El escándalo de Río Turbio, por el que el fiscal Carlos Stornelli pidió el desafuero de Julio De Vido, es una especie de Aleph del kirchnerismo. Allí están, reunidas en una sola experiencia, todas las desviaciones que ese grupo puso en práctica en su paso por el poder. El revoleo de US$ 9 millones tras los muros de un convento es de una espectacularidad que vuelve a José López un predador insuperable. Sin embargo, el desastre minero es un desaguisado menos novelesco, pero mucho más completo. Ofrece una metodología de manipulación presupuestaria sorprendente: Yacimientos Carboníferos Fiscales Río Turbio (Ycfrt) desviaba recursos hacia la Universidad Tecnológica Nacional (UTN), y ésta a su vez los entregaba a una fundación, para tercerizarlos una vez más en varias empresas privadas. Una cadena de peajes que no resistiría la más elemental auditoría por la ausencia de documentación.
Hasta aquí, sólo habría una rudimentaria apropiación de fondos públicos. Pero aparece una deformación más llamativa: la irracionalidad del proyecto sobre el que se ejecutan los saqueos. Como la mina fue quedando inactiva, se le anexó una central eléctrica para ver si, con un cliente cautivo, aparecía el carbón. El milagro no se produjo, de modo que el Ministerio de Planificación (sic) pensó en importar esa materia prima. Hizo falta, entonces, tender un tren a Río Gallegos, para transportar la carga. Lograda esa hazaña, se descubrió que la usina no funcionaba con carbón. Habría que reconvertirla a gas. Por eso tuvieron que construir un gasoducto y una planta que regule la presión.
Hace 48 horas, la peripecia sumó otra desventura: la empresa encargada de hacer la usina, Isolux Corsan, se presentó en convocatoria de acreedores en España. El cuadro ya tendría todas las pinceladas de un capolavorobolivariano. Pero, para definirse, le falta una nota esencial al kirchnerismo: la degradación de los valores. Para estas fechorías se utilizaron instituciones educativas, siguiendo un modelo que utiliza las universidades para eludir licitaciones. Además, no se eligió un lugar neutral. Fue en Río Turbio, el poblado de la entrañable Santa Cruz, donde, en 2004, fallecieron 14 trabajadores en un derrumbe. Las obras que investiga la Justicia iban reparar esa tragedia. Serían, si se quiere, un homenaje. Al cabo de 11 años, no hubo tiempo. Apenas alcanzó para un negocio.
Las transacciones entre Ycfrt y la UTN Santa Cruz han desatado una tormenta. En plena campaña electoral, obligan al kirchnerismo a defender más mamarrachos económicos. A la máscara de Unidad Ciudadana se le soltó un piolín. El bochorno promete agravarse. La convocatoria de Isolux Corsán, en Madrid, ilumina otro pliegue del emprendimiento. La central que iba a darle sentido a la mina está inconclusa y fue materia de otra denuncia de Omar Zeidán, el actual interventor en el yacimiento. El año pasado la Sigen elaboró un informe según el cual «se pagaron anticipos financieros sin ejecución de obra certificada» y con una «débil o inexistente exigencia de cumplimiento de las obligaciones del contrato», que fue ampliado once veces. El documento consigna que el valor original de la obra fue incrementado en 90,28 por ciento. A mediados del año pasado era de 1.726.251.980 dólares.
De Vido, como Jorge Rafael Videla, nunca firmó nada. Aunque debe estar al tanto de esta saga. Isolux estuvo siempre entre sus preferidas. Luis Delso, su dueño antes de que se la quedaran los acreedores, lo sedujo desde que se conocieron. Delso ha sido un experto en relacionarse con políticos. Creció como funcionario socialista en la naviera Transmarítima. Después compró Isolux, al borde de la quiebra, y le anexó la inmobiliaria Corsan. Ligado a Felipe González, su gloria llegó, sin embargo, con los conservadores del PP: «Cuerpo a tierra que vienen los amigos», solía bromear, aludiendo a que los buenos negocios se hacen cuando gobierna el adversario.
Delso y De Vido iniciaron su relación hablando del «tren bala», otro disparate del ministro ágrafo. Isolux debía entenderse con la francesa Alstom: había que compensar al gobierno de Jacques Chirac por la expropiación de Aguas Argentinas. Pero Néstor Kirchner, un líder estilo Moe, que se fascinaba haciendo pelear a sus subordinados, quitó el expediente a De Vido y se lo entregó a Ricardo Jaime. Delso ignoraba quién era Jaime. Aunque un domingo por la mañana alguien tocó el timbre de su casa, en Madrid, reclamándole un millón de euros para el martes. Habría sido Manuel Vázquez, el asesor del secretario de Transporte. Habladurías. Lo concreto: ahora había que compensar a Delso. Así Isolux ganó la central de Río Turbio.
