Cristina Kirchner, ante un laberinto sin salida

El desconcierto frente a la magnitud de una crisis económica no exenta de chapucerías gubernamentales y el natural nerviosismo ante un escenario electoral adverso están motivando desesperadas maniobras mediáticas desde el kirchnerismo, asociadas al operativo clamor por la candidatura presidencial de Cristina Kirchner. En un país serio bastaría la contundencia con que la vicepresidenta de la Nación afirmó que no será “candidata a nada” para desechar cualquier rumor en sentido contrario. Pero en la Argentina la devaluación de la palabra de nuestros más altos funcionarios es tan grande que hasta las situaciones más impensables pueden tornarse verosímiles.

El 6 de diciembre último, al cuestionar la sentencia del tribunal oral que la condenó en primera instancia por corrupción, Cristina Kirchner aseguró públicamente: “No voy a ser candidata a nada. Mi nombre no va a estar en ninguna boleta”. Pocos días después, no ocultó su disgusto por el hecho de que se hablara de su “renunciamiento” o “autoexclusión” e introdujo un nuevo relato, según el cual de lo único que debía hablarse era de una “proscripción”. La estrategia de la victimización se hizo carne en la militancia cristinista y convivió, desde entonces, con el operativo clamor por su candidatura.

Más recientemente, el 27 de abril, en el Teatro Argentino de La Plata, ante los gritos de militantes que coreaban el estribillo “Cristina presidenta”, la vicepresidenta les respondió: “Tranquilos, no se hagan los rulos”. Y, en lo que pareció una confirmación de que no buscaría un tercer mandato presidencial, agregó: “Yo ya viví, di lo que tenía para dar”.

Viene al caso recordar que, cuando transcurría el último año de su primer mandato presidencial, durante el verano de 2011, en un acto público realizado en José C. Paz, frente a versiones que daban cuenta de que buscaría ser reelegida, Cristina Kirchner enfatizó: “No se hagan los rulos. No me muero por volver a ser presidenta. Yo ya di todo lo que tenía que dar. A mí no me van a correr”. Fueron, curiosamente, las mismas frases que empleó recientemente en La Plata, pero en esa oportunidad terminó postulándose a su reelección.

Si Massa no parece el mejor candidato en el actual contexto, la posición de Cristina Kirchner dista de ser ideal según las encuestas

¿Podría repetirse ahora la misma historia? Fuentes cercanas a la vicepresidenta y dirigentes más afines al presidente Alberto Fernández desechan esa posibilidad y señalan que la última información que tienen es que la vicepresidenta ha ratificado que no piensa ser candidata.

¿No podría, como en 2011, terminar haciendo algo distinto de lo que dijo? La respuesta de quienes dicen conocerla es tajante: “En 2011 el escenario era muy distinto. Existía la certeza de que si Cristina se presentaba, ganaba. Y ganó con el 54% de los votos. Hoy eso es inimaginable”.

Hay otro argumento que indica por qué la vicepresidenta no se postularía a la jefatura del Estado otra vez. Si no quiso ser candidata presidencial en 2019, con más chances de ganar que hoy, ¿por qué querría postularse ahora, en un contexto económico peor que el de hace cuatro años?

En favor de que sea candidata a la Casa Rosada, distintos observadores políticos esgrimen dos razones: la primera pasa por la necesidad de gozar de fueros para no ser detenida si la Justicia la condenara definitivamente en alguna de las causas que tiene abiertas. La segunda guarda relación con cuestiones meramente electorales y es que su presencia en una boleta ayudaría, por efecto arrastre, a mejorar la performance del oficialismo en la provincia de Buenos Aires, al que el kirchnerismo busca consolidar como su último bastión y desde donde espera resistir a un gobierno nacional de otro signo político. Es cierto que ambos efectos podrían lograrse también sin necesidad de que Cristina Kirchner sea candidata presidencial; bastaría con que se postule como senadora nacional por el distrito bonaerense.

