Qué buscan Milei y Kicillof

Tanto como lo que hacen y dicen los dirigentes, importan los conjeturales cambios que a través de ellos se perciben en la sociedad. ¿O fue una extraña casualidad que dos históricos hombres inmoderados, como Javier Milei y Axel Kicillofse hayan convertido de pronto en dos políticos moderados que proclaman políticas consensuales? Aunque el Presidente viene de una importante derrota y el gobernador de una victoria significativa, en el mismo y decisivo territorio bonaerense, lo cierto es que ambos aspiran a conservar la poltrona presidencial o a acceder a ella. Milei reconoció de hecho que recibió una fuerte reprimenda de la sociedad (y la de Buenos Aires no fue la única), mientras Kicillof confesó con los gestos, más que con las palabras, que está procurando girar hacia el centro en la construcción de su candidatura presidencial con miras a los comicios de 2027.

¿Quién imaginó antes a Kicillof hablando cómodamente en el canal LN+ o con el diario Clarín, pero convencido del núcleo central de su vencida ideología? ¿Quién, aunque Kicillof haya reiterado que la confiscación de YPF fue no solo una buena decisión ejecutada por él, sino también “muy valiente”, aunque puede llegar a costarle al país 16.000 millones de dólares en supuestas reparaciones a presuntas víctimas? ¿Quién pensó que Milei hablaría por cadena nacional con un tono sereno, desde el principio hasta el final, sin insultar a nadie y sin recurrir a sus ofensivas metáforas para referirse a lo que no piensan como él? Nadie.De no creer | Bajo protesta: quiero al león, no al gatito

Pero las dos cosas sucedieron el mismo día y con pocos minutos de diferencia. La primera conclusión es que los dos tomaron nota de que la sociedad argentina, a veces cansada del fracaso nacional, otras veces dejando prevalecer cierta simpatía por la frivolidad, es reacia en el fondo a aceptar los extremos como la solución del país.

Milei creyó, errado, que la elección de un outsider en 2023 para hacerse cargo del gobierno federal era suficiente para que él cambiara las reglas de la política y eliminara la negociación y el respeto. La segunda derivación de lo que sucedió es que, guste o no, la oposición tiene ahora un candidato presidencial, del que carecía hasta hace apenas diez días. La novedad que proporcionó Kicillof le agrada tal vez menos a Cristina Kirchner que al propio Milei, porque este podrá hacer realidad más fácilmente su estrategia de polarizar al electorado entre dos políticas absolutamente distintas. Es improbable que la viuda de Kirchner se haya creído que sería ella, encerrada con una tobillera en su casa, la alternativa a Milei, pero nunca resignó su condición de kingmaker del peronismo. Por ahora, se trata de un cambio en las formas, que no es poco cuando se vive una democracia. El desprecio a las formas era precisamente lo que se le reclamaba a Milei; las formas del sectarismo y el excesivo ideologismo eran, a su vez, los errores de Kicillof.

El gobernador bonaerense está edificando un candidatura presidencial con demasiada premura, quizás porque no descarta la acefalía presidencial en la que trabaja una parte del peronismo. En los últimos días, se sumaron Felipe Solá y Sergio Berni a los peronistas que especulan públicamente sobre una inverosímil renuncia de Milei. “La gente piensa eso. ¿Por qué no lo vamos a hablar”, se pavoneó Solá ante los micrófonos. “La gente lo puede echar (a Milei)”, dramatizó Berni.

Al revés de Kicillof, el Presidente aspira a dar vuelta el resultado electoral de hace diez días en las elecciones legislativas nacionales del 26 de octubre. No alcanza con cambiar solo las formas. El primer desafío del mandatario es reconquistar a la clase media baja que lo votó en el balotaje de 2023 y que la perdió en las elecciones bonaerenses del 7 de septiembre pasado.

Según un esquema del respetado Guillermo Oliveto, la pirámide de la sociedad argentina se divide de la siguiente manera: la clase baja y la clase baja superior suman el 52 por ciento de los argentinos; la clase media baja agrupa al 26 por ciento; un 17 por ciento vive como clase media alta, y un 5 por ciento se considera clase alta. La clase media alta y la alta están atadas al destino de Milei porque son, además, históricamente reacias al peronismo. La clase media baja fue especialmente afectada por la política de ajuste del jefe del Estado, porque es un sector social que no recibe subsidios ni los quiere. Solo aspira a no caer de su condición de clase media.

De todos modos, es ponderable que, a pesar del infortunio electoral, Milei haya ratificado su política económica contraría al déficit. Sin embargo, el proyecto de presupuesto para 2026 que presentó el Presidente desoye parcialmente lo que él mismo firmó con el Fondo Monetario. Milei se había comprometido ante el FMI a un superávit del 2,2 por ciento del PBI durante el próximo año, pero el martes habló de un superávit del 1,5 por ciento. Le podó un 0,7 por ciento a su compromiso con el Fondo. Está bien, si eso es todo, dirán seguramente los funcionarios del organismo acostumbrados a los oceánicos incumplimientos de los gobiernos argentinos.

