El cercano final de un todopoderoso, otro reflejo de una crisis sistémica

RÍO DE JANEIRO.- Poco a poco, la imagen de Lula todopoderoso, intocable, se desmorona. Líder de la izquierda latino-americana, figura insoslayable de la política brasileña desde el retorno de la democracia, cofundador del Partido de los Trabajadores (PT) y el jefe de Estado más popular de la historia contemporánea de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva se convirtió ayer en el primer ex presidente de este país en ser condenado por corrupción. ¿Significa esto su fin? Sería precipitado asegurarlo.

Aún le quedan algunos recursos jurídicos y su incuestionable habilidad política, la misma que lo mantiene como gran favorito para las elecciones de 2018. Pero el fallo puso en evidencia -una vez más- que la crisis política en Brasil es sistémica. El año pasado le tocó a la presidenta Dilma Rousseff, destituida a través de un traumático proceso de impeachment por manipulación de las cuentas públicas; ayer a Lula, y quizá mañana al actual jefe de Estado, Michel Temer, quien por estas horas busca desesperadamente escapar de una denuncia penal por corrupción.

«Todo el sistema político está crujiendo y existe el consenso en la sociedad de que sin una reforma política, sin cambios en nuestras instituciones, no podremos hallar una verdadera salida», dijo a LA NACION Paulo Calmon, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.

Todavía es prematuro predecir cuál será el impacto que tenga esta sentencia en la campaña electoral; habrá que ver, antes, si se confirma en segunda instancia. Lo que sí se puede prever, y es lo que ya comenzó a hacer el PT, es que se profundizará su discurso de victimización, de blanco de una persecución política. Pero se verá obligado a cambiar de estrategia si Temer -apuntado por la izquierda como uno de los arquitecto de la «conspiración» antipetista- también termina en el banquillo de los acusados.

«El problema con el PT es que ha girado principalmente en torno a la imagen de Lula, y no ha buscado renovar los liderazgos del partido; tras el impeachment a Dilma asumió una posición defensiva, prometió el regreso con gloria de Lula, y si lo pierde en plena contienda electoral quedará en muy mal estado para los comicios del próximo año», advirtió la cientista política María Herminia Tavares de Almeida, profesora de la Universidad de San Pablo.

La actitud que tomen las otras fuerzas políticas también está por verse. El mayor rival del PT, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), quedó muy manchado por el último escándalo de sobornos del frigorífico JBS, sobre todo sus presidenciables Geraldo Alckmin, gobernador del estado de San Pablo, y los senadores José Serra y Aecio Neves, defenestrado titular de la agrupación. El único que se salvó de cualquier acusación fue el nuevo alcalde de la ciudad de San Pablo, João Doria, figura ascendente dentro de las filas socialdemócratas, aunque con crecientes problemas en el gestión de la mayor metrópolis brasileña.

Desde la extrema derecha, el diputado Jair Bolsonaro, del Partido Social Cristiano, también está en alza en las encuestas de intención de voto para 2018 y podría buscar beneficiarse si Lula saliera de la pista. Pero difícilmente el discurso radical y de odio de este ex militar le gane muchos votos en la clase media brasileña que mejoró su calidad de vida durante la era Lula.

Con el ahora oficialista Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en franco descenso debido a la impopular administración de Temer y sin posibilidades reales de que impulse a un candidato propio, tal vez quienes más margen tengan para ganar si Lula se volviera inelegible serían sus ex ministros Marina Silva y Ciro Gomes. Sin embargo, ambos enfrentan fuertes obstáculos para consolidar su fuerza política y tener posibilidades ciertas en las urnas.

«La crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo está muriendo y lo nuevo no puede nacer; en ese interregno puede aparecer una gran variedad de síntomas mórbidos», advirtió ya en sus Cuadernos de la Cárcel el filósofo marxista italiano Antonio Gramsci.

Como en aquellos convulsionados años 30, la política brasileña está hoy en plena transformación, empujada aquí por ciertos sectores del Poder Judicial y de la sociedad. Una sociedad que el PSDB de Fernando Henrique Cardoso y el PT de Lula ayudaron a construir, pero que hoy parece estar dejando a estos líderes tradicionales atrás, estancados en sus prácticas políticas anticuadas. Lo que vendrá aún está por verse.

Fuente: La Nación   Alberto Armendariz

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