El peronismo, ante su propio fracaso

Una mujer que busca una improbable redención en el pasado. Un hombre solo y acorralado por el presente. Un tercero en discordia que teme perder el futuro. Con esos personajes, el guionista de un culebrón mexicano podría escribir un éxito.

En la Argentina real, es la síntesis del drama que desnuda la precaria realidad que preside Alberto Fernández, los lejanos ayeres inventados de Cristina Kirchner y la nube negra que se dibuja en el porvenir de Sergio Massa, que para esta altura del año imaginaba ser un sólido candidato presidencial.

«El viejo recurso de culpar al gobierno anterior se le agotó bastante rápido al oficialismo»

El largo y atolondrado final del cuarto gobierno del peronismo kirchnerista reafirma lo que pudo verse desde el primer minuto: no hacer, hacer poco o hacer mal. Fenómenos globales que el resto de los países están capeando, como la pandemia y las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania, entre nosotros fueron utilizados como excusas de efecto crónico.

El viejo recurso de culpar al gobierno anterior se le agotó bastante rápido al oficialismo no bien pudo verse que la herencia de Mauricio Macri había sido empeorada en los planos más ásperos de la realidad: la inflación, el empobrecimiento y la inseguridad.

«La procrastinación y el tironeo interno forman parte de un mismo combo»

En el camino se despinta la idea inoculada a gran parte del país por el propio peronismo en todas las épocas: que solo esa fuerza es la única capaz de gobernar bien el país. Una parte muy numerosa de argentinos han terminado de descubrir durante el gobierno del trío Alberto-Cristina-Massa que todo era un engaño. Otros ya descreían de semejante invento desde hace mucho más tiempo.

El fracaso de la gestión es tan visible que hasta se hace difícil saber qué influyó más para que se produjera, si la decisión de no hacer nada y eludir cualquier transformación estructural para encarar los problemas centrales o la división interna que reduce la administración al enfrentamiento de fracciones inconexas de dirigentes.

La procrastinación y el tironeo interno forman parte de un mismo combo originado en el pecado original con el que se construyó la presidencia de Fernández, con un tuit de Cristina Kirchner, más el regreso sin gloria de Sergio Massa al redil kirchnerista.

«El Presidente persiste con su plan de reelección sin que nadie se ofrezca para acompañarlo»

Posponer las soluciones hizo crecer la crisis hasta límites muy peligrosos. El Presidente celebró en público no contar con un programa económico y ahora mira desde lejos como el ministro Massa fracasa en su intento de evitar el desborde de los precios y la falta de dólares. El fracaso se puede poner en cifras. La pobreza irá por encima del 40% al compás de la peor ola inflacionaria en más de 30 años.

Ninguna desgracia viene sola. El empobrecimiento masivo y la falta de esperanza detona en todas las capas sociales. Los hijos de la clase media y alta emigran; los chicos pobres no tienen trabajo y si lo tienen es precario.

En todos los rincones del país el aumento de los delitos contra la propiedad está atormentando a los gobiernos locales. La inseguridad se está convirtiendo en un asunto de campaña electoral en cada distrito.

Mejor no hablar de Rosario, donde el brote de la violencia narco se explica por el completo abandono por parte del Gobierno y por las contradicciones y torpezas de la administración santafesina. La negación del problema provocó que en los últimos tres años haya aumentado un 30% la cantidad de asesinatos en Rosario. La tasa de homicidios en esa ciudad duplica a la actual en Medellín, en cuyo espejo los rosarinos están obligados a mirarse ante la inoperancia de los poderes públicos.

El divorcio político del trío gobernante se explica por la gestión fallida, pero también por la perseverancia en una construcción de egos que enajena a sus propietarios. Un ejemplo: es tan insignificante el poder presidencial que Alberto Fernández se enteró de la intervención de Edesur luego de que hubiera sido consumada por Massa. Hasta funcionarios de cuarto nivel comentan como si fueran ajenos los errores y papelones cotidianos.

Para que el sinsentido sea mayor, el Presidente persiste con su plan de reelección sin que nadie se ofrezca para acompañarlo. ¿Cuánto más durará esta escena patética en la que alguien quiere quedarse contra la voluntad de todos los que quieren que se vaya al finalizar su mandato?

«El ministro que soñaba con ser candidato enfrenta peores socios de lo que imaginaba»

Massa se tiró a la pileta de la economía creyendo que con sus tácticas de aspiración de dólares más algunas medidas ortodoxas podría controlar la inflación y fondear el Banco Central. El déficit es tan ingobernable como los precios y la confianza en la muñeca política del ministro parece haberse quebrado, más allá del apoyo que tiene de los Estados Unidos y del propio Fondo Monetario, basado en la necesidad de evitar un estallido de la Argentina.

El ministro que soñaba con ser candidato enfrenta peores socios de lo que imaginaba. El kirchnerismo duro lo critica por conservador y acuerdista con el Fondo, pero en privado le ruega que haga el ajuste por cuenta propia; el albertismo se burla de él tras las cortinas de la Casa Rosada. Se trata, al fin, de la celebración de la desgracia propia.

La situación es extrema a simple vista. El manotazo –otro de una larga lista en varias décadas– a los fondos previsionales refleja la desesperación por buscar dólares a cualquier costo. Mejor dicho, al costo sideral de intereses imposibles y de la pérdida de divisas para pagar las jubilaciones.

Abstraída con sus problemas judiciales, Cristina Kirchner no logró contagiar al resto del país la preocupación por su propia situación personal, al extremo de repetir discursos en contra de los jueces que la condenaron. Su debilidad es hija de la separación de su realidad de la realidad del resto de los argentinos. La vicepresidenta vive en su propio mundo, entre la angustia de los juicios que la encuentran culpable y la evocación de un pasado que cada vez menos recuerdan tan fantástico como ella.

Asoman las luces del final, tenebrosamente precipitadas. Falta mucho para diciembre y el futuro del kirchnerismo se reduce a llegar en el poder al día en que asuma el nuevo presidente.

Sergio Suppo

Fuente: La Nación

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