La extraña operación política internacional que buscó ensuciar la campaña electoral

Durante el último año, una operación política sucia de alcances imprevisibles se desarrolló en la Argentina. ¿Su objetivo? Obligar a actores políticos a tomar decisiones contra su voluntad e, incluso, imponerles que declinen sus candidaturas electorales. Así ocurrió, al menos, con dos postulantes, según reconstruyó LA NACION en base a testimonios recabados en el país y España, mensajes de WhatsApp, correos electrónicos, “brochures” y otros rastros que sus protagonistas dejaron a su paso por la ciudad de Buenos Aires y el Conurbano.

Las operaciones políticas se concentraron en los equipos de campaña de candidatos oficialistas y opositores, incluido Axel Kicillof, en momentos en que el gobernador de la provincia de Buenos Aires sonaba como posible candidato presidencial. También apuntaron contra políticos del Conurbano y, en particular, del partido de Tigre. Pero las ramificaciones llegan hasta España, donde intervino una consultora israelí y un convicto.LA JUSTICIA INVESTIGA SI DETRÁS DEL PUNTERO DEL PJ HAY UNA ASOCIACIÓN ILÍCITA Y CITAN A DECLARAR A LOS DUEÑOS DE LAS TARJETAS DE DÉBITO

Los primeros pasos de la operación se registraron hace un año, cuando una mujer que se identificó como “Marcia” irrumpió en Buenos Aires. Dijo que era cordobesa, que residía en Londres y que representaba a una familia inversora de Bruselas que quería invertir US$ 50 millones en un proyecto inmobiliario. Detalló que lo ideal sería un terreno de 20 a 30 hectáreas y que estuviera ubicado en alguna zona atractiva del Conurbano. Tigre o San Isidro, en lo posible. Contrató una consultora de recursos humanos, que la ayudó a seleccionar personal. Presentó un “brochure” y pidió reuniones con referentes políticos de esos municipios. Pero en esas reuniones se presentó como “Nina” y dijo representar a otro fondo de inversión, de origen árabe. Y entregó otro “brochure”. Pero eso no fue todo: en otro viaje apareció con alguien que dijo ser un asesor senior de origen qatarí, y se reunieron con políticos en hoteles como el Alvear y el Hyatt. Ofrecieron solventar viajes a Londres y Nueva York. Uno se concretó, a Manhattan, a mediados de noviembre, con hospedaje pago en el Hilton a un referente municipal e invitación al restaurante de “The Modern”, con vista al MOMA. Allí, “Nina” cruzó la línea: dijo que sabían cómo eran las cosas y que estaban dispuestos a aportar a las campañas. Preguntó cuánto le cobrarían por ayudarla. Se habló de “fees”. Luego se esfumó.

La segunda fase comenzó en febrero de este año, en un juego de espejos con la fase anterior. Una mujer que se identificó como “Juliana” apareció en Buenos Aires. Dijo que era cordobesa que había residido en Londres pero que ahora residía en Miami porque su esposo era un ejecutivo bancario al que trasladaban con frecuencia. Dijo representar a un fondo extranjero con casa matriz en España que quería invertir US$ 100 millones en un proyecto para la construcción de viviendas sociales con impresoras 3D. Y dijo que lo ideal sería en la provincia de Buenos Aires, en momentos en que Kicillof sonaba como posible candidato a Presidente. Contrató a una consultora de comunicación, ofreciéndole un contrato a tres años, el primero a prueba. Ese consultor no llegó a firmar, pero la ayudó e incluso le planteó presentar la posible inversión al ministro de Economía, Sergio Massa. Ella no lo descartó, pero pidió reunirse antes con los equipos de campaña y asesores de los candidatos. En otro viaje apareció con alguien que dijo ser un asesor senior libanés. Y en otro viaje más con un español que dijo ser el inversor principal del grupo. Se reunieron con miembros de los equipos principales de la oposición y del kirchnerismo en hoteles exclusivos como el Alvear y el Hyatt. Entregaron otros dos “brochures”. Ofrecieron viajes al exterior, a Londres y México. Dijeron que sabían cómo se manejaban las cosas en la Argentina y que estaban dispuestos a hacer contribuciones a las campañas. Pero no hablaron de “fees”, aunque sí plantearon que esperaban que los candidatos, de ganar, los ayudaran a destrabar los obstáculos para invertir. La respuesta que cosecharon de los equipos de campaña, en al menos tres reuniones, fue que debían evaluar si era técnica y legamente factible. Tras eso, los emisarios desaparecieron.

