El plomero del Titanic está en manos de la Providencia

Apesar de que llenaron el CCK con asistencia casi perfecta, la mayor parte de los ejecutivos fue ayer al anuncio de Massa sin saber si estaba dando un salto al vacío. ¿Estarán los dólares para importar que el Gobierno les promete a cambio de congelar precios por 120 días? “Y, es un poco la duda de todos, pero tampoco es bueno quedarse afuera”, contestaron a La Nación en una multinacional. La Argentina obliga siempre a un acto de fe.

La buena voluntad empresarial, que se confirmará seguramente la semana próxima, cuando se firmen los acuerdos, reside de todos modos en la convicción de que el ministro de Economía es un fiel representante del establishment. Nadie lo duda. Bastaría con repasar las sonrisas con que lo recibieron anteayer en el vip de la conferencia industrial, en Parque Norte. O, también ahí, el abrazo interminable y las palabras que le dedicó al saludarlo Hugo Sigman. Y eso que todos lo saben aliado del kirchnerismo. Pero, perdido por perdido, como ya pasó con Guzmán, los empresarios sienten que la alternativa podría resultar peor.

Massa es un exponente cabal de la Argentina corporativa. Parte del éxito del programa anunciado ayer depende de esa condición: debe convencer a cada compañía de sumarse a la iniciativa a cambio de beneficios económicos. Una simple negociación; los empresarios lo entienden así. “Es un favor que te estamos pidiendo”, le dijo Miguel Ángel Rodríguez, director de Sinteplast y moderador en el panel de Parque Norte, cuando le habló de los dólares que la industria necesita para importar.

Al ministro no lo sorprendieron ni el tono ni el modo de razonar. Contestó en los mismos términos. Dijo que entendía que en un contexto inflacionario y de restricción externa hubiera quienes se cubren adelantando importaciones, pero que objetaba que algunos quisieran ganar market share “sobre la base del abuso de su relación con algún funcionario o de alguna medida judicial”. Todo dicho: en la Argentina cada cual golpea la puerta que puede. Por eso las empresas contratan especialistas. “Lo único bueno de todo esto es que valoriza el lobbying: en otra época yo estaría haciendo comunicación interna”, admitió uno de ellos.

Lobistas trabajando. Hasta el nombre del plan anunciado ayer parece pensado a los efectos de convencer: después de Precios Cuidados, Precios Máximos y Precios Esenciales, llega ahora Precios Justos. Es el sector privado el que deberá contribuir a la justicia social. Lo que Perón recomendaba para la comunidad organizada. Lo contrario a una democracia liberal. “Acompáñennos con este esfuerzo”, escuchan últimamente los ejecutivos que se reúnen con Matías Tombolini y Anastasia Daicich, convocantes al programa. El fundamento de la expresión “precio justo” es algo todavía pendiente. Por lo pronto porque hasta la riqueza tiene siempre un valor relativo. A Mises le gustaba recordar el origen del tenedor, atribuido a la hija de Constantino Duca en la Venecia medieval. Para una sociedad habituada entonces a comer con los dedos, que la aristocrática Teodora lo mandara a fabricar de oro o plata era motivo de escándalo. Cuenta la leyenda que San Pedro Damián, cardenal de la diócesis, hombre humilde y muy crítico de los excesos en que caían referentes de la Iglesia, llegó a definir en una homilía el utensilio como instrumentum diaboli.

El criterio del mercado único de cambios argentino parece a veces venir de un espíritu moralista. “Quisimos separar la paja del trigo, pero ahora no queremos que paguen justos por pecadores”, dijo Massa en la UIA. Entre los “pecadores” cuestionó a textiles y a fabricantes de motos que, dijo, aprovechan para pedir divisas que no se condicen con lo que producen, y agregó que no era lo mismo importar un insumo que un Maserati o cambiar dos veces de avión en un año. También volvió sobre la importación de tragamonedas. ¿Un mensaje para quién? ¿Angelici? ¿Cristóbal López? ¿Daniel Mautone, con quien dicen que terminó peleado? Como Massa, el mundo del juego es transversal.

