Jefes de Gabinete eran los de antes

La ironía surge en privado, pero no solo delante de los íntimosCristina Kirchner la incluye últimamente entre múltiples cuestionamientos a Alberto Fernández. “El jefe de Gabinete de Néstor era Néstor”, dice. Es cierto que el comentario habla más del presente que de aquel pasado: está molesta con el Presidente. Pero no excluye también cierta nostalgia por años más recientes: los anteriores a 2015 en los que, como sentenció la semana pasada en el acto en Lomas de Zamora, la sociedad era más feliz. La práctica tampoco es nueva. Una vez, durante el gobierno de Macri, le planteó el contraste a Luis Pagani, dueño de Arcor: “¿A vos cómo te fue con nosotros y cómo te está yendo ahora?”.

Esos tiempos no vuelven. El deterioro económico argentino, que lleva al menos una década, convive ahora con las penurias de una pandemia que obliga permanentemente al Gobierno a recalcular. La vicepresidenta puede ser crítica de Alberto Fernández y hasta hiriente para definirlo ante interlocutores de confianza, pero necesita al mismo tiempo que la gestión mejore. Está en campaña. “Si le va mal a él, a ella también se la lleva puesta”, razonó ante este diario un operador del peronismo bonaerense.

Las encuestas exhiben por ahora algunos resultados inquietantes para el Frente de Todos, pero quienes las analizan dentro del espacio aclaran enseguida que hay tiempo hasta noviembre y que, además, el oficialismo tiene las herramientas para mejorarlas. Son optimistas. Lo que preocupa es, en todo caso, un segmento cuyo mal humor dicen estar en condiciones de revertir: bonaerenses menores de 25 años y de estratos sociales que van de la clase media con mayores dificultades a la baja que todavía no es indigente. Los especialistas en consumo suelen incluirlas en dos escalafones: C3 y D1.

Las listas de candidatos, cuya confección estará a cargo de Cristina Kirchner, se terminarán de armar a último momento y sin dejar de considerar la oferta de las otras fuerzas. Algunas novedades, entre ellas, la aparición de Facundo Manes como precandidato de la oposición, reconfiguraron preconceptos no solo en Juntos por el Cambio, sino también dentro del Frente de Todos, donde todavía consideran algo “inflada” la intención de voto del neurocientífico. El perfil de personaje, opina la vicepresidenta, obliga de todos modos a excluir a figuras que remitan a lo añejo y contaminado de la política. “Caras nuevas, frescas”, describen en el oficialismo.

La estrategia del Gobierno estará centrada en dos factores, vacunación y cierto repunte de los ingresos, objetivos que, a simple vista, deberían disuadir a cualquier corriente política de todo conflicto con el sector privado. Pero el kirchnerismo no es tan lineal. “No quiero un país que tenga que ceder ante los caprichos de laboratorios extranjeros”, planteó anteayer Máximo Kirchner en la Cámara de Diputados, 24 horas después de ratificar el decreto que consigna, uno por uno, los requerimientos de Pfizer. “Con muchísima mezquindad, buscan siempre doblarle el brazo al Gobierno y también a este Congreso, que votó una ley de vacunas como la que votó y no hubo un laboratorio ni europeo ni asiático que pusiera ni un pero a la hora de negociar con la Argentina”, continuó.

¿Peligra entonces el acuerdo con la compañía norteamericana o es solo una ambivalencia de campaña? Hace algunas semanas, preocupado por el proyecto de declaración del litio como recurso estratégico en el que trabaja el diputado Carlos Heller, un ejecutivo de una compañía internacional fue en busca de Jorge Mayoral, exsecretario de Minería y ahora consultor de empresas. ¿Esto va a prosperar?, le preguntó. Sonriente, Mayoral recurrió a una frase de Néstor Kirchner: “No mires lo que decimos, mirá lo que hacemos”, le dijo. Es probable que Pfizer lo haya entendido así, porque trabaja desde hace una semana en el convenio con que le venderá vacunas al Gobierno. Igual que Moderna, que podría incluso anticiparse a su competidora en un anuncio similar pasado mañana, según reveló en la Cámara de Diputados Santiago Cafiero. “Moderna es un laboratorio americano que también está realizando vacunas pediátricas: eso para nosotros es una gran noticia”, se entusiasmó. Poco propenso y hasta reticente durante diez meses a la admisión de dosis norteamericanas, al Gobierno lo asalta ahora sin embargo el apuro de los conversos: la vacuna de Moderna para menores de 18 años no tiene todavía aprobación en el mundo.

La otra parte de la estrategia proselitista requiere cierta recuperación de la economía. ¿Será posible sin inversiones? Habrá que preguntarles a los empresarios. “Alberto Fernández me defraudó”, dijo anteayer en la pantalla de LN+ alguien que confió como pocos en el Presidente, Claudio Belocopitt, dueño de Swiss Medical y presidente de la Unión Argentina de Salud. Como todo su sector, Belocopitt teme que el Gobierno avance sobre el sistema sanitario pese a las desmentidas de Cristina Kirchner, que negó esa posibilidad de manera terminante ante operadores políticos, incluso con un argumento que la incluye de manera personal: ella misma utiliza la medicina prepaga y tiene el plan más caro.

El otro encargado de deslindar contradicciones del mensaje de campaña será Martín Guzmán. Anteayer, en una voltereta discursiva inesperada, Máximo Kirchner conectó el caso Pfizer con la deuda. “Si un laboratorio nos obligó a cambiar todo el andamiaje, ¿qué vamos a hacer con el Fondo Monetario?”, dijo. El ministro deberá resolverlo antes de los primeros vencimientos con el organismo, que preceden a su vez a las elecciones de noviembre. Hasta esa contienda, el ancho horizonte del Gobierno, los estrategas oficialistas verán al FMI como un estorbo, y se conformarán con recomposiciones de bolsillo que están a cargo de Guzmán y Matías Kulfas: desde bonos para jubilados hasta programas de consumo y acuerdos de precios.

Un clásico de la Argentina en tiempo electoral: el plan supone un diferimiento de posibles soluciones estructurales. Para Massa, uno de los que sueñan con suceder a Alberto Fernández en 2023, lo que pase después de noviembre representa un desafío. Pero debe antes convencer de su candidatura a Cristina Kirchner, que ya le hizo saber personalmente en enero que prefería en esa carrera a Kicillof. “A Axel no le da”, repite desde hace tiempo entre íntimos el líder del Frente Renovador, que proyecta su aspiración sobre la base de tres suposiciones que, dice, harán que, a diferencia del actual presidente, no dependa tanto de la jefa: 1) tiene votos propios preexistentes al Frente de Todos, 2) lo respalda capacidad de gestión y 3) representa al peronismo tradicional.

Aunque en su propio espacio ven difícil que la vicepresidenta le permita siquiera competir en una primaria con el gobernador, creen que la relación entre ambos seguirá firme porque está edificada a partir de una alianza estratégica de poder: surge de la idea de una Cristina Kirchner implacablemente pragmática, capaz de perdonar a viejos adversarios si contribuyen al proyecto y, del mismo modo, en el caso contrario, pulverizarlos con una frase.

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