Contacto en Madrid

La tercera fase de la operación comenzó a principios de julio de este año. Una supuesta consultora israelí de inteligencia apareció en Madrid. Dijo representar a un cliente que no identificó. Contactó a por lo menos un medio de comunicación de primera línea de España. Le ofreció acceder a videos filmados con cámaras ocultas a políticos argentinos hablando sobre aportes a las campañas electorales. La consultora se negó a dar mayores precisiones, el medio rechazó el ofrecimiento y la consultora desapareció. Pero casi en simultáneo, comenzaron las llamadas intimidatorias a políticos que se reunieron con “Marcia” o “Nina”. Incluso, según reconstruyó LA NACION, desde un teléfono celular que la Justicia española adjudica a un hombre condenado a prisión por amenazar a familiares de víctimas de los atentados de Madrid y a políticos españoles de izquierda.

La trama fue confirmada a LA NACION por cinco personas, dentro y fuera de la Argentina, al tanto de lo ocurrido durante estos meses. Cuatro ofrecieron descripciones coincidentes de “Marcia”, “Nina” y “Juliana”. La describieron como una mujer obesa, casi mórbida, de brazos gruesos, mediana altura, de entre 45 y 50 años, que usaba anteojos de corrección de marco dorado. Dos de ellas confirmaron que “Marcia”/“Nina” era la misma persona cuando LA NACION les mostró una foto. Pero las otras dos dudaron si “Marcia”/ “Nina” era también “Juliana”. A “Marcia”/“Nina” la describieron con el cabello oscuro, largo hasta los hombros; a “Juliana”, con el cabello más rubio y labios algo distintos. Con un dato adicional, sólo un consultor tiene una foto de “Juliana”. La tomó de su LinkedIn para identificarla cuando tuvo a su primer encuentro. Pero LA NACION no accedió a esa imagen.

La ausencia casi total de imágenes no es un dato menor. En el perfil de su cuenta de WhatsApp, “Nina” había colocado el dibujo infantil de la que aparentaba ser su familia; y “Juliana”, el de una tortuga. Hoy, “Juliana” tiene en su perfil de Linkedin la imagen de una mujer de espaldas que no es ella, sino otra mujer mucho más delgada.

La trama expone otro dato llamativo. Todos los teléfonos móviles y fijos, los correos electrónicos y websites que utilizaron quienes irrumpieron en Buenos Aires fueron desactivados o nadie responde los llamados y mensajes, según verificó LA NACION durante días. Y en Madrid, el supuesto holding controlante de la constructora que planeaba invertir US$ 100 millones negó toda relación con lo ocurrido. Un alto ejecutivo de ese holding aclaró que ninguna cordobesa, qatarí o español con esos nombres trabaja o trabajó para ellos, y no tienen plan alguno de invertir en la Argentina.

Mensajes intimidatorios

LA NACION, cabe aclarar, se reserva las identidades de ciertas personas y empresas para no afectar a terceros ajenos a la operación bajo sospecha, cuyo impulsor continúa en las sombras. ¿Quién podría estar interesado en orquestar una campaña sucia contra los principales candidatos de la oposición y del oficialismo, como Kicillof, cuando sonaba como candidato a la Casa Rosada? ¿Quién podría estar interesado, al mismo tiempo, en orquestar otra campaña sucia contra los referentes políticos de Tigre –cuyo intendente es Julio Zamora, enfrentado a Sergio Massa- o San Isidro –bajo el control de Gustavo Posse, precandidato a vicegobernador en la fórmula con Diego Santilli-? Y si lo ocurrido fue obra de un servicio privado de inteligencia, ¿qué grupo empresario estaría en condiciones de financiar una operación de este porte y con aristas internacionales?

Uno de los protagonistas involuntarios de lo ocurrido fue un exalto funcionario del Municipio de Tigre. “Un día, a mediados del año pasado, me contactó una consultora de recursos humanos”, contó a LA NACION, que preserva su identidad. “Me terminé reuniendo cinco veces con una mujer que dijo llamarse ‘Nina’ en el Hyatt, en el Alvear, en restaurantes de Puerto Madero o Casa Cavia, y en Le Bleu. Me dijo que estaban analizando el país, que querían invertir en un negocio inmobiliario, comprar un predio y construir veinte casas de 1000 metros cuadrados y otras cuarenta de 500 metros cuadrados, más un lago y amenities”.

