Destituyentes en la peor semana de Milei

“Destituyente”, responde, rápido y sin dudar, un viejo senador con vasta experiencia en el Congreso cuando se le preguntó cómo describiría el clima entre la mayoría de los senadores. Esa inexplicable mayoría de legisladores (que no son los dos tercios) cree que el país sería mejor sin Javier Milei en la conducción.

Pero el número mágico comienza a debilitarse cuando varios legisladores son advertidos de que la única alternativa a Milei que existe por ahora es Axel Kicillof, un cristinista que se peleó con su antigua lideresa no por discrepancias ideológicas, sino porque compiten por el liderazgo del peronismo. ¿También el radicalismo o parte de Pro o algunos representantes de partidos provinciales, por ejemplo, son destituyentes en el Senado? La respuesta es necesariamente compleja. Hubo alegría en muchos de ellos cuando el Gobierno fue derrotado con números demoledores en la provincia de Buenos Aires o cuando perdió por una amplia mayoría, en días recientes, en la Cámara de Diputados y en el Senado. Esas votaciones, que exhibieron los dos tercios de la oposición para rechazarle varios vetos a Milei, le dieron una adicional alegría al peronismo, pero prematura. “La destitución de un presidente de la Nación necesita también el voto de los dos tercios de las dos cámaras. Y ahí están los dos tercios”, se pavoneó uno de los más conocidos diputados peronistas cercanos a Cristina Kirchner. Apresurado. Una cosa es que algunos radicales, otros de Pro y ciertos provinciales contribuyan a reunir los dos tercios para un nuevo presupuesto universitario o para darle mayores recursos al hospital Garrahan, y otra cosa es que existan los dos tercios para deponer al jefe del Estado. En algunos legisladores no peronistas existe cierta ideología contraria a las políticas liberales del Presidente. Son una minoría. La mayoría que acompañó a la oposición para impedirle esos vetos a Milei tiene más broncas que ideas. Y también caracolea entre varios de ellos el oportunismo electoral, sobre todo después de la derrota de Milei en territorio bonaerense. Sin embargo, la bronca es lo que reluce entre tantos motivos. ¿Por qué? Ningún legislador olvidó nunca que Milei los llamó a todos ellos “ratas” y “degenerados fiscales”, entre otros insultos impropios de un presidente, aunque contara con la mayoría parlamentaria. Milei tiene, al revés, una conmovedora, fragmentada y escandalosa minoría en el Congreso. Y habría que preguntarle a Karina Milei por qué optó por hacer listas de candidatos con nombres desconocidos, aunque supuestamente propios, en lugar de construir alianzas con figuras conocidas de las provincias. Muchos gobernadores amigos están compitiendo en sus provincias con los candidatos de Milei para las elecciones del 26 de octubre. El caso de Corrientes es el ejemplo más ilustrativo de cómo el oficialismo perdió oportunidades. “En Corrientes tenía la posibilidad de una victoria gratis si aceptaba la alianza con el gobernador Gustavo Valdés, pero lo humilló con sus ofertas para hacer listas comunes. Le cuestionaron hasta el hermano a Valdés, que ganó ampliamente las elecciones. El gobierno nacional tuvo una derrota correntina memorable y cara (sus candidatos salieron cuartos en esos comicios)”, dice un legislador de esa provincia litoraleña. Córdoba es otro caso de los impolíticos manejos de la hermanísima. El presidente del bloque radical de diputados, Rodrigo de Loredo, se mostraba desde hacía tiempo predispuesto a una alianza con La Libertad Avanza en esa provincia, donde el radicalismo es desde siempre una importante organización política. Karina Milei ninguneó a De Loredo cuando negociaban los candidatos comunes. No hubo acuerdo. De Loredo prefirió quedarse sin candidatura y, por lo tanto, no renovará su mandato como diputado nacional. Los Milei hicieron en Córdoba una lista con candidatos desconocidos cuando ese distrito tiene también como candidato peronista a diputado nacional a Juan Schiaretti, que fue gobernador de esa provincia durante tres mandatos. Más conocido no se consigue, dirían en San José 1111. Son solo dos ejemplos muy destacados de los errores políticos de la administración de los Milei. El destrato se extendió a muchos otros distritos. En diciembre de 2023, la vicepresidenta, Victoria Villarruel, logró reunir a 39 senadores no kirchneristas; eran del radicalismo, de Pro, de partidos provinciales, algunos peronistas sueltos y los de La Libertad Avanza. Había conseguido sacarle la mayoría a Cristina Kirchner en una cámara que necesita de 37 senadores para tener quórum propio. Hoy solo cuenta con siete senadores de La Libertad Avanza, aunque a veces se le suman dos de Pro y algún radical. Perdió 32 senadores en menos de dos años. ¿De quién es la culpa? El poder también tiene la obligación de conservar el poder.

