Para qué sirve este gobierno

Con más pasado que futuro, el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner todavía no imagina el lugar que tendrá en la Historia. Sería un dato de poca importancia si el peso de la realidad, agravado por esta administración, no sofocara ahora mismo y por distintos motivos a los argentinos. Más allá de sus dirigentes, el dilema de la huella de esta gestión es un dato que sí puede ser anticipado por sus víctimas.

La primera decisión, en diciembre de 2019, fue decir que Mauricio Macri había dejado “tierra arrasada”. De esa expresión se desprendió el “ah, pero Macri” que todavía sirve de excusa. Descargar la responsabilidad en el gobierno anterior fue el primer y último mensaje en común de las distintas fracciones del peronismo reunificado. Luego todo fue división interna e incongruencias, y aquel discurso unificado quedó como un reflejo condicionado.

«Alberto y Cristina pulverizaron la creencia de que el peronismo era un transformador de la realidad»

Primer dato: en la interna eterna que paraliza al Gobierno está el pecado original de Cristina de poner a un dirigente sin relevancia en la presidencia y creer que ella podría manejarlo desde el Senado. Ambos terminaron frustrados en sus ambiciones y el país, derrotado por el resultado del experimento. Ella le reclama no haber hecho nada por salvarla de las condenas judiciales; él le imputa no dejarlo gobernar.

En el camino de salida del cuarto gobierno del peronismo kirchnerista conviven, acentuados, el drama económico y el de la inseguridad que Alberto y Cristina agravaron juntos, más allá de los esfuerzos para diferenciarse y de los intentos de transferencia de responsabilidades entre ellos. El signo del fracaso se fija por la inacción ante los conflictos y pesa sobre los ciudadanos por la acumulación de años en descenso que puede resumirse en un sentimiento generalizado: la Argentina y sus habitantes están cada vez peor.

Entre la moderación autopercibida del Presidente y el uso de recetas perimidas de su vice, el manejo de la economía derivó por acción u omisión en un resultado: dejar las cosas como están, no hacer ninguna reforma profunda, no atacar las causas de la decadencia.

Segundo dato: Alberto y Cristina pulverizaron la creencia de que el peronismo era un transformador de la realidad. Las cosas están peor porque el Gobierno nunca atacó los problemas y cuando insinuó hacerlo operó con la profundidad de un maquillador.

«El peronismo sufre un bloqueo más propio de un análisis psicológico que político»

Si otros gobiernos fracasaron en resolver la inflación –un flagelo que la mayoría de los países ha encauzado hace décadas– esta administración será recordada por negar sus causas y perseguir en vano sus efectos con medidas ridículas e ineficaces. Los controles de precios o los cupos a las exportaciones de alimentos, por ejemplo.

Sergio Massa, el último ocupante del Ministerio de Economía, opera como un controlador de daños y en tal condición fue avalado por las grandes empresas y los Estados Unidos. Nadie espera de él que resuelva problemas de base, sino que haga las maniobras necesarias para postergar pagos de deuda y capturar dólares. Nada de esto logra disimular que el Banco Central tiene sus cajas más vacías que nunca.

Mientras proyecta otra edición del “dólar soja” en medio de la peor cosecha por la sequía en décadas, el ministro fue a Mendoza la semana pasada a anunciar un “dólar vino”, como si la comercialización de ese producto tuviese los mismos tiempos de producción. Una buena parte de la soja se puede liquidar a lo largo de un par de meses, en cambio el vino se vende a lo largo de todo el año.

Tercer dato: el peronismo sufre un bloqueo más propio de un análisis psicológico que político. Alberto no hace lo que pide Cristina porque se descuenta que no funcionaría y provocaría una reacción más adversa, ni se inclina por fórmulas más ortodoxas como hizo Carlos Menem en los años 90 bajo el pabellón partidario. El peronismo no sabe qué hacer y no hace nada ante una inflación que llega al 100% y una pobreza real (descontados los planes sociales) que ronda el 50% de la población.

«El peronismo está terminando su mandato sin poder explicar para qué sirvió ponerlo en el poder»

No es la única parálisis por negación del oficialismo. La estremecedora muestra de terror que vemos en Rosario es apenas un ejemplo del consistente avance del narcotráfico en el país. Creer que el problema habita solo en las barriadas marginadas de la ciudad santafesina es un engaño tan grande como inaceptables son las extravagancias verbales del ministro de Seguridad, Aníbal Fernández.

Nada es serio, ni admitir la derrota frente al narcotráfico, la reticencia a dar ayuda, ni el operativo anunciado a mediados de esta semana que incluye como un falso señuelo la información de que las Fuerzas Armadas participarán de tareas de urbanización de las villas. Si la idea fue correr para el lado que dispara la oposición, la respuesta expone la improvisación y el uso de chicanas politiqueras en medio de una tragedia.

No es solo Rosario, se sabe. Pero los remedios urgentes que se proponen para esa ciudad muestran las consecuencias del tiempo que se dejó pasar y auguran peores resultados. Las crisis que pueden seguirse por el número de muertos señalan la responsabilidad de los gobiernos.

Cuarto dato: en Rosario, el peronismo está decidido a mantenerse lejos del problema. Esto le quita autoridad al peronismo cuando insiste en que representa el interés de las mayorías.

El resultado de la gestión determina el futuro. Es tan módico el balance de la administración económica y tan inexistentes las acciones contra el narcotráfico y la inseguridad, como raquítica la situación política del oficialismo.

Massa es, sin embargo, uno de los pocos aspirantes presidenciales que puede ofrecer el peronismo. Cristina dice que no quiere; su sector insinúa a Wado de Pedro, pero el dirigente de la Cámpora no es conocido ni reconocido, y Alberto Fernández postula su reelección sin otro avalista que él mismo.

Último dato: el peronismo está terminando su mandato sin poder explicar para qué sirvió ponerlo en el poder. Aunque nada es para siempre y el retorno sea uno de sus mejores mitos, agoniza la razón de su existencia.

Sergio Suppo

Fuente: La Nación

Sea el primero en comentar en "Para qué sirve este gobierno"

Deje un comentario

Su email no será publicado


*