Como ahora los intendentes tendrán la prerrogativa de quedarse con el 25% de la recaudación de las multas que apliquen a supermercados que incumplan el acuerdo, es probable que los señalamientos de este tipo proliferen. Otro signo de los tiempos: en la Argentina puede no quedar claro cómo viven muchos funcionarios y dirigentes políticos, pero sigue siendo redituable confrontar públicamente con los empresarios.

El problema del ministro es que, más allá de la retórica, él está obligado a resolver una crisis. Eso explica su largo titubeo cuando el periodista Roberto Navarro le preguntó si coincidía con la crítica de Cristina Kirchner a los aumentos en las prepagas. “Comparto filosóficamente el tuit –dijo–. Pero, más que quejarme, me toca trabajar en la resolución”.

La resolución llegó el miércoles. Y no fue una, sino seis. Mediante varias modificaciones, el Gobierno revocó la fórmula de aumentos vigente con la que Alberto Fernández, Guzmán y Moroni habían pensado devolverles a las prepagas la rentabilidad después del golpe de la pandemia. Habrá entonces diferimiento en esa recomposición, topes, una segmentación según ingresos de afiliados y cargos extras para los pacientes en las consultas. Las empresas dicen que es un problema. Las líderes, que esperaban el año próximo llegar al equilibrio operativo, proyectan ahora pérdidas de medio punto porcentual mensual contra la inflación. El modo de instrumentar los cambios no está claro. ¿Deberán pedirles a sus pacientes declaraciones juradas para no subirles la cuota a los de ingresos inferiores a 300.000 pesos, como dice la norma? ¿La AFIP aportará los datos? ¿Será un requerimiento mensual, por si hay despidos o alzas salariales? Daniel López, superintendente de Salud, se queja de que no tiene las herramientas para aplicar la medida. Dicen que a Carla Vizzotti tampoco la convence. Tal vez las prepagas y las clínicas deban volver a prestarles atención a los discursos de Nicolás Kreplak, ministro bonaerense del área, o el diputado Gollán. Podrán hacerlo hoy en Gualeguaychú, durante el IX Encuentro Nacional Médico, cuyo programa anticipa una distinción que hacen los organizadores: “gobernanza”, que sería el sistema sanitario que rige hoy, y “gobierno”, algo más ambicioso y que se aplicó durante la pandemia. Una inesperada nostalgia que Gollán expuso esta semana en la Universidad Nacional Arturo Jaureche, en Florencio Varela, durante una jornada preparatoria del foro: “Tenemos que recuperar la capacidad de gobierno, y el gobierno tiene que ser del Estado”, dijo. Kreplak propuso incluir el debate en la campaña presidencial.

Todavía no está claro si el plan de “gobernanza” es una convicción generalizada del Frente de Todos. Si, por ejemplo, incluye o no una de las ideas publicadas en las seis resoluciones: la creación de una comisión que evalúe el traspaso de las prepagas al ámbito de la Superintendencia de Seguros, algo que Alberto Fernández ensayó sin éxito en los 90 como funcionario de Cavallo y en lo que esta semana insistía Juan Manuel Olmos, vicejefe de Gabinete. ¿Adiós a la salud como servicio? ¿Al programa médico obligatorio? ¿Deberán funcionar con franquicias?

Son dudas que los empresarios no pueden despejar ni consultando en despachos oficiales. Nubarrones de administración que se suman a lo naturalmente fortuito. Massa protesta en voz baja por algunos de estos desencuentros, pero no suele exponerlos en público. Al contrario: anteayer, preocupado por la sequía y los dólares, les dijo a los industriales que se había convertido en especialista en mapas meteorológicos del INTA. “Vienen nueve días de buena lluvia”, sonrió. Un pronóstico alentador y, en cierto modo, hasta superador de su última figura retórica: el plomero del Titanic admite ahora estar en manos de la Providencia.

Francisco Olivera

Fuente: La Nación

Sea el primero en comentar en "El plomero del Titanic está en manos de la Providencia"

Deje un comentario

Su email no será publicado


*