Hace seis años el español Andrés Barba publicó una novela tan formidable como inquietante. Por calidad narrativa y capacidad de interpelar al lector. Su República Luminosa cuenta la historia de 32 chicos que un día se adueñan de las calles de una ficticia ciudad, a la que durante un año y medio tienen en vilo hasta que se esfuman. Mendigan, roban, destruyen y matan a sangre fría. Son niños. Pero no lo son. O, al menos, no son los niños del canon del candor y la inocencia. Violentos e impiadosos sin ningún fin, obligan a replantear paradigmas sobre la infancia, pero mucho más sobre las premisas de los adultos.
El asesinato de Fernando Báez Sosa a manos de ocho jóvenes de su misma edad, no niños, pero sí adolescentes, podría servir para revisar varios paradigmas. Aunque la adjudicación de una identidad monstruosa, inhumana, quizá obture esa oportunidad. Y los “monstruos” seguirán estando ahí. Lo de Villa Gesell no es una ficción ni fue una aparición cuasi alienígena. Ellos son parte de nosotros. Son muchos más que ocho. Y cada noche en todo el país protagonizan hechos similares, aunque casi siempre sin semejantes consecuencias. Nuestra “república luminosa” puede ser mucho más oscura de lo que creemos y queremos ver.
Fuente: La Nación
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