La escuelita de Rodríguez Larreta para llegar al poder

La fotito, el TikTok que se viraliza, los hashtags esloganeros, más una pauta publicitaria colosal, conforman el skate sobre el que Horacio Rodríguez Larreta se desliza habilidoso en su sinuoso camino hacia la Casa Rosada. Una charla virtual con Chano, visitar la megamuestra audiovisual de Van Gogh, celebrar en su Instagram el Día de los Enamorados y agradecer a Juan Martín del Potro por tantas alegrías que nos dio en el tenis, son parte de su ritual cotidiano para ablandar su imagen y seducir a las nuevas y más jóvenes audiencias.

Instalarse es un proceso que no termina nunca y que debe ser alimentado siempre para que funcione como recordatorio constante y la vigencia de su figura no decaiga. Pero hacerse más y más conocido en un tintineo mediático sin pausa es pura hojarasca para ganar las elecciones si no viene acompañado al mismo tiempo de acciones exitosas ligadas con la gestión y con plantarse firme ante el oficialismo nacional.

Por cierto, el Gobierno de Alberto Fernández lo ayuda mucho, tal como lo hicieron los Kirchner en su momento con Mauricio Macri, al elegirlo como el opositor preferido para confrontar. Los embates no cesan: al recorte a la coparticipación se agrega el tema del traspaso de los colectivos, la segmentación de las tarifas de luz y gas para los barrios porteños más acomodados y el reclamo de terrenos cedidos a la ciudad por el presidente anterior. Todo eso lo mantiene en forma, competitivo y en vidriera no solo frente a sus enemigos políticos, sino también ante su frente interno en el que los halcones aspiran a arrebatarle su candidatura presidencial.

Pero si hay algo en lo que el jefe de CABA se hizo realmente fuerte fue en aunar gestión y marketing en el tema de las escuelas. Llevó siempre la delantera en su cruzada para abrirlas cuando la administración nacional porfiaba en mantenerlas herméticamente cerradas (con la anuencia y la autoría intelectual de los gremios docentes ultraoficialistas). Primereó también con los anuncios de aliviar las restricciones en los protocolos de burbujas, barbijos y contagios, y adelantó a mañana el comienzo del ciclo lectivo 2022. No cabe duda de que es el principal estandarte larretista porque atraviesa por igual a todas las capas sociales que sufrieron y se enojaron mucho por la displicencia oficial en retomar la normalidad escolar. #HayEducacionHayFuturo es el eslogan con el que machaca en una cuenta regresiva que viene haciendo en los últimos días en sus redes sociales. Más días y más horas de clase es un plan de tres años, con el que intentará recuperar todo lo perdido mientras los colegios estuvieron inactivos. El Ministerio de Educación de la Ciudad calcula que los chicos perdieron un año entero de presencialidad entre 2020 (por cierre total) y en 2021 (por aislamientos preventivos). El año pasado solo Neuquén y CABA tuvieron 180 días de clase y la idea es que ahora esa cifra escale a 190. El calendario educativo se estirará hasta el 23 de diciembre.

Pero…siempre hay un pero. Iniciar la escolaridad en medio del verano tiene sus bemoles. Los que tenemos arriba de 50 años, rara vez comenzábamos las clases antes de mediados de marzo. Había tres razones atendibles: evitar las altas temperaturas que hacen tan incómodo y poco saludable la concurrencia a las aulas, utilizar la primera quincena del tercer mes del año para que los alumnos que se llevaron materias las rindan y, principalmente, para no afectar a la industria del turismo que tiene en enero y en febrero sus meses de mayor facturación.

A pesar de las múltiples solicitudes que le hicieron llegar desde distintos sectores ligados con ese sector, para que corriese el inicio de clases al miércoles 2 de marzo (inmediatamente a continuación del feriado largo de Carnaval), Rodríguez Larreta se mantuvo inflexible con su cronograma y no accedió a modificarlo.

Esto podría haberlo predispuesto mal frente a los presuntos afectados (hoteles, compañías de transporte, la gastronomía, inmobiliarias, comercios y teatros de los centros turísticos) si veían menguados sus ingresos por el éxodo impuesto a familias con chicos en edad escolar.

Pero la suerte estuvo del lado de Larreta porque la temporada veraniega es tan buena (mucho tuvo que ver el programa Previaje, que implementó el gobierno nacional para aliviar los gastos de los turistas) que si disminuyó algo la afluencia de veraneantes en estos días no se sintió y entonces el fastidio de los sectores afectados cedió.

Para hacer notar el éxito de un verano con más de 25 millones de personas movilizadas, el presidente Alberto Fernández fue a atajar penales a una playa amiga del Partido de la Costa (vade retro, Pinamar y Mar del Plata, en manos de Juntos por el Cambio), en busca de restañar su estropeado marketing personal.

Pablo Sirvén

Fuente: La Naciòn

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