Si hay una razón que explica el nerviosismo de los agentes económicos alrededor del globo por el ascenso de Donald Trump, es que su llegada a la Casa Blanca en enero próximo expandió un factor de incertidumbre que nadie tenía en el mapa. Si los análisis del mundo corporativo eran favorables a un triunfo de Hillary Clinton, era también porque ese paso representaba el mantenimiento del statu quo en numerosas políticas de alcance internacional.
Desde hace 48 horas, todos los socios políticos y comerciales de Estados Unidos entraron en trance. Para poder proyectar un horizonte de estabilidad, necesitan tener una fe ciega en el sistema de contrapesos institucionales. No creen que Trump plasme cada idea alocada que lanzó en su campaña, aunque saben que algunas deberá tratar de instrumentar. La pregunta que se hace cada actor involucrado es a quién le tocará la bolilla de esa ruleta. Como reseña una nota del diario Financial Times en esta edición, hay varios límites legislativos que se interponen a sus promesas. El propio Partido Republicano empezó a pensar una fórmula para que el muro sobre la frontera con México sea de vigilancia y no de cemento. Desde ese país, también manifestaron su oposición a que se desarme el Nafta, a menos que se renegocie con cláusulas que sean ventajosas para todos.
Cada registro de lo que quiera hacer Trump que aparezca en las próximas semanas será escudriñado en los cinco continentes. EE.UU. alumbró un nuevo cisne negro. Y todos quieren saber hacia dónde caminará.
Fuente: El Cronista.com Hernán De Goñi
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