La peor semana de Milei, que fue la semana que pasó, puede explicarse con el fracaso electoral bonaerense y también con las recientes derrotas parlamentarias. En Diputados se alcanzaron en un mismo día dos veces los dos tercios para rechazar los vetos de Milei, y el Senado consiguió esa mayoría especial al día siguiente para desestimar otro veto presidencial. Observadas a simple vista tales mayorías, puede deducirse que el Presidente perdió el derecho de veto y también el de firmar decretos de necesidad y urgencia, porque ya le rechazaron uno por primera vez en la historia. El final era previsible: subió el precio del dólar oficial hasta superar el techo de la banda estipulada por el Gobierno (ahora cuesta más de 1500 pesos); el Banco Central debió desprenderse de 1110 millones de dólares para frenar un dólar que no se frenó, y también escaló el riesgo país, que cerró el viernes en unos 1500 puntos básicos; tampoco se recuperaron las acciones y los bonos, que cayeron verticalmente el jueves. El riesgo país es una noticia especialmente grave porque el Gobierno deberá pagar con dinero cash el año próximo unos 10.000 millones de dólares por deudas con acreedores privados. La deuda por vencer en 2026 es mayor si se le suman los vencimientos con los organismos multilaterales, pero con estos podrá refinanciar. Milei necesita desesperadamente, entonces, que su gobierno acceda a los mercados internacionales de crédito, y nunca podrá hacerlo con el actual nivel del riesgo país. Necesita comprar dólares, tal como se comprometió con el Fondo y para enfrentar aquellos compromisos (o parte de ellos, al menos), pero en la semana última el Banco Central debió vender la mayor cantidad de dólares durante la gestión del Presidente para tranquilizar a la inquieta moneda norteamericana. Ojo. El flamante director del Fondo para el Hemisferio Occidental, Nigel Chalk, quien se hizo cargo del cumplimiento de los acuerdos con la Argentina, fue la mano derecha de David Lipton, el otrora hombre fuerte de ese organismo. En sus tiempos de alto funcionario del Fondo, Lipton le hizo la vida imposible a Mauricio Macri para que cumpliera sus compromisos y para que no usara los dólares del Fondo para bajar el tipo de cambioLuis Caputo tiene límites para hacer uso de los dólares del préstamo con el Fondo, le guste o no. El problema es que el ministro habla por su preferido medio presuntamente periodístico (el canal de streaming Carajo) y al día siguiente no cambia casi nada. La pregunta que corresponde hacer, al final del día, consiste en saber si los mercados le perdieron la confianza a Milei. Los vaivenes del dólar, del riesgo país y de los bonos del gobierno argentino parecen responder que sí. El empresario Cristiano Rattazzi, uno de los pocos que dicen las cosas por su nombre y que es un simpatizante de Milei, acaba de señalar que ve “una frenada de todos en la confianza en la Argentina. Y eso es grave”, dijo, y agregó: “Milei tiene un pensamiento económico extraordinario, pero la soberbia marea un poco. La soberbia y la ira no son buenas consejeras. Insultar a la gente no sirve”. Tal vez en esos pocos párrafos se encierra la explicación de lo que le está pasando a Milei en los mercados.


