Ordenarse y crecer o sucumbir, el desafío de JXC

Decisivos dirigentes de Juntos por el Cambio se las arreglaron, una vez más, para que la opinión pública desviara la atención del ministro Martín “Sarasa” Guzmán y su cuento de la buena pipa sobre el acuerdo eternamente pendiente con el FMI y advirtiera, ofuscada, nuevos pasos en falso de importantes miembros de la principal coalición opositora.

El primero fue el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, al afirmar: “Esta deuda la contrajimos nosotros”, lo que puso al Gobierno en estado de éxtasis, en tanto chisporroteaban innumerables cortocircuitos en el seno de JxC (cierto es que las declaraciones fueron más amplias y el recorte busca forzar su intencionalidad).

La segunda fue la exgobernadora bonaerense y flamante diputada porteña, María Eugenia Vidal, que tras diez días de silencio –explicó por LN+ que estaba en la costa y que tuvo anginas–, se refirió al escandaloso video en el que en torno de una mesa varias personas imaginan cómo detener al Pata Medina y uno de sus ministros se apena por no contar con un organismo persecutorio y letal como la Gestapo, del régimen nazi. El detalle no menor es que esa reunión fue en la misma sede del Banco Provincia que oficiaba de búnker de Vidal y que incluyó entre los asistentes a personal de inteligencia. Tras llegar tarde a +Info a la noche, hizo hincapié ante Pablo Fernández Blanco y Laura Di Marco en la innegable operación de la actual AFI al exhumar dicho material, pero fue menos explícita en explicar el hecho en sí.

Curioso fenómeno el de la alianza que está en el llano: se mantuvo compacta y serena durante los dos primeros años que bajó del poder, y así alejó el peligro de la diáspora. Pero desde que los resultados le fueron tan favorables en las últimas elecciones, JxC no para de cometer errores y de irritar a su propio electorado.

A la división de los radicales en Diputados, el papelón en el tratamiento de Bienes Personales y el impúdico aval para un nuevo mandato de los intendentes bonaerenses ya reelegidos por parte de algunos de sus representantes, se agregaron las declaraciones del nuevo presidente de la Unión Cívica Radical, que cayeron como balde de agua fría.

Los más maliciosos empiezan a suponer que tanto Morales como su amigo y, de a ratos, socio electoral Sergio Massa especulan con la implosión (o el ocaso, para decirlo de manera menos dramática) de las respectivas coaliciones que los cobijan y que entonces ellos asomarán juntos en 2023 conformando el binomio presidencial que nos salve a los argentinos de todos los males que padecemos. En JxC ni se mosquean: aseguran que Morales solo podría sumar voluntades en el norte del país y que eso no alcanza ni para empezar a hablar. En cuanto a Massa, antes de cruzar ese Rubicón todavía tiene la chance de solicitar jugar en las próximas PASO presidenciales del Frente de Todos, el año próximo. La entente con Morales (u otro) sería una posible vía de escape si al presidente de la Cámara de Diputados se le denegara la opción bajo el paraguas de “todos unidos triunfaremos”. Es muy temprano aún para decisiones tan drásticas. Mientras tanto cada uno representa papeles bien diferenciados: a Morales, insolentarse con sus socios le garantiza vidriera periodística sin mayores costos; a Massa, la cautela en sus movimientos lo preserva de desgastarse prematuramente para llegar entero y competitivo a 2023.

La blandura no garpa y el batacazo que se suponía que aseguraba Vidal con su regreso al territorio porteño no fue tal, y el porcentaje conseguido no resultó aún más lánguido gracias a la presencia de Ricardo López Murphy, que evitó una mayor fuga de votos hacia Javier Milei.

Por ese y otros motivos, la hasta hace no mucho compacta armonía entre Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal empieza a resquebrajarse. El desembarco de Jorge Macri en el gobierno capitalino con un papel tan protagónico no es una buena señal para ella. No se llevan bien desde sus tiempos de gobernadora y fue el que más la combatió cuando Vidal se encaprichó en pasarse a CABA y no competir en la provincia. Ella se vengó a su manera al convocar como asesor a Marcos Peña para fastidiar a Larreta y volvió a desempolvar su proyecto presidencial.

En JxC nadie visualiza cisma alguno por episodios como los de Morales y Vidal, pero sí preocupa la horizontalidad en el mando que produce desconcierto, contradicciones y hasta derrotas autoinfligidas en el lugar que más se nota y con mayores consecuencias para el país: el Congreso. Saben que la paciencia de su electorado tiene un límite y que de seguir pegándose tiros en los pies tontamente redirigirá su voto desencantado hacia posturas más extremas. Llegar a marzo con una mesa más ejecutiva, que coordine mejor una línea unificada de mando, será la prioridad cambiemita de este verano.

Pablo Sirvén

Fuente: La Nación

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