Las hipotéticas estrategias electorales que discute hoy el kirchnerismo serían al menos cuatro:

. La primera es que Sergio Massa sea el candidato presidencial. Claro que, para que esta alternativa se consolide, es menester atenuar la inflación y frenar la crisis cambiaria.

. La segunda opción, alentada por Máximo Kirchner, es persuadir a Axel Kicillof de postularse a la presidencia de la Nación. Se trata de una jugada resistida aún por el gobernador bonaerense, quien sueña con ser reelegido al frente de la provincia y sospecha que esa movida obedece a la intención de los dirigentes de La Cámpora de instalar en el sillón de Dardo Rocha a otro dirigente más afín, como Martín Insaurralde o Eduardo “Wado” de Pedro.

. El tercer escenario, para el caso de que ni Massa ni Kicillof sean de la partida, sería abrir una competencia en las PASO entre alguno de los candidatos más cercanos al cristinismo, como podría ser el propio De Pedro, y otro más afín a Alberto Fernández, como Daniel Scioli o Agustín Rossi. Se trata de la opción que menos confianza provoca entre los dirigentes kirchneristas, por el escaso peso específico que hoy exhiben en las encuestas de intención de voto esos nombres.

. El último escenario, pensado para evitar un catastrófico tercer puesto, es persuadir a Cristina Kirchner de que sea, finalmente, la candidata presidencial.

Pese a que, en los últimos días, bajó algo la fiebre por el dólar, la tensión cambiaria y la situación de las reservas netas del Banco Central –que algunos economistas consideran negativas– ponen a Massa en una situación incómoda. El ministro de Economía también retrocedió un par de casilleros en su carrera hacia la candidatura presidencial por otros dos traspiés. El primero fue la decisión, luego desechada, de postergar la difusión del aumento del costo de vida de abril hasta después de los comicios provinciales del próximo domingo. Insólitamente, el Gobierno pagó no solo el costo de una medida absurda, que nos retrotrae a los tiempos en que el Indec falseaba las estadísticas de inflación, sino que también afrontó las consecuencias de dar marcha atrás con la decisión, luego de las fuertes críticas recibidas. El otro papelón fue el de la delegación de notables que volvió de Brasil con las manos vacías, pese a incluir al Presidente y a tres precandidatos presidenciales: Massa, Scioli y Rossi. Lo peor fue la premeditada y sobreactuada humillación pública a la que el presidente argentino fue sometido por su “amigo” Lula, quien, sin duda, lee los diarios brasileños y advirtió las críticas que hubiese despertado cualquier ayuda económica del Estado brasileño a un gobierno que se considera despilfarrador e irresponsable.

Si Massa no parece el mejor candidato en este contexto, la posición de Cristina Kirchner también dista de ser ideal según las encuestas. La última medición de abril de CB Consultores la muestra con fuertes niveles de imagen negativa en los cinco principales distritos: 58,2% en Buenos Aires; 74,5% en CABA; 81,7% en Córdoba; 74,3% en Santa Fe, y 79,2% en Mendoza. Otra encuesta, de Giacobbe & Asociados, indica que el 63,7% de la población coincide en que en estas elecciones hay que frenar al kirchnerismo, en tanto solo el 33,4% cree que a quien hay que frenar es a la derecha.

Según la consultora Opinaia, el Frente de Todos solo tiene un techo de intención de voto del 35% (15% de voto seguro y 20% de voto probable), inferior al de Juntos por el Cambio (50%) y al de La Libertad Avanza (62%). Pero en favor de Cristina Kirchner, analistas de opinión pública estiman que, con ella como candidata, el Frente de Todos estaría más cerca de su techo electoral que de su piso.

La pregunta que muchos se formulan es cómo digerirían el mercado financiero y el propio gobierno de los Estados Unidos –y, por añadidura, el FMI– una eventual aunque por ahora improbable candidatura presidencial de Cristina Kirchner, cuando la vicepresidenta no ha hecho últimamente otra cosa que alentar las alianzas con China y advertir que “viene un mundo diferente”.

Fernando Laborda

Fuente: La Nación

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