El clima destituyente existe, pero los votos del Congreso para destituir al Presidente son una fantasía


Palomas y halcones no convivieron nunca. En una reunión del jueves pasado de candidatos oficialistas para reflexionar sobre la campaña electoral, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el asesor Santiago Caputo se enfrentaron con propuestas distintas. Bullrich proponía una política más moderada para hacer campaña, porque seguramente entrevé a una clase media distante del método verbal violento del mileismo, mientras Caputo pedía que regresaran a las formas de la campaña de 2023 que lo llevó a Milei a la presidencia. Es probable que Bullirch haya conjeturado también que los mercados están impacientes porque suponen que un Milei imparable y rupturista no sirve para enderezar la maltrecha economía que heredó. “Hay que volver a la campaña de 2023 porque eso es lo que nos hace diferentes”, replicó Caputo como líder de los halcones. Poco después, Milei llamó “kukas que se disfrazan de republicanos” a sus propios aliados. Ya sabemos entonces quién ganó aquella discusión. Las palomas logran triunfos solo fugaces. Ahí está Guillermo Francos haciendo más de lo que debe: baila con una oposición, a veces golpista; con los aliados, algunos díscolos, y, encima, con la indisciplina de los libertarios.

“Destituyente”, respondió un diputado del radicalismo cuando contestó sobre el clima que percibe en esa otra cámara del Congreso. Todos miran al kirchnerismo. La diferencia con las caídas anticipadas de Fernando de la Rúa y de Raúl Alfonsín, que fueron espoleadas por el peronismo, es que entonces ningún justicialista anticipó nada. Ahora, son los propios peronistas los que proponen públicamente la destitución de un presidente no peronista. Pueden estar haciéndole un favor a Milei. La crítica de algunos sectores sociales a las maneras del Presidente, y hasta a algunas de sus decisiones, no significa que quieran volver al kirchnerismo. Las elecciones más importantes están todavía por hacerse y serán dentro de 35 días, cuando se elegirá al Congreso nacional que acompañará a Milei en los dos últimos años de su actual mandato. También fue un favor involuntario del kirchnerismo a Milei las imágenes que se vieron de la celebración peronista de las derrotas parlamentarias del Presidente. La propia Cristina Kirchner salió al balcón, con tobillera incluida, para festejar con su perseverante militancia el fracaso del Gobierno en el Congreso.

Son favores de sus opositores más crueles, aunque todos coinciden en que el oficialismo perderá las futuras votaciones parlamentarias y la oposición dejará firmes el presupuesto universitario, los nuevos recursos al hospital Garrahan y una distribución distinta entre el gobierno federal y las provincias de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Justo lo que Milei no quería. Aquel contraste entre un oficialismo perdidoso en las urnas y en el Congreso y un kirchnerismo exultante fue, quizás, el motivo de la discordia interna y pública en el bloque de Pro. Hubo en ese bloque diputados macristas que votaron con el Gobierno, otros que se abstuvieron y algunos que votaron en contra del mileísmo. El pleito más visible fue el del presidente del bloque, Cristian Ritondo, con la diputada Silvia Lospennato. Sucedió luego de que Lospennato explicara su voto en contra del Gobierno; a su lado, estaba María Eugenia Vidal, quien se abstuvo. Ritondo, dicen quienes lo escucharon, le pidió a Lospennato que no insistiera con su discurso. “Fue una discusión entre amigos. Ya pasó”, atemperó luego Ritondo. ¿Alguien imagina a Lospennato y Vidal votando para reunir los dos tercios en caso de que el kirchnerismo se proponga destituir al Presidente? Imposible de suponer siquiera. No se puede dudar de la vocación democrática de esas dos políticas ni del compromiso de Lospennato con Pro. Fue candidata a legisladora de la Capital en las elecciones locales de mayo pasado cuando tiene mandato como diputada nacional hasta 2027. Aceptó porque Mauricio Macri le pidió un esfuerzo especial para fortalecer al partido de los dos. En síntesis, el clima destituyente existe, pero los votos del Congreso para destituir al Presidente son una fantasía. El peronismo vive esos momentos en que la ilusión es un error.

Por Joaquín Morales Solá

Fuente: La Nación

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