La realidad cristiniza a Massa y su campaña

Las noticias, la presión interna y los temas que dominan la agenda pública terminaron cristinizando la campaña de Sergio Massa. También, al propio postulante. La realidad se impone. El durísimo fallo contra la Argentina por la estatización de YPF durante la presidencia de Cristina Kirchner no pudo llegar en un momento menos propicio y desde un peor lugar para el ministro-candidato.

La condena de la jueza de Estados Unidos Loretta Preska repone la sombra cristinista tanto como resalta las limitaciones con las que opera el candidato. Justo cuando solo faltan cuatro días para que se publique el estruendoso índice de inflación de agosto, que superará al 10 por ciento. Un desastre preexistente agravado la devaluación sin plan, adoptada después de las PASO).

La oposición, desde Juntos por el Cambio hasta los libertarios de Javier Milei, no desaprovecharon el festín al que fueron inesperadamente invitados ayer por Preska y al que volverán a sumarse el miércoles próximo cuando el Indec difunda el aumento de precios.

La realidad le impone cada vez más complicados dilemas a Massa. Su relación íntima con el establishment de los Estados Unidos y la dependencia que tiene su postulación de lo que haga o deje de hacer el kirchnerismo duro solo refuerzan una encrucijada que se ha agravado desde las primarias.

El fallo de Preska establece algo más que una deuda inafrontable para la Argentina en un contexto financiero de extrema debilidad. Sacude, además, el frente interno del oficialismo, cuyos halcones kirchneristas siempre encuentran un buen motivo para sobreactuar antinorteamericanismo en busca de justificar sus desaguisados.

Demasiado previsiblemente, Axel Kicillof vinculó el fallo, que lo pone en el lugar de gran culpable junto a Cristna Kirchner y Carlos Zanini, con el proceso electoral.

Las teorías conspirativas son uno de los pocos instrumentos que quedan e la caja de herramientas oficialistas. Ahora no es Braden o Perón, como en 1945. Es Preska o Unión por la Patria. Pero no es una retórica que encaje con la historia y las amistades de Massa. Su silencio tras la condena por la estatización de YPF expone las complicaciones que lo habitan. Su situación no admite más agraviados. Internos o externos.

Sergio Massa y Cristina Kirchner, en julio, en la última foto juntos antes de las PASO; la vicepresidente no volvió a aparecer en la campaña
Sergio Massa y Cristina Kirchner, en julio, en la última foto juntos antes de las PASO; la vicepresidente no volvió a aparecer en la campañaPrensa UP

La incomodidad de Massa se profundiza porque hace solo dos meses elogió a Cristina Kirchner por la privatización de YPF, que cada vez le sale más caro al país. Fue el 9 de julio pasado. Las refundaciones revestidas de independentismo tienen un costo demasiado alto.

La decisión de la Justicia de EE.UU. reinstala, además, la sospecha de más irregularidades que sempre terminan en el entramado de amistades y negocios que armó Néstor Kirchner, del cual varios de sus beneficiarios privados mantuvieron (Y mantienen) lazos con Msssa. Es el caso de la famila Eskenazy, a la que el kirchnerismo hizo dueña para luego desapoderarla de YPF , y después nunca logró despejar las acusaciones de mantener vínculos con el fondo buitre que llevó adelante el juicio contra el país por la estatización de esa compañía contraviniendo sus estatutos. ¿Amigos son los amigos?

La condena a pagar 16.000 millones de dólares, casi lo mismo que tiene de reservas en rojo el Tesoro, solo viene a ser una frutilla inmensa de la torta que está indigestando por estos días al ministro candidato.

El lanzamiento deshilachado y apresurado de medidas para compensar los efectos de la inflación, acelerada por la devaluación tras las PASO, debe atribuirse no solo a la kiperquinesia del ministro-candidato.

La presión que venían ejerciendo Cristina Kirchner, Kicillof y La Cámpora para disponer un bono de suma fija convivía con las duras críticas que le hacían por los aumentos de tarifas recibidos por los usuarios antes de las elecciones. Como agravante sumaban que Massa y su equipo no habían hecho suficiente campaña para que se inscribieran quienes estaban en condiciones de mantener los subsidios, lo cual habría impactado en probables votantes del oficialismo. Tan probable como incomprobable,

La danza de nuevos aumentos y posteriores congelamientos, al igual que la renovación de los ineficaces controles y acuerdos (no voluntarios) de precios, junto con la catarata de anuncios de alivios fiscales, mejoras parciales de tipo de cambio para exportadores y otras medidas que en algunos casos contrarrestan efectos de otras refleja cabalmente las urgencias (o la desesperación) de Massa. Tanto como la presión a la que esta expuesto.

Defensa de Cristina

No puede desligarse de todo eso, la defensa de Cristina Kirchner que hizo el candidato durante la cena de recaudación de fondos. El silencio público de la vicepresidente en la campaña y el apoyo por lo bajo que le brinda al ministro-candidato conteniendo a La Cámpora y dejando filtrar charlas supuestamente amigables tiene su precio.

