Sana envidia

Uno se acostumbra a la carencia. Termina naturalizándola. Salvo que el vecino te la haga evidente. Algo así nos pasó el año pasado cuando en el Senado uruguayo dos acérrimos adversarios de esa democracia, los expresidentes Julio María Sanguinetti y José “Pepe” Mujica fueron homenajeados al renunciar conjuntamente a sus bancas y terminaron abrazados.

Similares cordialidades sucedieron tras ganar las elecciones en Chile, tanto en 2013, Michelle Bachelet, como en 2017, Sebastián Piñera. Ambos repitieron el rito de desayunar juntos al día siguiente, aun cuando estuviesen en las antípodas ideológicas.

Aquí ni siquiera logramos que una mandataria entregase los atributos del mando a su sucesor y cuando este sí lo hizo al que lo seguía, aquella apenas accedió a un frío y fugaz apretón de manos mirando para otro lado con cara larga, gesto del que luego se ufanaría entre sus acólitos.

Ahora bastó que el embajador argentino en Chile, Rafael Bielsa, sacudiera al candidato de la derecha que pasó a la segunda vuelta para que la clase dirigente trasandina cerrase filas a su alrededor, desde el presidente Piñera a, nada menos que el candidato de izquierda, con quien competirá en apenas un mes.

Envidia es poco.Pablo Sirvén

Fuente: La Nación

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