Macri busca un oasis que le permita calmar la sed de sus votantes escépticos

Una vez más, el equipo que acompaña a Mauricio Macri tendrá que encontrar en el corto plazo algunos registros de mejoras en la economía que le devuelvan la fe a sus fieles. Si hay un dato clave en esta pérdida de imagen que registra el Gobierno desde que se disparó el dólar y la inflación, es que el impacto negativo es más alto en el segmento de personas de ingresos medios y altos, o sea aquellos que estuvieron inicialmente más cerca de la gestión de Cambiemos. El consuelo para el Presidente, es que la confianza que mide la Universidad Di Tella crece entre las personas de ingresos más bajos, aquellos con los que le gusta tomar contacto cuando acompaña a María Eugenia Vidal en sus recorridas bonaerenses.

 

Como ha dicho el filósofo del peronismo Julio Bárbaro, la grieta dejó de ser inamovible. Las categorías de kirchnerista y antikirchneristas ahora están atravesadas por un nuevo grupo, el de los escépticos. En esa categoría entran aquellos que apostaron al cambio, pero ahora están un tanto desencantados con sus resultados. Son los que entienden y racionalizan el discurso oficial, pero que sin embargo no dejan de quejarse por las subas de las tarifas. La reducción del déficit fiscal no conmueve a nadie, porque la Argentina se encargó durante años de transformar ese agujero en invisible. Para ellos el gradualismo es pagar al contado y recibir el producto en cuotas. Sin ver beneficio, lo que crece es la duda.

Una vez más, el Gobierno contribuyó a este cambio en el estado de ánimo. Envalentonado por el resultado electoral, avanzó a fondo con reformas estructurales que erosionaron su capital. Y después largó otra tanda de recomposición de tarifas, justo después de cambiar la meta de inflación y antes de que se empezaran a discutir las paritarias. Si el calvario del primer trimestre se extiende, es porque el Ejecutivo le echó más arena al desierto. Macri y sus ministros tendrán que agregarle remos al barco. En la Argentina de las pasiones, el Mundial puede volverse un oasis.

Fuente: El Cronista.com    Hernán De Goñi

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