La líder, débil como nunca y en el centro de la escena

Desde el momento en que, hace unos días, Cristina Kirchner confirmó que estaría anteayer en la Plaza de Mayo, no solo se convirtió en la única oradora, sino que cambió la organización del acto: la custodia, las condiciones, la estética y hasta la sede donde entregaban la pulserita para el vip, que pasó a ser el Instituto Patria. No hubo necesidad de que nadie expresara nada ni se pusieran de acuerdo, porque todos dieron todo por sentado: la palabra de Cristina Kirchner tiene en el PJ un poder performativo, lo que en lingüística se conoce como acto de habla.

Es interesante, por ejemplo, escuchar últimamente opinar sobre las candidaturas a los dirigentes del Frente de Todos, donde cualquier especulación personal gira siempre en derredor de lo que, en última instancia, decida ella, sin objeciones. El peronismo convive con el pensamiento de su líder como con la ley de gravedad.

Lo curioso de esta hegemonía es que se da en simultáneo con una debilidad visible, que es la caída en la popularidad. Lo dicen las mismas encuestas que encarga el kirchnerismo y que constituyen, al mismo tiempo, el verdadero motivo por el que la expresidenta decidió no ser candidata en octubre. Ella sabe que pierde, dicen en el Instituto Patria, donde conocen también los magros indicadores de intención de voto que viene mostrando el resto de los postulantes del oficialismo para las primarias. Se entiende desde esta lógica la definición que la jefa del espacio dio la semana pasada en la entrevista con Pablo Duggan: “Lo importante es entrar en el ballottage”.

El kirchnerismo intenta entonces hacer pie en lo seguro, que es el refuerzo de su propia identidad. Un regreso imaginario que obliga a distanciarse del fracaso de Alberto Fernández. Anteayer, en la plaza, los últimos ilusionados de la Mesa de Ensenada, esos 50 que se reúnen casi semanalmente en el municipio que conduce Mario Secco, terminaron de asimilar que lo de la comprensión de textos iba en serio y que, como dijo ya infinidad de veces, ella no va a competir. “La vi con los nietos, en zapatillas y dije mmmmm… Muy de sport, muy no candidata”, contó a La Nación alguien de ese grupo que estuvo en el vip.

El elenco que la acompañó en el escenario lo percibe seguramente de un modo más cercano y cabal, cada uno a su manera. Dicen que De Pedro está convencido de que será el candidato. Al menos se mueve internamente como tal. Su último spot, que posteó anteanoche en las redes, parece un pedido basado en la recomendación de Cristina Kirchner: él es uno de “los hijos de la generación diezmada” y merece ser ungido. Kicillof, en cambio, calla, y espera no ser él. El mayor problema lo tiene Massa, que ha empezado a intuir resistencias de sus compañeros de espacio y a oír, de la propia jefa, la dificultad que supondría que él abandonara en este momento el Palacio de Hacienda. Es el retuit de Malena: sin Massa se acaba el Gobierno. Y se complica porque Rubinstein tampoco tiene ganas de reemplazarlo.

La expresidenta ha quedado de alguna manera condicionada por el ministro de Economía. Si resuelve dejarlo fuera de carrera, deberá compensarlo para mantenerlo dentro del proyecto. “Si Sergio no va a ser, tenemos que ir llevándolo: tiene poder para pararse y hacer daño”, dijeron a este diario en el kirchnerismo. Es la razón por la que algunos dirigentes proponen apuntalar la carrera de Malena Galmarini. Por ahora, a la líder de AySA la notan contenida. Anteayer, en la plaza, la vieron aplaudir con fervor cada intervención de la oradora.

La dificultad de Massa son las proyecciones económicas. En el Gobierno suponen que, incluso si llegan los adelantos del Fondo Monetario Internacional, la disponibilidad de dólares estará comprometida. Tal vez haya stock para llegar a las primarias, a agosto, pero después no se sabe. Esa suposición endureció el discurso de campaña con el organismo multilateral. La vicepresidenta lo ensayó anteayer en la plaza. Massa está obligado a digerirlo en medio de negociación con Kristalina Georgieva, que ya le anticipó que nada será sencillo por la resistencia de algunos socios –Alemania y, en mayor medida, Japón– a darle a la Argentina nuevos desembolsos.

Lo mejor que le puede pasar al ministro en este contexto es evitar nuevas corridas cambiarias o un fogonazo inflacionario. Pero tiene pocos instrumentos al alcance. Es razonable que vuelva sobre los acuerdos con empresas. Su último anhelo al respecto: prolongar Precios Justos por tres meses más con una pauta de aumentos del 4%. Los empresarios dudan porque casi no tiene qué ofrecerles a cambio. La autorización de divisas para importar, por ejemplo, sigue escasa. Las cadenas de supermercados solo vienen recibiendo lo que corresponde al swap con China en yuanes, y para el resto, lo que se hace en dólares, deberán esperar.

Pero tampoco están en condiciones de rechazar la propuesta y enemistarse con el Gobierno. Es lógico el apuro por conocer los planes de los candidatos. La Asociación Empresaria Argentina, por ejemplo, se reunirá en dos semanas con Patricia Bullrich. Ya lo hizo hace 20 días con Horacio Rodríguez Larreta, que les anticipó un gran acuerdo político para avanzar en la administración. “Quiero que el peronismo deje sus huellas digitales en las reformas que hagamos”, les dijo el jefe de gobierno porteño. El grupo de asesores que lo acompañaba sacó conclusiones positivas del encuentro, aunque no terminó de conformar a todos. Estaban Paolo Rocca, Héctor Magnetto, Luis Pagani, Alejandro Bulgheroni, Aldo Roggio, Federico Braun y Alberto Grimoldi, entre otros, y hubo varias preguntas sobre los tiempos de la salida del cepo. Hernán Lacunza, referente económico del candidato, les contestó que en todo caso habría que esperar a acumular una cantidad considerable de dólares, y que tampoco cabría una rápida reducción de impuestos porque la prioridad inicial del plan es el equilibrio fiscal, que incluye una reducción del déficit de 5 puntos del PBI. Tal vez, agregó, se podría pensar en aliviar la carga en aquellos sectores que hoy no tributan porque no existe actividad, un mecanismo que también se podría pensar para las empresas que presenten nuevos proyectos de inversión. “Qué injusto para los que ya estamos invirtiendo”, concluyó Bulgheroni.

Dependerá en todo caso de los acuerdos legislativos que pueda lograr el nuevo gobierno. Por eso son relevantes la magnitud del resultado electoral y el candidato del Frente de Todos. Dicen en el kirchnerismo que el preferido de la vicepresidenta es Kicillof. Ante la consulta, en La Plata contestan que nadie se lo ha pedido hasta ahora directamente y que muchos de quienes ellos sospechan que están operando en los medios para la candidatura de Kicillof a presidente hacen todo lo contrario cuando están delante del gobernador: le dan una palmada y le piden que siga firme en la provincia. Más que hipócritas, esos espaldarazos parecen infecundos: la que decide es la conductora. Falta menos de un mes para que ella diga: “Hágase”, y así sea.

Francisco Olivera

Fuente: La Nación

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