Las tribulaciones mileístas de los últimos tres meses revelan un hecho curioso: al final, no fue el plan económico la principal ancla que Javier Milei encontró para consolidar su poder e intentar acelerar su visión de la Argentina. Al contrario, parte de los problemas vinieron de ese frente: desaceleración de la actividad económica y crisis de las reservas y el dólar. Su logro más conveniente, se revela ahora, fue en el plano internacional: Milei cayó parado en una guerra de las galaxias que comprendió mejor que sus enemigos políticos ni bien aterrizó en su mandato.
De un lado, la alicaída gobernanza internacional; del otro, los términos de relacionamiento global que propuso Donald Trump en su alianza con los tecnocapitalistas de la inteligencia artificial: Milei se puso del lado del eje Trump-tecnobillonarios. La actual coyuntura le repaga su lealtad incondicional a Trump: el golazo geopolítico que metió el presidente de Estados Unidos con el acuerdo de paz en Medio Oriente derrama sobre Milei justo cuando el libertario necesita más que nunca la percepción de poder y de continuidad.
En relación a la trama tecno capitalista, la ruptura entre Elon Musk y Trump de hace meses echó una sombra de duda sobre la viabilidad de la nueva cosmovisión político capitalista. Sin embargo, Milei esquivó el destino y encontró la alianza con un enemigo de Musk pero aliado de Trump: el anuncio, la semana pasada, de una futura inversión de 25 mil millones de dólares de Sam Altman y su OpenAI en la Patagonia no sólo le dio oxígeno al mileísmo. Con ese proyecto, Milei busca renovar la esperanza entre sus votantes y darle credibilidad a la “lluvia de inversiones” en versión mileísta: este lunes, Milei habló de “avalancha de inversiones”. “Nos van a salir dólares por las orejas”, dijo.
Milei se siente re-empoderado para meter cada hecho de la coyuntura en la bolsa de sus logros. Ayer, se apropió incluso del Premio Nobel de Economía que recibieron Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt. Los fundamentos de la Academia sueca, eso de “haber explicado el crecimiento económico impulsado por la innovación”, lo animaron a Milei, que llevó agua a su molino:“¡Ganó el crecimiento económico! Ganaron los tecno-optimistas y los neoschumpeterianos que creen en la destrucción creativa como el camino para alcanzar el desarrollo”, posteó Milei. El exministro de Economía Martín Guzmán no se lo dejó disfrutar demasiado: Howitt fue su director de tesis, y Guzmán lo dejó claro.
La época Milei, o el interregno Milei si su gestión se convierte en una bisagra que conduce al inicio de algo más allá del mileísmo, coincide con la época Trump. Y en esa superposición, el Gobierno encontró una orilla donde recalar en las semanas en que llegaba el agua al cuello de la economía. Trump y sus sistema de aliados del tecnocapitalismo se volvieron la tabla de salvación mileísta en medio de la tormenta electoral. La ayuda histórica que le brindó el Tesoro de Estados Unidos es la evidencia más clara de esa trama de vínculos únicos. Para minimizar su responsabilidad en la crisis macroeconómica autoinfligida, el Gobierno hizo dos cosas: puso énfasis en el “riesgo kuka” y encontró otra ancla para la gobernabilidad en el camino hacia una elección disputada, el respaldo Trump-Bessent.
De Trump a Milei, “intervencionismo”
En el mundo Trump, no hay dilemas sino soluciones rápidas y concretas. La principal estrategia es la intervención: en el plano geopolítico, se vio en Irán, en los ataques militares a las barcazas venezolanas y ahora, en la guerra de Gaza. Con la Argentina, Trump sigue la misma lógica: la intervención, en este caso, en el mercado cambiario y en la narrativa electoral directa y desafiante.
La imagen que proyecta el “intervencionismo” de Trump para tallar un mapa ideológico económico en todo el mundo creció en las últimas horas: obtuvo una legitimidad que no le pudo dar su gestión en la guerra en Ucrania. Por un lado, con el Premio Nobel de la Paz que recibió Corina Machado, la causa de Venezuela quedó consolidada como legítima, y aunque Trump no obtuvo el Nobel de la Paz, sus esfuerzos también se ven algo iluminados por el reconocimiento a Machado. Por otro lado, en la liberación de los rehenes israelíes en poder de Hamas, la efectividad del intervencionismo de Trump quedó expuesta ante todo el mundo. También, incluso, la avanzada contra China encontró argumentos con el anuncio de las nuevas restricciones chinas a la exportación de tierras raras, clave en la guerra tecnológica que busca liderar Trump y sus tecno aliados.
