El ajuste no es fiscal, es del bolsillo.

La montaña de dinero que el gobierno le concedió el martes a las obras sociales y la devolución a las provincias de una enorme masa de recursos coparticipables, son las últimas dos de una larga lista de decisiones económicas que, analizadas en conjunto, enseñan que en los primeros ocho meses de gestión del macrismo no hubo nada parecido a un fuerte ajuste fiscal. Donde sí hubo un ajuste fortísimo fue en el poder adquisitivo del salario.

Para calmar el malestar sindical, el gobierno les entregó $ 2.700 millones en efectivo y 14.000 millones en bonos con sus correspondientes intereses. Para seguir manteniendo gobernabilidad, comenzó a devolverles a las provincias lo que reclamaban de coparticipación desviada a la ANSeS, que sólo este año implicará pagos por $ 37.000 millones más 24.700 millones prestados por el Fondo de Garantía de Sustentabilidad.

A la cuenta hay que agregar varios miles de millones de pesos que recibirán este año beneficiarios de AUH y jubilados que cobran haber mínimo por la devolución de 15 puntos de IVA. También un monto, imposible de precisar pero significativo, que desde el mes próximo el Estado comenzará a pagar por la deuda acumulada con los jubilados y por el reajuste de haberes.

A lo que hay que sumar la pérdida de recaudación por la rebaja y eliminación de retenciones, y por el aumento en el mínimo no imponible de Ganancias. Según el titular de la AFIP Alberto Abad el Estado dejará de percibir este año $ 50.000 millones por los cambios en Ganancias y otro tanto por el beneficio al agro y a la minería. Con esto último coincide el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), que calculó que el recorte en las retenciones al agro tuvo en el primer semestre un costo fiscal de casi u$s 1700 millones.

Aunque no agotan la lista, los anteriores son los casos más relevantes de medidas que requirieron aumentar el gasto público o resignar recaudación, y alcanzan para ilustrar que en términos macroeconómicos la política fiscal no ha sido contractiva. Es decir que no ha habido ajuste en ese sentido.

Los números de la secretaría de Hacienda lo confirman. En el primer semestre el gasto primario aumentó más que la recaudación, con lo cual el déficit primario aumentó nominalmente en relación a igual período del año anterior. Y si la comparación se realiza a precios constantes, el déficit primario a valores reales apenas se redujo en $ 7673 millones. Nada parecido a un fuerte ajuste. No es por ahí por donde corresponde correr al macrismo por izquierda, aunque por cierto algunas de las medidas fiscales fueron regresivas.

En un artículo sobre el programa económico del macrismo que publicó en el portal El País Digital, Jorge Carrera, ex economista jefe del Banco Central durante el kirchnerismo, sostiene que cuando el gobierno vio que su esquema original de redistribución a favor del capital no se traducía en inversión ni en crecimiento ‘decidió un cambio drástico en la política fiscal’ con aumento a los jubilados, a las provincias y con un mega-anuncio de obras públicas. «Este volantazo fiscal es la mayor confirmación de que la esperanza de un crecimiento no estaba funcionando y una comprobación directa de la que expectativa de que la inversión privada lidera un crecimiento suficiente es lejana», dice el actual profesor de finanzas internacionales de la Universidad de La Plata.

Algo similar había señalado el estudio de Miguel Bein en el informe de hace ya dos meses que llevó como título «Ajuste ¿Cuál ajuste?». Y lo mismo Ecolatina, que por entonces decía que «si bien se avanzó en el proceso de recorte de subsidios, ello no alcanza para compensar la quita/reducción de retenciones, el aumento del mínimo no imponible de Ganancias, los incrementos de asignaciones familiares, y la reducción del IVA próximamente, entre otras medidas».

Si dos meses atrás el recorte de subsidios no alcanzaba a compensar las medidas expansivas, mucho menos ahora que la justicia frenó los aumentos de tarifas.

En la discusión sobre si hubo o no ajuste fiscal la razón está más del lado de los ortodoxos que, como los consultores de Economía&Regiones o aún más extremistas, se quejan de «la mala política fiscal del gobierno» que «en la primera mitad de 2016 logró el mismo déficit que en la primera mitad de 2015». Son los que corren al gobierno por derecha y reclaman un ajuste. Vade retro.

El verdadero ajuste de estos primeros ocho meses de macrismo lo sufrió el salario real y, en general, el poder adquisitivo de la mayoría, con pérdidas que en promedio supera el 10%. No hay duda de que la política económica ha perjudicado a los sectores populares y ha fracasado en impulsar el crecimiento.

El peligro es que en la situación actual el gobierno les haga caso a los que en plena recesión piden ajuste fiscal, y debilite aún más a una demanda agregada que ya viene castigada por la caída del consumo y de las exportaciones, y por la evidencia de que, en general y salvo excepciones sectoriales, la inversión privada no está respondiendo como esperaban a la redistribución y a un estilo market friendly.

Fuente: El Cronista   Marcelo Zlotogwiazda

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