
El estado en que se encuentra el bolsillo representará la dirección del voto de cada ciudadano. Desde ese punto de vista la actual administración está en una posición débil ¿Tendrá esto en cuenta en su exacta dimensión el Gobierno y sus gurúes?. ¿ Se han medido las consecuencias si el oficialismo se afianza en determinadas regiones del país, pero no en todo el país?. Que el bolsillo, en la expresión casi masiva de la población, esta vacío se refleja en el consumo. Las ofertas comerciales que se conocen demuestran que muchas empresas regalan stocks con tal de conseguir efectivo y demostrar que existen.
No es posible cuestionar que los ajustes había que hacerlos desde el poder. Ahora la discusión son los grados de gradualismo. Y el mejor manejo de las cuentas públicas.
La Casa Rosada iluminó el proceso político prometiendo más mejoras de las que podía. En general todos se aferraron a esas esperanzas, pero las inversiones no llegaron y los servicios públicos no debían seguir dando pérdidas para que funcionaran.
Están perdiendo posiciones los que hacen changas pero también los que reciben sueldo seguro al final de cada mes.
La inflación en cierto momento se desbocó y los malabarismos del Banco Central no alcanzaron a domarla en numerosas oportunidades. Cuando se le formulan críticas a la Casa Rosada algunos funcionarios reaccionan con soberbia: todo lo malo se va a revertir, todo mejorará, sin tomar en cuenta que el nivel del empleo sigue estancado y eso es decisivo para que los ciudadanos duerman o no tranquilos. Pero la magia no funciona en estos casos.
El segundo semestre del año, el de las elecciones, recibe una carga pesada, que representan los índices no resueltos del primer semestre. Por ejemplo: pesan el crecimiento, la inversión, el horizonte de las metas inflacionarias, el déficit fiscal, la altura o gordura del dólar, la deuda externa que va para arriba, la elasticidad o no del salario, el achicamiento o no de la pobreza.
El Gobierno puede decir que se salió de la recesión. Pero ello es todavía parcial .
El crecimiento económico ha sido del 1% y sólo a partir de mayo la industria levantó cabeza después de un año y tres meses de postergación. Con ello no se pueden agitar las banderas de una recuperación y mostrar sonrisas plenas . Sólo mejoraron la construcción y la industria automotriz.
Así pudieron mostrar que los sectores de altos ingresos en el país fueron los que están comprando propiedades y automóviles. Aunque hay que aclarar que también los de medianos ingresos llegaron a las cuatro ruedas por la cantidad de cuotas y ofertas que brindaron las automotrices, casi en un acto de desesperación por los precios altísimos de las unidades y los costos desmesurados de mantenimientos más las cargas impositivas que soporta cada auto nuevo.
Las quejas de las automotrices son muchas. Una de ellas, la principal, es que los valores de las unidades no lo fija la fábrica sino la presión impositiva estatal que en algunos casos llega al 60% o 70% del valor final.
El Gobierno quisiera mostrar otras cuentas en las elecciones y llegar a fines de este año con un crecimiento del 3%.¿Cómo lo alcanzará ?.
El oficialismo confía en la obra pública, en el cotejo interanual, en la reacción del consumo a partir de algunas paritarias donde las tres partes salieron conformes.
¿Ayudaría a los indicadores una reforma tributaria?. Sin duda, pero se necesitarían diez años para que se perciba que el ahogo impositivo es menor. En el 2000, antes de la catástrofe del 2001/ 2002 era del 22%. Hoy es del 35%, como bien se dice, la más alta de la historia argentina. En estos días el 70% del precio de la nafta son impuestos. Los jubilados se hacen cargo del gravámen a las ganancias.
Con honestidad los comerciantes declaran que cumplir con las exigencias del sistema está haciendo inviable el sostenimiento del negocio. Por otro costado, las provincias se sienten dolidas con la carga fiscal. Más que dolidas, dicen que les falta el oxígeno. En los últimos 10 años, kirchnerismo y cristinismo mediante, la presión tributaria se duplicó en el interior provinciano y viven pendientes de las ayudas apremiantes de la Nación, casi una historia de no acabar desde el nacimiento del país, legalmente hablando.
Para algunos economistas la presión voraz está en relación directa con el gasto público. El oficialismo juzga que no hay margen para una reducción muy fuerte. La oposición inteligente juzga que los cambios del esquema tributario tienen que ser graduales, pero siempre y cuando convivan con un crecimiento económico que hoy está oculto. Y otros expertos consideran que volver a los niveles de presión de hace 14 años es imposible. Ni achicando un poco el Estado.
En este mundo impositivo las comparaciones con otros países son inevitables. El IVA es altísimo y no se bajó desde los tiempos de Domingo Cavallo. No tocarlo afecta más a las clases medias y bajas que a las altas. Distorsiona en gran medida la vida económica el impuesto al cheque, toda una creación de tiempos de ahogo económico.
No es que el Gobierno esté cruzado de brazos. Se sabe que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y su equipo presentaron propuestas de renovación impositiva. Forman parte de un amplio informe que ya fue escuchado por el círculo de funcionarios que son confidentes confiables del Presidente.
Una carga pesada que tendrá influencia en las elecciones será la pobreza, que crece sin pausa, porque lo único que podría frenarla es el empleo y de eso ni hablemos. En el horizonte no se ven salvavidas.
Fuente: El Cronista.com Daniel Muchnik
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