Ese cambio global también juega electoralmente en la Argentina. El Nobel a Corina Machado obligó al kirchnerismo y a la izquierda a salir del clóset cómodo en el que se había encerrado: dejó todavía más offside la declaración del candidato kirchnerista Jorge Taiana sobre Venezuela. Lo mismo con la liberación de los rehenes israelíes, que dejaron mal parados a las reticencias del candidato kirchnerista en Caba, Itai Hagman, en su posicionamiento sobre Israel y a Myriam Bregman, que desde la izquierda suele acompañar el voto legislativo kirchnerista, y viene evitando condenar a Hamas desde el 7 de octubre de 2023. El escándalo Espert quedó desplazado de la agenda política, que recuperó vigor en la típica polarización kirchnerismo-anti kirchnerismo vía la oposición república vs populismo anti republicano que beneficia al Gobierno.
La guerra geopolítica es riesgosa para un país periférico como la Argentina. No está para nada claro cómo hará el Gobierno para hacer equilibrio entre Estados Unidos y China. Hace una semana, en el Movistar Arena, Milei se enfundó en la skin de un Luke Skywalker hecho a base de inteligencia artificial para desafiar al kirchnerismo en la piel de una Cristina Kirchner convertida en la líder de las fuerzas oscuras interestelares. En su propia versión de Star Wars, un Milei Skywalker anticipó la autopercepción libertaria del rol histórico que le toca al Milei real en el mapa geopolítico, que quedó subrayada por los hechos de los últimos días: el nodo sudamericano de un fenómeno de transformación transversal a las naciones. Desarme de la gobernanza políticamente correcta pero ineficaz de Naciones Unidas y sus adyacencias, avance de la autoestima de una derecha dura para dar vuelta el signo de los tiempos y resolver dilemas históricos y polarización del intercambio global. En Estados Unidos, Trump como su arquetipo y en la Argentina, Milei como su espejo latinoamericano.
En los doce días que faltan hasta la elección legislativa, el Gobierno afronta tres tareas: conectar, por un lado, el éxtasis que vive en Washington con lo que pasa en la Argentina; por el otro, conectar la macro con la micro y, finalmente, trazar un puente entre la recuperación de la agenda de la conversación pública con la percepción de la base ampliada de votantes que pueden mejorar sus chances electorales. En esos tres esfuerzos se cifra la suerte del Gobierno el domingo 26.
Hoy Javier Milei llega a Estados Unidos para encontrarse con Trump. De Washington a la Argentina, el objetivo es que la ayuda inédita de la dupla Trump-Bessent se traduzca en confianza hacia el futuro y gobernabilidad argentina sostenible. Esa percepción debe instalarse no sólo en los mercados sino también en el mercado de los votos. Desde el viernes, después de que se conoció la intervención del Tesoro de Estados Unidos en el mercado cambiario argentino, el corazón de los mercados pareció registrar la señal y el dólar no dejó de bajar. La cuestión es si se mantiene la tendencia hasta el 26 de octubre.
Devaluar o reformar
De la macro a la micro, se da una nueva polarización argentina: “devaluar” o “reformar”. De Milei a Luis Caputo, pasando por el secretario de Política Económica José Luis Daza, devaluar es el camino fácil y el atajo del capitalismo de amigos para conseguir beneficios sin el esfuerzo de aumentar la productividad. El Gobierno confía en que las reformas laborales, tributarias y jubilatorias habilitarán un crecimiento de la productividad genuino. Trump y Besent, e inclusive Kristalina Georgieva, apoyan esa lectura.
Mientras, Bessent es el respaldo que Milei necesita para darle confiabilidad a su precio del dólar. Perú lo tiene desde hace casi veinte años a Julio Velarde frente al Banco Central del Perú, más estable que cualquier presidente. La Argentina de Milei lo tiene a Bessent. El mismo efecto pero por otros medios. Habla de un fracaso del plan económico, pero de un triunfo de la guerra de las galaxias a la que se subió Milei.
En los días que faltan hasta la elección, el oficialismo deberá afrontar el anuncio de la inflación de septiembre que se conocerá hoy y comprobar si la apetencia de dólares se mantiene a la baja ante la certeza de que la banda superior está bien controlada por el patrullaje de Estados Unidos al mando de Bessent. Quedan trece días hasta la elección legislativa para poner a prueba el poder disuasorio de la jugada.
La última vez, el anuncio por tuitear, eso de “hacer lo que haya que hacer”, mantuvo a raya la corrida cambiaria apenas tres días. Argentinos del mercado ven un cambio cualitativo en la compra de pesos que hizo Estados Unidos la semana pasada: fue una suma módica, 100 millones de dólares, pero el medio es el mensaje, y con esa movida quedó claro que “lo que haya que hacer” encontraba un curso de acción. Un hito en la historia de Estados Unidos.
Con la nueva estrategia, el Gobierno retomó el dominio de la agenda política. Todavía no queda claro cuánto influirá en los votantes.
Por Luciana Vázquez
Fuente: La Nación
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