El gobierno de Alberto Fernández, una fábrica de memes de sí mismo

Sobran en los últimos días ejemplos de cómo el gobierno nacional se ha convertido en una usina de memes de sí mismo. Ni los propios dirigentes de su fracción se tomaron en serio las recientes declaraciones de Alberto Fernández que daban por seguro que “somos el país del mundo que más creció después de China”. No menos ridícula sonó la frase del canciller Santiago Cafiero, quien aseveró que “la Argentina tiene hoy un rol relevante en el mundo por el liderazgo de Alberto”. Y, por si fuera poco, el diputado Carlos Heller sostuvo que “la Argentina sigue siendo uno de los países donde mejor se vive en la región”, quizás olvidando que el salario mínimo de un trabajador de nuestro país asciende apenas al equivalente a 178 dólares al cambio blue y es uno de los más bajos de América latina.

Si las frases del Presidente y su canciller hicieron sonrojar a propios y extraños, llamó la atención que cuando el primer mandatario le dijo a un grupo de intendentes del Frente de Todos que “si le seguimos pegando tiros al piso del bote nos vamos a hundir todos”, nadie pareció salir a avalar sus dichos. La mayoría de los dirigentes peronistas sienten como algo ajeno a ellos al gobierno de Alberto Fernández, quien definitivamente no encarna un liderazgo para casi ninguno de ellos.

La paradoja radica en un gran número de dirigentes kirchneristas que ostentan la pretensión de no ser considerados parte del Gobierno y no dudan en cuestionar al Presidente, aunque ocupen cargos y manejen cuantiosos recursos dentro de la estructura de la administración pública nacional o de empresas con participación del Estado.

Ninguno de esos hombres, identificados con La Cámpora o con otras fracciones del kirchnerismo, está dispuesto siquiera a considerar su renuncia, pese a sus explícitas diferencias con el jefe del Estado.

Los intentos por despegarse del gobierno de Fernández y de un hipotético traspié nacional ha hecho que la mayoría de los gobernadores peronistas hayan impulsado desdoblamientos electorales en sus provincias. Del mismo modo, el kirchnerismo busca rearmarse en el distrito bonaerense sin compartir un ápice de poder con los dirigentes más afines al Presidente.

Si el Presidente renunciara hoy públicamente a la posibilidad de ser reelegido, terminaría por vaciar del todo su ya de por sí escaso poder político. Y si confirmara su candidatura, desataría una aún más feroz lucha política interna

El propio primer mandatario exhibe sus debilidades. Como, por ejemplo, cuando recientemente admitió que gobierna “con los que puede”. Una manera de reconocer que, por presiones de Cristina Kirchner, no ha podido evitar el alejamiento de algunos de sus funcionarios de confianza ni puede desprenderse de ciertos ministros con quienes casi no se habla, como su ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro.

Así las cosas, resulta prácticamente imposible pensar con seriedad en una candidatura de Alberto Fernández a ser reelegido como presidente de la Nación. Una alternativa que el propio jefe del Estado se niega a desechar públicamente, pero en la que nadie –salvo Santiago Cafiero– parece creer.

No parece factible que pueda postularse a su reelección Alberto Fernández cuando apenas tiene una imagen positiva del 19% y una percepción negativa del 76%, de acuerdo con el último sondeo de opinión pública de las consultoras D’Alessio Irol y Berensztein.

En el riñón del entorno presidencial, se reconoce que si, a estas alturas, el Presidente renunciara hoy públicamente a la posibilidad de ser reelegido, terminaría por vaciar del todo su ya de por sí escaso poder político. Y si, por el contrario, confirmara su candidatura, desataría una aún más feroz lucha política en la coalición gobernante.

¿Qué puede hacer por ahora Alberto Fernández? En primer lugar, tratar de neutralizar a “Wado” de Pedro con la inminente designación de Agustín Rossi como jefe de Gabinete en reemplazo de Juan Manzur, quien dejará en días más ese cargo para consagrarse a la campaña electoral en Tucumán. La idea del Presidente sería que Rossi se quede con algunas atribuciones que hoy tiene De Pedro, como la relación con los gobernadores, además de convertirse en una suerte de nuevo vocero del Gobierno y en virtual jefe de campaña.

La segunda maniobra del Presidente es la convocatoria a la mesa electoral que tanto le reclamó en su momento Máximo Kirchner, pero con tanta gente y tantos sectores invitados, de modo tal que el poder del kirchnerismo quede diluido. Algo que permite presagiar un nuevo conflicto en puerta entre el primer mandatario y su vicepresidenta.

Fernando Laborda

Fuente: La Nación

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