angustiante para nosotros que nos digan que somos como Videla», expresó angustiada y entre sollozos la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, en el programa de Mirtha Legrand el sábado a la noche, a esta altura bastante desbordada por el bullying virtual y por el deficiente manejo oficial del caso.

«Que lo diga un chiquilín joven, que necesita horizontes heroicos y no vivió una dictadura, puedo entenderlo. Pero que lo digan personas de la edad nuestra, como Pérez Esquivel, Estela de Carlotto o las Madres, que vivimos una dictadura, es una barbaridad, es mala intención o exceso de edad», dijo Graciela Fernández Meijide a Luis Novaresio, ayer, por Radio La Red.

Un nuevo tema se ha instalado para dividir a los argentinos: ¿Maldonado es víctima de una «desaparición forzada» o el hecho puede tener otras derivaciones aún no dilucidadas ni suficientemente investigadas?

María Soledad Morales, Omar Carrasco, José Luis Cabezas, Kosteki y Santillán, Julio López, Mariano Ferreyra y Alberto Nisman son tan sólo algunos de los nombres emblemáticos que cada tanto encienden aisladas llamaradas de tragedia en la recuperada democracia argentina y que, con los debidos matices de cada caso, sublevan a la opinión pública. No es para menos: suenan a réplicas lejanas de tenebrosas noches que la Argentina pretendió dejar atrás en 1983.

Se trata de un mecanismo saludable, suerte de antídoto que nos inyectamos, como prueba de que no estamos dispuestos a tolerar ni una más de las matanzas políticas que se dieron en la década del 70 a manos de sanguinarios grupos terroristas y, peor todavía, de parte de una maquinaria estatal criminal.

Por eso es indispensable que Santiago Maldonado reaparezca lo más pronto posible sano y salvo. A nadie debe importarle ni su ideología ni cuál fue su comportamiento durante la protesta mapuche del 1° de agosto. Ni si es más hippie que activista, o más mochilero que persona de armas tomar. Nada de eso es más importante que su propia vida y está muy bien que la sociedad clame por ella de viva voz.

Pero, cuidado, hay que saber distinguir la protesta afligida y sincera que busca presionar socialmente para que se instrumenten investigaciones eficaces, rápidas, justas y claras del persistente manijeo en las redes sociales con el objetivo principal de horadar, una vez más, la imagen del Gobierno.

Resulta sintomático que la mayor ofensiva en este sentido se haya producido a posteriori del triunfo nacional oficialista en las PASO, elección que tuvo lugar doce días después de la desaparición del joven oriundo de 25 de Mayo. Y más sugerente aún es que el fogoneo virtual se encuentre mayoritariamente en manos de internautas afines al kirchnerismo.

Ya que la protesta cegetista no logró cambiar el clima triunfalista del Gobierno -al contrario, posibilitó al presidente Mauricio Macri ejercer un gesto de autoridad al desplazar a dos funcionarios amigos de los sindicalistas-, algunos pensaron que era preciso encontrar rápido otra mecha inflamable. La causa de Maldonado, desaparecido en o tras un operativo de la Gendarmería en circunstancias por demás confusas, se prestaba para recibir adhesiones de todo tipo. Primero fue un simple «¿Dónde está Santiago Maldonado?», que pronto millares hicieron suyo. Luego, la misma pregunta dirigida a la ministra Bullrich.

Y, por fin, la fórmula que estalló como trending topic en las redes: «Soy tal (nombre de la persona), estoy en (lugar desde donde se tuitea) y me pregunto dónde está Santiago Maldonado» se convirtió en repetida sensación, adoptado tanto por anónimos como políticos y figuras del espectáculo. Cierta euforia indisimulable comenzó a ganar a connotados cuadros kirchneristas temerosos de que en octubre se acentúe el triunfo oficial. «Esta semana -tuiteó el periodista Sergio Ranieri- el tema Maldonado ocupará el centro de la agenda con la marcha del viernes [a la Plaza de Mayo]. El cisne negro de la gestión de Macri.»

Lo que parecía una lógica interpelación pública por el pronto esclarecimiento del tema mostró luego una cara oculta e interesada en la persistencia y en ciertos giros burdos de algunos mensajes.

El autor de esta nota subió a su cuenta de Twitter, el fin de semana que pasó, una encuesta con la siguiente consulta: «¿Cuál es tu convicción sobre el caso Maldonado? Todos queremos que aparezca vivo. ¿La búsqueda es ineficaz o hay un aprovechamiento del episodio?». Y se daban tres opciones para votar: 1) el Gobierno no lo busca bien; 2) lo usan para atacar al Gobierno; 3) ambas cosas.

El interés por el sondeo fue grande: en apenas 24 horas, cosechó 8572 respuestas. La primera opción se llevó el 7% de los votos; la segunda, el 69%, y la tercera, 24%.

En efecto, con el correr de las horas, la grieta se ensanchó con el fenómeno Maldonado; de un lado, los que clamaban por su aparición y acusaban al Gobierno de proceder igual que la dictadura militar; del otro, los que contrastaban su caso con el primer desaparecido de la democracia, Julio López. «El que opina sin haber reclamado por mi viejo -dijo ayer por Radio Ciudad su hijo Rubén- no tiene autoridad moral para hacerlo.»

En partidos de fútbol del fin de semana abundaron las banderas por Santiago. Y no tardaron en sumarse famosos del porte de Diego Maradona y de Ismael Serrano con tuits que dan la vuelta al mundo. Hasta el arquero de la selección Nahuel Guzmán llegó ayer al país vistiendo una camiseta negra con letras blancas que preguntaban, una vez más, «¿Dónde está Santiago?».

La ventaja de las operaciones kirchneristas es que son fáciles de detectar por su trazo grueso y su persistencia. Se notan mucho.

Semanas atrás intentaron hacer creer que en un cartel luminoso en el céntrico Piccadilly Circus, de Londres, resplandecía la ya célebre letanía sobre Santiago. Era falso.

Los memes son un test infalible para detectar cuándo una cruzada válida se distorsiona en caricatura que desvirtúa, banaliza y quita seriedad a una buena causa inicial.

«Soy Francis. Estoy en Washington DC. ¿Dónde está Santiago Maldonado?», tuiteó Frank Underwood, el presidente de ficción de House of Cards. «Estoy caminando por la ciudad de Buenos Aires y me pregunto ¿dónde estará Santiago Maldonado?», tipeó la actriz Juana Viale desde la red del pajarito.

El argentino va de la tragedia al humor cínico o negro sin escalas. «Juanita Viale pregunta dónde está Maldonado. Lo que es no haber salido de José Ignacio», tuiteó OSammartino.

Los que no percibieron nada raro en torno de la muerte del fiscal Alberto Nisman y se cansaron de difamarlo ahora preguntan con vehemencia dónde está Santiago Maldonado. Paradojas de la vida. Claro que hay muchos más que lo hacen de buena fe.

Pero ¿dónde está la verdad? ¿Dónde está Santiago Maldonado?

Fuente: La Nación     Pablo  Sirvén

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