Vale la pena apagar el volumen de la tele y mirar las escenas mudas. También, escuchar sin ver la imagen. Y, después unirlo, todo. Lo que no oímos, pero supusimos, y lo que no vimos, pero imaginamos, cobran otro sentido. Permiten entender mejor, no ser encandilados por las luces ni ensordecidos por el ruido. Las escenas y las palabras despendidas de un día de elección y de una noche de resultados aportan en ese ejercicio un sinfín de significados y de emociones.
Ahí está, Karina Milei, escoltada por Martín Menem, monologándole a los periodistas, para después retirarse tomados el uno al otro de la cintura. Ninguna frase puede con la potencia político-narrativa de la escena. Lo mismo que la vuelta olímpica de Milei León reenfundado en la campera de cuero tras la sosegada aparición del Milei Presidente, con ambo azul, camisa y corbata. Y nada más extemporáneo (pero cada vez menos impactante) que el bailecito de Cristina Kichner en el balcón de su casa-penal, en la noche de luto de su espacio. Como un boxeador que sonríe tras recibir un golpe de KO. O ese que cuenta chistes en el velorio para no afrontar la pena. ¿Gesto de alienación o hiperrealismo? A veces toca bailar. Otras, que te bailen.
Fuente: La Nación

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