El presupuesto de Milei es más bien una expresión de anhelo o, dicho con otras palabras, un pronóstico a la baja para que quede en sus manos lo que sea superior a lo previsto. Es también lo que hicieron todos los gobiernos argentinos. ¿Cómo suponer que el precio del dólar en diciembre de 2026 será inferior al precio actual del dólar oficial? El dólar oficial está ahora en 1480 pesos y el presupuesto prevé un dólar a 1423 pesos en diciembre de 2026. Eso sucederá solo si los argentinos dejaran de ser argentinos; es decir, de comprar dólares al que precio que sea. El presupuesto también prevé una inflación anual del 10 por ciento, una cifra bastante increíble aun cuando se conserve el “equilibrio fiscal”, como dijo el Presidente para describir una alternativa al superávit.

Mirando las elecciones de dentro de 40 días, una cosa hubiera sido si Milei les prometía a los jubilados un aumento del 5 por ciento a fin de septiembre. Pero no es así: el aumento del 5 por ciento por encima de la inflación será durante todo 2026, supuestamente sobre la inflación programada, aunque muchos suponen que terminará siendo sobre la inflación real. No deja de ser un 5 por ciento prorrateado durante 12 meses. Para peor, nada se dijo, ni se dirá nunca seguramente, sobre una compensación por los niveles salariales perdidos de los jubilados durante 2023 y 2024. Los jubilados han sido la variable del ajuste de todos los gobiernos, incluidas las administraciones kirchneristas que hasta llegaron a desobedecer las órdenes de la Corte Suprema sobre la distribución de los recursos previsionales.

Antes de octubre, Milei deberá rectificar sus errores políticos. El discurso que pronunció el día de los derrota bonaerense fue también una pieza que se alejó de la exaltación y el agravio. Pero dos días después vetó las leyes del Congreso que les daban más fondos al hospital Garrahan y a las universidades. Una pregunta elemental: ¿le preguntó antes a su equipo político si existía el tercio necesario de diputados y senadores como para evitar el posterior rechazo al veto? Seguramente, no.

Es más que probable, según las estimaciones de diputados de distintas extracciones, que este miércoles la Cámara baja alcance el quorum necesario para debatir y que, además, consiga el voto de los dos tercios de los diputados para rechazar el veto a la ley que la da mayores recursos al hospital Garrahan. El rechazo al veto de la ley sobre un nuevo presupuesto universitario está más discutido porque puede formar parte de negociaciones con gobernadores que se están realizando en estas horas.

El Gobierno va y viene con los recursos de las universidades. Si bien les asigna poco más de un 14 por ciento de aumento a las transferencias a las universidades durante el año próximo, también es cierto, según contó la periodista Laura Serra en LA NACION, que les recortó 40.000 millones de pesos a las casas de estudio para lo que queda de este año, según una decisión administrativa de Milei. Los aumentos para 2026 fueron rechazados por los rectores de las universidades nacionales por insuficientes.

Con los gobernadores es una relación que navega entre el amor y el odio con total desparpajo. Con algunos gobernadores, debe aclararse, porque hay otros, como el formoseño Gildo Insfrán, con los que directamente no hay relación. El gobernador de Tucumán, Osvaldo Jaldo, que era un aliado legislativo de Milei en el Congreso nacional, fue desafiado directamente por Karina Milei pocos días después de la derrota en Buenos Aires. ¿Para qué? ¿Qué sentido tuvo? “Estamos en campaña electoral”, explicó un funcionario del gobierno nacional. “La campaña la pueden hacer hablando bien del gobierno nacional, no hablando mal de los gobernadores”, le contestó un mandatario provincial.La Justicia indagará por un fraude de US$260 millones a 26 exdirectores de Vicentin y del Banco Nación

Jaldo merece la crítica porque está desafiando a la Constitución Nacional desde que es candidato a diputado nacional. La Constitución prohíbe expresamente a los gobernadores ejercer cargos legislativos. Se trata, desde ya, de una candidatura testimonial, pero la Justicia no debería permitir semejante engaño a la sociedad. No obstante, la Cámara Nacional Electoral acaba de autorizarlo a cometer tal apostasía constitucional, con la honrosa excepción del juez Alberto Dalla Vía. El constitucionalista Antonio María Hernández recurrió en queja a la Corte Suprema de Justicia para que revoque la decisión de la Cámara electoral. La Corte deberá pronunciarse en tiempos inminentes porque la candidatura de Jaldo es para el 26 de octubre.

Son cuestiones de la Justicia y de la moral política. Pero, ¿debía ser Milei el que se peleara con Jaldo días antes de cruciales votaciones en el Congreso? ¿Para qué envió a Tucumán a su hermana, cuando esta nunca tuvo buenos registros en las encuestas de opinión pública y ahora, encima, la acosan las denuncias por presuntos hechos de corrupción desde que se conocieron los audios de Diego SpagnuoloHacer un profunda autocrítica, tal como la prometió el Presidente, significa modificar los hechos, no solo las palabras y los gestos. Sin embargo, Milei puede argumentar que hizo algo más que Kicillof. El Presidente dijo que su gestión merecía una autocrítica; Kicillof se negó a expresar siquiera la necesidad de hacer cualquier examen sobre sus muchos desvaríos en la gestión pública.

Por Joaquín Morales Solá

Fuente: La Nación

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