Dato adicional: aunque “Marcia” dijo alojarse en el Palacio Duhau Park Hyatt de la ciudad de Buenos Aires, en ese hotel no consta ninguna mujer que se haya hospedado con ese nombre durante los últimos años. Tampoco ninguna “Nina” o “Juliana”, como tampoco ninguno de sus adláteres, según confiaron fuentes seguras a LA NACION. Pero eso se sabe ahora.

El exalto funcionario conoce los circuitos municipales desde 1991 y jura que ignoraba que interactuaba con una fachada. Por eso le abrió las puertas a lo que parecía una inversión extranjera prometedora. “Tengo contactos y teléfonos, y sé lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer”, explicó. Apoyado en esa agenda, concertó reuniones con políticos locales, buscó terrenos y cobró honorarios, a 1000 dólares las tres horas. “Hice un trabajo para ella, formé un equipo y rastreé seis lotes posibles, que se presentaba como una ejecutiva cordobesa que vivía en Londres. Todo parecía avanzar perfecto, pero dejé de verla en noviembre. Sólo me volvió a escribir una vez en marzo”.

Uno de esos referentes locales que accedió a reunirse con “Nina” fue el presidente del Concejo Deliberante de uno de los distritos más ricos del Conurbano bonaerense. Consultado por LA NACION, confirmó que se reunió con esa mujer en el restaurante Unido del barrio Nordelta, pero declinó hacer más comentarios “hasta no tener más claro qué ocurre”.

Por su parte, el intendente de Tigre, Julio Zamora, no se reunió con ella. Pero lo contactó el exfuncionario que había sido contratado por “Nina”. Y versiones de todo tipo llegaron a sus oídos, al punto que preguntó entre sus colaboradores e incluso a un hermano si se habían reunido con un supuesto grupo inversor árabe que andaba buscando un predio de 24 hectáreas en el partido. Según afirma, la respuesta fue negativa.

Los tentáculos nacionales

Una operatoria similar se desplegó a nivel nacional. Aunque no habrían cruzado ninguna línea ética, ni legal, en las reuniones con “Juliana”, el qatarí y el español, entre los equipos de campaña también comenzaron a encenderse las alarmas hace semanas, que se agudizaron cuando Joaquín Morales Solá publicara dos columnas en LA NACION, los domingos 9 y de 16 de julio. En ellas reveló la aparición en Buenos Aires de supuestos enviados de servicios de inteligencia que prometían a algunos candidatos opositores invertir en el país y contribuir en efectivo a las campañas. Pero las alarmas alcanzaron su punto máximo cuando comenzó lo que aparenta ser, hasta ahora, la última fase de la operación ilegal.

Esa última fase comenzó días después de que una consultora israelí ofreciera en España las cámaras ocultas. Al menos tres políticos del Conurbano recibieron mensajes. Y un hombre que se identificó como “Fernando Pérez” y dijo ser director de “Correo Español” -un medio digital inexistente- le envió un mensaje a uno de ellos para amedrentarlo por WhatsApp por “información un tanto delicada” sobre él y sus vínculos con Zamora, el intendente tigrense. Pero ese teléfono, según reconstruyó LA NACION, corresponde a Tomás Santos Martin, quien fue condenado por el Tribunal Supremo español a un año y medio de prisión por humillar en las redes a familiares de víctimas de los atentados de Madrid, además de amenazar a políticos españoles de izquierda.

LA NACION llamó al teléfono de “Pérez”, pero atendió Santos Martín, quien arguyó que se trataba de un teléfono de una supuesta “redacción”, que se negó a identificar, y que usaban otros “colegas”, que también se negó a identificar, pero prometió que devolvería el llamado en 24 horas, lo que no ocurrió. ¿Cómo accedió ese convicto al teléfono de un político municipal en la Argentina? ¿Alguien que continúa en las sombras le aportó el número?

Mientras tanto, a otro político argentino lo llamaron para decirle “boludeces”, según su escueta versión, que prefirió no explayar. Y a un tercero le exigieron que se bajara de la campaña electoral –a nivel municipal- bajo la extorsión de filtrar un video de su encuentro con “Nina”. La respuesta, según ese político, fue desafiar a que lo difundieran. Al cortar, el amenazado acudió a un escribano para dejarlo asentado.

Hugo Alconada Mon

Fuente: La Nación

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