Los negacionistas abundan y se retroalimentan. No bastan hechos ni evidencias científicas. “Los fanáticos no creen lo que ven sino que ven lo que creen”, dice Emannuel Carrère. Los conspiranoicos siempre vuelven. Más que los pueblos, como sostiene la categoría cristinista de la Historia. Suficiente. Para todo.
El calentamiento global es un hecho. Indiscutible. Pero algunos no se rindan ante las evidencias. Tan innegable como el aporte de la acción humana. No solo escasean o sobreabundan las lluvias. También rebosan los locos sin carné y los cuerdos con poder para complicar más las cosas. No solo en cuestiones meteorológicas y ambientales.
Vladimir Putin decretó el fin de la posguerra fría. Y el mundo se puso mucho más caliente. Como si no faltaran desastres. El nuevo zar avanza. Y Occidente tiembla. Mientras por acá algunos autonominados progresistas celebran. Menos antiimperialistas que antinorteamericanos. Menos soberanistas que ilusos, se ilusionan con una nueva oportunidad histórica. Para romper viejas dependencias y ganar favores. Sin costos ni sometimientos nuevos. Los negacionistas abundan y se retroalimentan. Mientras el planeta se recalienta demasiado peligrosamente.
Fuente: La Nación
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