Cómo cambiar la medición oficial de precios y evitar suspicacias

La historia de los controles de precios ya lleva más de 40 siglos, de manera que la inflación es más antigua todavía. Pero la moderna estimación, tanto oficial como privada, del aumento sistemático del nivel general de los precios arrancó con las fórmulas propuestas en Alemania, en la década de 1870, por Ernst Louis Etienne Laspayres y Hermann Paasche. ¿Por qué en la Argentina 2024 hay que modificar la forma de cálculo del índice de los precios al consumidor?; y, sobre todo, ¿cómo evitar las suspicacias de que el actual gobierno en realidad pretende “dibujar” la estimación oficial de la tasa de inflación?

Al respecto conversé con la norteamericana Elizabeth Ellis Hoyt (1893-1980), quien estudió en la universidad de Boston y en Harvard, y enseñó en el Wellesley College y en la universidad estatal de Iowa. En 1928 visitó China, Corea y Japón. “Esta experiencia, que consideraba la más importante de su vida, le hizo surgir una perspectiva humanitaria, que impactó sobre sus trabajos posteriores”, apunta Paul Aitken. La consulté porque en el National Industrial Conference Board organizó encuestas para construir un índice de precios al consumidor, tarea que resultó fundamental en su carrera, prestándole particular atención a los cambios en el costo de la vestimenta, la renta y el transporte.

–Según Elizabeth Parsons, usted expandió el análisis del consumo.

–Así es. Incorporé variables como el tiempo, la energía y el dinero. Nada de esto parece ser revolucionario hoy, pero lo fue entonces. Muchas de las ideas desarrolladas por Gary Stanley Becker en la década de 1960, parecen estar basadas en las semillas plantadas por mí. Mi especialización en aprendizaje, en materia de consumo y comunicación entre las culturas, fue una reacción a la estrechez mental entonces imperante. Realicé una contribución histórica a la investigación sobre la teoría del mercadeo, realizada por mujeres. Siempre adopté un enfoque holístico para analizar la economía.

–¿Cuál fue el aporte concreto de Laspayres y Paasche?

–No hay que ser un genio de la economía para advertir que a una persona que gasta 95% de su ingreso en la compra de pan, y el resto en la adquisición de un perfume, a su bolsillo no le da lo mismo que se duplique el precio de cada uno de los bienes mencionados. Pues bien, Laspayres y Paasche sistematizaron esta importante idea.

–¿Qué hicieron?

–Sugirieron calcular la evolución del nivel general de los precios, multiplicando cada uno de ellos por la importancia que el gasto en el producto respectivo tiene sobre el gasto total de los consumidores. En otros términos, sugirieron valuar en diferentes períodos una estructura de ponderaciones, que el público no especializado denomina “canasta”. La tasa de inflación se calcula dividiendo los valores referidos a diferentes períodos, restándole 1 y multiplicando por 100.

–¿Cuál es la diferencia entre la fórmula de Laspayres y la de Paasche?

–Que la primera utiliza las ponderaciones del período base, mientras que la segunda las del último período. La primera se utiliza muchísimo más que la segunda, porque la de Paasche obliga a volver a estimar la canasta en cada período; un costo verdaderamente prohibitivo.

–¿Por qué en la Argentina 2024 hay que actualizarlas?

–Voy a eso, pero primero le recuerdo que no es la primera vez que ocurre en su país, ya que en la Argentina las ponderaciones fueron modificadas en 1943, 1960, 1974, 1988, 1999, 2008 y 2014.

–Insisto, ¿por qué hay que actualizar las ponderaciones?

–Porque la modificación del ingreso de los consumidores altera cuánto se compra de cada producto; porque aparecen y desaparecen productos; porque aparecen y desaparecen puntos de venta, etcétera. Recuerdo la importancia que la “barra de hielo” tenía en la canasta de 1943, que si no desapareció disminuyó notablemente en importancia, en la canasta de 1960, por la irrupción de la heladera familiar.

–Esta tarea no se hace de la noche a la mañana.

–En efecto. Se supo que el Indec hace un año que está trabajando en esto, y que recién se pondrá en práctica dentro de algunos meses. La canasta que utiliza el actual índice corresponde a 2004/5, la nueva a 2017/18.

–En ésta más que susceptible Argentina, ¿qué puede hacer el Gobierno para despejar las dudas referidas a si la iniciativa no busca disimular parcialmente la tasa de inflación?

–Contesto, pero sin hacerme muchas ilusiones al respecto. Porque ustedes, argentinos, son muy afectos a las explicaciones conspirativas; cuanto más rebuscadas, mejor. Le voy a explicar lo que tiene que hacer.

–Lo escucho.

–El instituto dirigido por Marco Lavagna tiene que ser trasparente, lo cual implica publicar la vieja y la nueva canasta, para que cualquiera pueda compararlas. No sólo eso, desde el mes en que inaugure el uso de la nueva canasta, durante algunos períodos debería publicar la estimación oficial de la tasa de inflación, según ambas canastas.

–Para adelante. ¿Qué tal recalcular, digamos, los últimos años?

–No se lo recomendaría, porque podría dar lugar a juicios o a recálculo de contratos indexados. No resultará fácil explicarle a los jueces lo que en economía denominamos “el problema de los números índices”, según el cual la tasa de variación de cualquier agregado depende de la estructura de ponderaciones utilizada. Problema que, por su naturaleza, no tiene solución.

–Técnicamente, deberíamos esperar que el nuevo índice diera menos que el anterior.

–Efectivamente, porque si las personas modifican su comportamiento, volcándose a los productos cuyos precios aumentaron menos, la actualización de las canastas aumentará la ponderación de los productos relativamente más baratos. Veremos la cuantía del fenómeno.

–¿Qué debería hacer el Indec, con las famosas promociones, descuentos, etc.?

–Enorme desafío metodológico. Pedirles a los funcionarios que, de la noche a la mañana, modifiquen la forma en la que captan los precios, para estimar la “verdadera” tasa de inflación, es pedirles demasiado. Pero no cuando, con mucho tiempo, están trabajando en el diseño y la compilación del nuevo índice.

–Cualquiera que recorra un supermercado advertirá cuán complicado es este desafío.

–De acuerdo, sólo se sabe cuánto se pagará por cada producto cuando la cajera haga la cuenta, incorporando promociones, tarjetas, día de la semana, etc. Pero suponer, como implícitamente ocurre ahora, que las promociones son una proporción fija de los precios de lista, de manera que ignorándolas el Indec estima correctamente la tasa de inflación, suena más a pretexto que a otra cosa. Porque la realidad actual es precisamente una en la cual las promociones son cualquier cosa menos una proporción constante de los precios de lista.

–Doña Elizabeth, muchas gracias.

Juan Carlos de Pablo

Fuente: La Nación

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