Pero nada parece alcanzar. Hay que escuchar y leer lo que ha dicho Kicillof en los últimos días. “Aunque les duela y les moleste a muchos, Cristina es la que hoy conduce al peronismo”, lanzó el martes pasado el gobernador.

La declaración pareció confirmar las versiones que emanan del kirchnerismo más duro sobre los temores a perder la elección nacional y, muy especialmente, a que se les complique la retención de la provincia de Buenos Aires. La nueva aceleración inflacionaria y el consecuente deterioro económico que sufran los bolsillos de muchos de sus votantes figuran entre los principales causantes. El mandato que impera ahora en el kirchnerismo puro parece ser “hay que refugiarse en lo propio” para retener a los votantes peronistas.

La llave del gas de Milei

Las PASO solo encendieron las alarmas en el oficialismo y lo sucedido en los días posteriores le subió el volumen hasta casi aturdir a los principales dirigentes. La penetración de Javier Milei en bastiones peronistas no se explica solo por la ayuda y el soporte que le dio el oficialismo y, particularmente, el massismo., como obscenamente se autocusan. Lo saben los dirigentes peronistas que acercaron el fósforo, pero que ahora no encuentran la llave de paso para cortarle el gas al disruptivo libertario .

Las primeras encuestas que mostraron una caída en la intención de votos para Patricia Bullrich fueron un tranquilizante de efecto efímero para el peronismo. Primero, cundió el temor a que las adhesiones al libertario se dispararan y no solo por la captación de votos cambiemitas, lo que podría acercarlo a un triunfo en primera vuelta.

Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio Massa
Javier Milei, Patricia Bullrich y Sergio MassaArchivo

Cuando bajó la espuma de los días inmediatamente posteriores a las PASO, una supuesta recuperación de Bullrich , aun por leve que parece ser, aportó nuevas preocupaciones en el oficialismo. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Ese es un tema mayor.

Ningún escenario futuro le augura tranquilidad al crsiticamporismo. Por eso, gane o pierda Massa, el territorio bonaerense está pensando como el bastión de la resistencia del kirchnerismo, mientras transita su ocaso y se ilusiona con una resurrección futura. Asegurar la preservación de la provincia asoma tanto o más prioritario que ganar la elección presidencial.

Así también puede explicarse el tuit que en su defensa hizo Kicillof luego de que Bullrich lo criticara tras el fallo por la estatización de YPF. “Danos Vaca Muerta para la Provincia de Buenos Aires que nosotros ponemos la guita y además le pagamos al FMI los 45.000 millones de dólares que se fugaron ustedes”, respondió el gobernador. La candidata cambiemita había tuiteado: “Que la guita la ponga el kirchnerismo. ¡Qué caro nos cuestan los K a los argentinos! Siempre me opuse a la barbaridad de una expropiación sin cumplir con la Constitución. Ahora que la paguen de su bolsillo.”

El gobernador no pedía recursos para el Tesoro nacional, sino para su propio distrito. La provincialización del peronismo que dejaron de manifiesto los resultados de las elecciones anticipadas y de las PASO parece ahora haber ingresado en su etapa superior.

No es momento para más problemas. La campaña está ingresando en la fase más intensa y más compleja. La centralidad de la que sigue gozando Milei solo compite con la crisis económica que se profundiza y con malas noticias para Massa, que reinstalan a Cristina Kirchner. No por la buenas razones.

Ese dominio de la agenda pública debería ser una preocupación adicional para JxC. Sin embargo, el carácter que está adoptando el debate y los temas que se discuten le abrieron una luz de esperanza a Bullrich y su equipo de campaña. Aún sin lograr encontrar un trampolín para recuperarse la presentación de Carlos Melconian como vocero económico le devolvió algún lugar donde empezar a pararse.

A eso, se suma que la lupa que se ha puesto sobre Milei tras las PASO y las muchas contradicciones en las que han incurrido sus portavoces, lo han incomodado más de lo pensado, aunque no hayan tenido ningún efecto sobre sus posibles votantes. El libertario cree en las encuestas que lo ubican en torno de los 40 puntos.

“Estamos en el momento crítico”, le dijo Milei a personas de su confianza a mitad de la semana. La definición respecto de su programa económico así como el ordenamiento de su equipo de campaña y eventualmente de gobierno alteraron la frágil estabilidad emocional del candidato. A pesar del efecto ansiolítico que parecían haber tenido el triunfo en la PASO y, quizá más, el romance con Fátima Flórez..

Como ya había hecho hace unos meses, Milei prefirió viajar a Nueva York en busca de la armonización que le brindaría un rabino de la organización jasídica Jabad-Lubavitch, antes que a reunirse con inversores de dudosa reputación, para lo cual envió a algunos de sus referentes financieros. La misa de los curas villeros tan en desagravio del Papa como en su contra por haberlo insultado habría tenido efectos más allá del plano material.

También en el terreno de lo espiritual, lo simbólico y lo supersticioso se disputan las campañas electorales.

Claudio Jacquelin

Fuente: La Nación

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