Un año de correcciones económicas, a un alto costo en términos de nivel de actividad, todavía no acercaron a la Argentina a un escenario de normalización financiera. Es cierto que el abandono del cepo cambiario, el acuerdo con los holdouts por la deuda en default y el mantenimiento de una política monetaria independiente, le permitieron al Gobierno retornar a los mercados y achicar el costo de endeudamiento. Pero ese nivel todavía es superior al de Brasil, que tiene una situación macroeconó mica mala (por no mencionar la política, que vive en un marco de constante fragilidad institucional).
La última emisión argentina de bonos a diez años se hizo a una tasa algo superior a 7%, cuando Brasil colocó a 5,2% y Chile a 3,14%. La relación deuda en manos de inversores privados medida en relación al PBI es de casi 33%. En el principal socio del Merco sur ese porcentaje es el doble. Y sin embargo, los inversores todavía desconfían más de la administración Macri que de su par brasileño Michel Temer.
Durante la gestión de Cristina Kirchner, tener acceso al crédito externo y mantener una relación normal con el mundo financiero nunca fue prioridad. Pero despreciar este factor le quitó liquidez al sector privado, que en esos años no tuvo posibilidad de fondear proyectos de inversión en el mercado internacional a un costo razonable.
El Gobierno todavía tiene que seguir haciendo los deberes antes de aspirar a una tasa soberana más baja, que genere una menor prima de riesgo en el financiamiento de las empresas y favorezca la expansión de la economía. En esta ecuación, lo que hizo hasta ahora es disminuir el numerador. Pero hay que empezar a desarrollar varias reformas pendientes (fiscal, tributaria, laboral) antes de empezar apensar en una reducción del denominador.
Fuente: El Cronista.com Hernán De Goñi
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