¿Qué es un loro que aprendió a decir oferta y demanda?

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“Un economista”, fue la ocurrente respuesta de George Bernard Shaw, cuando se le preguntó qué es un loro que aprendió a decir “oferta y demanda”. Este irlandés, que vivió entre 1856 y 1950, migró a Londres, donde se inmortalizó como novelista y autor de obras de teatro, como Pigmalion, conocida en la Argentina como Mi bella dama. Le gustaba pulsear con Winston Churchill, quien tampoco se quedaba atrás. Cuando estrenó una de sus obras, Shaw le envió un par de entradas para el estreno, con la leyenda: “Para que venga con un amigo, si es que tiene alguno”. Churchill le respondió que ese día no podía ir, pero que por favor le enviara entradas para la segunda función, “si es que hay”.

Al respecto, conversé con el inglés Alan Coddington (1941-1982), quien se especializó en tres temas: teoría de la negociación, economía del medio ambiente y metodología e historia del pensamiento económico del siglo XX.

Según Victoria Chick, se destacó particularmente en esta última área, trabajando no solo sobre Keynes, sino también sobre Hicks, Shackle, Friedman, Hahn, Malinvaud, Clower y Leijonhufvud. Se suicidó, como también lo hicieron Alan Bennett Krueger, Friedrich List, Karl Schlesinger y Henry Calvert Simons.

–Su libro titulado, La economía keynesiana: la búsqueda de los primeros principios, fue publicado póstumamente, en 1983.

–A propósito de esta obra, George Lennox Sharman Shackle dijo lo siguiente: “Coddington le introdujo a la teoría económica una extrema sensibilidad a las ideas y una rara sutileza de pensamiento; un deseo para examinar enfoques muy diferentes entre sí, pero también una capacidad para elegir agudamente entre ellos. Era obsesivamente cuidadoso y hasta pesado en la expresión. Se hubiera lucido en los estrados judiciales. En el libro contrasta estilos de pensamiento, que un poco simplificadamente podríamos llamar clásico y romántico. Keynes era un romántico. El libro contrasta la montaña romántica y el lago clásico (la primera es escarpada, el segundo es calmo). Por instinto, Hicks es un clásico, pero uno sensible al irresistible hechizo romántico de Keynes. Éste se ocupaba de la acción humana, con todos sus pensamientos ambiciosos y sus pasiones”.

–Antes de entrar en materia hábleme del “otro” Shaw.

–Buen punto. Porque es menos conocido el hecho de que, junto con Beatrice y Sidney Webb, fue uno de los teóricos líderes del socialismo fabiano. Lo que ocurre es que, al decir de George Joseph Stigler, hay cierta tendencia a subestimar su aporte, sencillamente porque sus otras actividades eclipsaron a la postre, así como desplazaron, su período fabiano; pero su chispa y genio literario hizo que sus escritos económicos fueran extremadamente influyentes.

–Los fabianos fundaron la prestigiosa Escuela de Economía de Londres (LSE).

–Efectivamente, y como estaban convencidos de la inevitable victoria del socialismo, no pensaron la institución para adoctrinar a los estudiantes, sino para preparar profesionales que tuvieran que hacerse cargo del funcionamiento del Estado socialista. La historia de la LSE durante su primer medio siglo de existencia fue relatada nada menos que por Friedrich August von Hayek, en una monografía publicada en 1946.

–Cada vez que a un economista le preguntan por qué se modificó el precio de un bien contesta “oferta y demanda”. ¿Tiene razón, entonces, Shaw?

–Exagera, obviamente, pero la ironía apunta a una poderosa herramienta que sirve para diagnosticar, y que los economistas utilizamos con frecuencia. Fue mérito de Alfred Marshall plantear la simultaneidad de la oferta y la demanda, como si fueran las hojas de una tijera.

–Lo de la tijera luce muy gráfico.

–Muchos economistas hablan de “las curvas de oferta y demanda”. No está mal para familiarizar a los estudiantes con una herramienta, pero insistiendo siempre en que las curvas son el reflejo de las decisiones humanas. La curva de oferta surge del accionar humano, de quienes pretenden ganarse la vida fabricando y vendiendo productos; la de demanda, de quienes buscan satisfacer una necesidad.

–Antes de Marshall los análisis se hacían por separado.

–Los economistas clásicos tenían una visión “costista” del precio de los diferentes bienes: los zapatos cuestan más que el aire, a pesar de que los seres humanos podemos vivir descalzos, pero sin aire morimos por asfixia.

–¿Cuál fue el otro extremo?

–El que enfatiza el bienestar que le causa a los seres humanos consumir determinados bienes y, sobre todo, determinadas cantidades de bienes. Cuesta muchísimo aprender a hablar japonés, pero quien lo logre puede morirse de hambre si nadie lo contrata por no necesitarse sus servicios.

–Lo que hizo Marshall fue considerar ambas perspectivas de manera simultánea.

–Distinguiendo el plazo inmediato, del corto y el largo. El precio al que se vende el pescado en el puerto, cuando no existe la refrigeración, es un buen ejemplo de plazo inmediato; el precio de la pizza, con los hornos que existen, uno de corto plazo; y el que surge cuando las instalaciones se pueden adecuar a los cambios en la demanda, uno de largo plazo.

–Wilhelm Röpke publicó un libro titulado Más allá de la oferta y la demanda.

–Lo leí, aunque ahora no lo tengo presente. Pero el título destaca una cuestión importante: explicar la modificación del precio de un bien, por cambios en la oferta y la demanda es solo el principio.

–¿Cómo debe seguir el análisis?

–En varias direcciones. Una de ellas pregunta qué ocurrió durante el mismo período, con las cantidades transadas. Porque el aumento del precio de un bien puede deberse a un aumento de la demanda, pero también a una disminución de la oferta; y esta distinción es fundamental para entender y, eventualmente, actuar. ¿Se imagina diagnosticar que el día de la madre sube el precio de las flores por una disminución de la oferta, que llevaría a meter presos, por agiotistas, a productores y vendedores del referido producto?

–El ejemplo también ilustra la importancia de diferenciar entre cambios transitorios y permanentes, tanto de la oferta como de la demanda.

–Crucial. Si se me permite la exageración, en la Tierra todo es transitorio, solo que algunas cosas son muy transitorias y otras, no tanto. La rápida reversión del precio de las flores una vez que pasa el día de la madre es un ejemplo clarísimo. Como también lo es querer pernoctar en un hotel en la ciudad de Nueva York, en la noche del 31 de diciembre de cualquier año.

–Deje ejemplos de mercados en los cuales el ajuste demoró más tiempo.

–El del petróleo. Por su propia naturaleza un “cartel” es inestable, por lo que muchos economistas pronosticaron correctamente que de manera eventual se volvería a cotizaciones menos extremas. Pero el primer shock petróleo ocurrió en 1973 y el segundo, en 1979. Y recién en 1986, es decir, 13 años después, ocurrió el anti shock petrolero.

–Don Alan, muchas gracias.

Juan Carlos de Pablo

Fuente: La Nación

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