La oposición, en tiempo de descuento

Se acerca la hora de conocer la opción de poder al peronismo en retirada. Como pocas veces en las últimas décadas, es muy extendido el consenso de que el movimiento que fundó Perón tiene pocas posibilidades de quedarse en el gobierno.

No es un dato nuevo, sino una certidumbre que se fue afianzando a medida que la gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner fracasaba en solucionar –y colaboraba en agravar– los problemas que empobrecen casi a la mitad de los argentinos y angustian a la otra mitad. Y reafirmada en tanto el Presidente y su mentora expusieron su divorcio político y transfirieron sus problemas al conjunto de la sociedad.

Fernández cayó en la trampa de su impericia y perdió en forma constante y progresiva el manejo de la administración luego de una corta luna de miel con la sociedad durante la primera parte de la pandemia. Cristina Kirchner repartió en partes desiguales su interés en condicionar al Presidente y, en especial, en dedicarse a evitar que la Justicia avanzara sobre ella. No lo estaría consiguiendo. Y, peor, no puede evitar aparecer completamente divorciada de los problemas reales de sus representados.

Aunque nadie se atreva a considerarlo como definitivo, el anuncio de Cristina que no será candidata el año próximo provocó dos efectos inmediatos.

Primero, expuso al peronismo a su propia ausencia de presidenciables, aun cuando la líder del kirchnerismo no tenga hoy registros de opinión pública que le permitan superar un piso electoral bajo. El segundo efecto es todavía más relevante en términos de futuro. Las miradas se detuvieron con mayor intensidad sobre Juntos por el Cambio, donde, desde el triunfo en las elecciones de medio término de 2021, se disputa una fuerte pelea entre varios aspirantes y otras tantas corrientes del PRO y del radicalismo.

Sin un desenlace a la vista, los plazos se han acortado y ya impactan sobre los múltiples procesos electorales en marcha en el interior de la Argentina, donde la mayoría de los gobernadores decidieron convocar a elecciones en la primera mitad del año.

Las peleas entre los precandidatos nacionales y sus maniobras respecto de los aliados provinciales forman una mezcla que promete novedades en el verano. Además, mezclada con esos juegos, hay en marcha una operación sobre varios partidos provinciales, entre las que se cuentan el peronismo cordobés de Juan Schiaretti y los oficialismos rionegrino y misionero.

Ya empezó a correr el reloj para establecer quiénes serán los que finalmente van a participar de la finalísima por la candidatura presidencial, sin que por ahora se hayan blanqueado conversaciones con algunas fracciones del peronismo tentadas a romper con la alianza gobernante.

El PRO mostró tres interesados y los radicales otros tres, pero está claro que no hay equivalencias entre los rivales; predominan Patricia BullrichMauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta por sobre Facundo ManesGerardo Morales y Alfredo Cornejo.

La alianza de la porteña Bullrich con el mendocino Cornejo presagia otros arreglos interpartidarios, siempre con la dirigente de PRO como cabeza de una fórmula. La exministra de Seguridad viene indagando sobre la posibilidad de extender acuerdos con una mayor parte del radicalismo, en particular la UCR bonaerense. Apenas empieza ese juego.

En su construcción, Bullrich combina pactos territoriales con un seguimiento de la agenda pública, en la que busca intervenir en forma filosa sobre los errores del oficialismo, mientras ensaya un juego de diferenciación con Rodríguez Larreta. Presenta al jefe de Gobierno como un blando, al tiempo que se retrata a sí misma como una dura. Es un viejo truco apache.

Por el contrario, Rodríguez Larreta evita subirla al ring. En los últimos meses hizo más frecuentes sus apariciones para cuestionar al kirchnerismo y empezó a subirle el tono a su estilo componedor. La apuesta del alcalde de apostar a los consensos como el camino para hacer las reformas profundas que la Argentina necesita choca contra el rechazo visceral a cualquier forma de pacto político que expresan muchos votantes y que convirtió en un fenómeno en ascenso a Javier Milei.

Con sus viajes al exterior –el último fue a los Estados Unidos–, Rodríguez Larreta intenta afianzar un perfil de presidenciable que Bullrich le discute y que Mauricio Macri no le reconoce.

En el expresidente reside el gran misterio de Juntos por el Cambio. Actúa como si deseara volver a ser candidato, pero dice que preferiría ser el constructor de un espacio que lleve a otro a la presidencia. La postura indefinida de Macri sintió el temblor que provocó la renuncia a postularse de Cristina, su némesis.

Quienes siguen de cerca la evolución de la pelea de Juntos por el Cambio recomiendan seguir la estela de una definición que Bullrich hizo hace un par de semanas. La presidenta del PRO dijo que no importa quiénes sean sus rivales, ella competirá en las PASO y quienes la conocen aseguran que esa definición es un compromiso que asume con quienes aceptan acompañarla.

El pronunciamiento de Bullrich incluye una eventual competencia con Macri y por eso hay quienes recomiendan repasar la historia de la relación entre el expresidente y Rodríguez Larreta. ¿Al final sucederá un acuerdo entre ambos? En 2015, Macri se jugó por el jefe de Gobierno cuando una parte mayoritaria del PRO capitalino apoyaba la postulación de Gabriela Michetti, que terminó como su vicepresidenta luego de ser derrotada en la primaria.

A Juntos por el Cambio le sobran internas, le faltan definiciones y empieza a escasearle el tiempo. Se acerca el día en el que sus dirigentes advertirán que un país los mira, entre la expectativa y la desconfianza.

Sergio Suppo

Fuente: La Nación

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