Una extraña sensación atraviesa a muchos después de 140 días de aislamiento, semiencierro o libertad condicionada. El mundo, el país, la ciudad se pararon, quedaron congelados, ralentizados. Y, sin embargo, sentimos más cansancio que cuando la vida iba en cámara rápida. Necesitamos como nunca un descanso. O volver a poner en marcha la rueda de placeres, trabada en algún punto del universo.
Alguien debería contarle lo que pasa fuera de los despachos a algunos funcionarios. Como a Daniel Gollán, el ministro de «salud» bonaerense. Cuando faltan cuatro meses para el verano (una eternidad) se le ocurrió anticipar que si no hay vacuna contra el covid nos olvidemos de salir de vacaciones.
Borges afirmaba que «el futuro no tiene otra realidad que la esperanza presente». Gollán está tiempo de aprenderlo o recordarlo. Evitaría otro atentado al mañana, bombardeando las ilusiones de hoy. Insalubre. Pero el peronismo y el genial escritor nunca se llevaron bien. Lamentablemente, «estamos hechos de olvido». También de Borges.
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