Delso se enamoró de la Argentina. Leyó a Borges y se volvió, como buen hijo de un suboficial peninsular, en un experto en la Guerra de las Malvinas. Pero con De Vido hablaba de otros temas. El ministro disfrutó del empresario como anfitrión, en especial después de aquella navegación por el Mediterráneo en el Azul Cortés, la espléndida goleta turca que Delso, en la caída, malvendió. Los ejecutivos locales de Isolux solían jugar al fútbol con la mano derecha de De Vido, Roberto Baratta, para quien Stornelli también pidió la detención. Baratta no goza de la coraza de los fueros. Es un malquerido. Como Boudou, como Jaime. Además del poder, el kirchnerismo concentró la impunidad.
La caída de Isolux es un problema para Macri. La empresa estuvo a cargo de las centrales termoeléctricas Ensenada Barragán y General López. Costaron más de US$ 2000 millones, entre un 50% o 70% más que el valor de centrales similares. Es la valuación de «El estado del Estado», el balance de la herencia recibida que publicó el gobierno actual. Fue una señal de independencia, porque en Barragán y López, además de Isolux, participó Iecsa, la empresa de Ángelo Calcaterra, que según Cristina Kirchner siempre fue de Franco Macri. Ahora es de Marcelo Mindlin.
Otra curiosidad; la misma administración que formula esos reproches adjudicó a Isolux, asociada a Field Fare, la generación de 100 megavatios de energía fotovoltaica en el proyecto jujeño de la Puna. Field Fare es liderada por el español Vicente López-Ibor, que tuvo un trato preferencial durante el viaje del Presidente a Madrid.
Además de intervenir en obras de energía nuclear, Isolux es una de las encargadas de construir el Paseo del Bajo, en la ciudad. Otro tramo se lo adjudicó Iecsa, cuando todavía era de Calcaterra. Isolux puede convertirse en una mini-Odebrecht. Una vez que los bancos se hicieron cargo de la empresa, removieron a la cúpula local e iniciaron una investigación por presunta corrupción. El CEO de Delso, Juan Carlos de Goycoechea, reaccionó con una querella penal, alegando que se le falsificó la firma. Además, está en tela de juicio la continuidad de los trabajos. ¿Habrá, como en el soterramiento del Sarmiento, quien compre los contratos de Isolux? ¿O alguien adquirirá la propia empresa? En el mercado se menciona Socma, la empresa de los Macri. Pero allí dicen que no les interesan ni Isolux ni sus contratos, sobre todo por temor al conflicto de intereses.
La imputación de Stornelli, y su pedido de desafuero para que el juez Luis Rodríguez detenga a De Vido, conmueve la campaña electoral. Sergio Massa estaría por presentar un proyecto para dejar a De Vido a la intemperie. Kirchner fue un visionario: obligó a Massa a debutar como jefe de Gabinete sacándose una foto con Jaime y con De Vido. No alcanzó. De todos modos, ¿de qué sirve el desafuero si Rodríguez, que estuvo años subordinado al kirchnerismo, no resuelve capturarlo? En la Casa Rosada, donde a Massa se lo detesta más que a la señora de Kirchner, alegan que su iniciativa sería una sobreactuación para disimular las reticencias a aprobar el artículo 37 de la ley que penaliza a las personas jurídicas. Es la cláusula que permitiría al Poder Ejecutivo, los fiscales y la Auditoría General revisar los contratos contaminados por la corrupción. En el bloque de Massa alegan que es inconstitucional. En el de Cambiemos, insidiosos, sostienen que Massa teme algún rasguño por el contrato Paraná de las Palmas, entre Odebrecht y AySA. A falta de una justicia creíble, el Lava Jato en la Argentina es sustituido por la mancha venenosa.
Mientras tanto, De Vido se suma a los kirchneristas que cambian de aspecto. Como Aníbal Fernández, Boudou o Kunkel, se dejó la barba. No están por subir a Sierra Maestra. Tampoco huyen de la policía, como en los tiempos de la clandestinidad. Sus barbas son un fuero defectuoso. Temen ser reconocidos. Huyen de la gente.
Fuente: La Nación Carlos Pagni
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