Alberto Fernández, Venezuela y el fiel de la balanza

En el caso Venezuela se nota que hay mucho cuidado por parte del futuro gobierno argentino de tomar posición, por las implicaciones multidimensionales de la relación, tanto de cara adentro de su propia coalición de gobierno, con un peso importante de La Cámpora, como por sus relaciones con Brasil y EEUU, ambos en conflicto abierto y declarado con Venezuela; eso sin dejar de lado la relación bilateral de dos pueblos hermanos, que a medida que han ido conociéndose e integrándose, se han ido gustando, y complementando.

Hay hermetismo sobre varios temas tales como si Maduro será invitado a la toma de posesión, qué se hará con el Grupo de Lima para armonizarlo con el Grupo de Puebla (el cual sufrió un golpe grande con la salida de Evo), qué se hará con el “doble comando” entre Maduro y Guaidó, cómo se tratará el tema del Tiar; y en general cómo se manejará una relación gobierno-gobierno, que estuvo cuatro años desactivada, y que cuando quieran devolverla a la vida descubrirán que ya nada es lo mismo y que los actores también habrán cambiado…al menos del lado argentino, porque desde el venezolano siguen siendo los mismos de entonces. También está el tema Mercosur, con una Venezuela suspendida de los órganos de gobierno, y al menos dos de los otros socios (Brasil y Paraguay) están negados a su retorno.

La introducción anterior es para proponerle al nuevo gobierno argentino que cuando reinicie su relación lo haga con un enfoque pragmático, que privilegie los intereses por sobre las ideologías, y que no tome partido por ninguno de los dos lados, porque la oposición venezolana (que por mas matrices que se monten, no es de derecha) se parece más al peronismo clásico o al radicalismo progresista, y porque el chavismo se parece más a la Cámpora. Pudiera tomarse una posición en la cual Venezuela presente un embajador al que se le reciban credenciales y mantenga su embajada y, al mismo tiempo y en un plano diferente, se reconozca a la representante de la AN venezolana como tal. De esa forma el gobierno de Maduro estaría representado, y también la gran masa de pueblo (incluidos los emigrantes en Argentina) alineada detrás de la Asamblea Nacional.

Que sea una relación en la que todos ganan, en vez de una en la que para que uno gane, el otro tiene que perder, tal como ha venido sucediendo en los últimos años. O sea que en Venezuela, La Argentina no tenga reputación ni de chavista, como ocurrió hasta 2015, ni de opositora, como aun está ocurriendo. Nuestra reputación debe ser la de un pueblo y gobierno hermano, con la capacidad de maniobra para interactuar con cualquiera de los dos bandos en conflicto, y poder ser parte armónica de una solución, que a la larga o a la corta, el pueblo venezolano alcanzará. Para ese momento, me gustaría que la Argentina haya sido punto de encuentro, y parte de la solución, la cual, desde ya, les puedo anticipar, no estará en ninguno de los extremos, sino que la encontraremos más cerca del centro, gane quien gane.

La Argentina es un actor relevante en la región y no me cabe duda de que las nuevas autoridades estarán a la altura de las circunstancias, evitando alineaciones inconducentes, y promoviendo la equidistancia política. Si hay que elegir entre los dos platos de la balanza, yo, si fuera Alberto Fernández, elegiría ser el fiel de esa balanza.

Por otra parte, el gobierno de Venezuela está profundamente sancionado por el gobierno de EEUU, y hacer “negocios” con él es asumir un costo multidimensional de alcances impredecibles. Sería interesante que quien maneje esa relación bilateral lea con cuidado la orden ejecutiva, así como las disposiciones cambiantes y evolutivas del Departamento del Tesoro y de la OFAC, que dejan un espacio importante al comercio entre empresas privadas, las cuales también deben cuidarse del over compliance en bancos, transportistas y proveedores, derivado del cumplimiento de las sanciones.

Venezuela necesita más que nunca que el comercio bilateral crezca, especialmente en el suministro de alimentos y medicinas, y eso solo será posible si el ámbito de desenvolvimiento es claro y transparente, con el mínimo de intervención de los dos gobiernos, para de esa forma asegurarnos que el empresario argentino que exporta no corra riesgos, y que el venezolano que las importa tenga buenos precios, calidad y seguridad de suministro. Y eso solo sería el comienzo que debería evolucionar naturalmente hacia la inversión Argentina en Venezuela, considerando la gran oportunidad de empresas disponibles para la venta o asociación, que hoy tienen bajo o nulo nivel de actividad, y que requieren de inyecciones de capital y de mercados, para poder desenvolverse.

Hoy las barreras a la entrada son muy bajas, y las condiciones cambiarias y de exportación son favorables. Y claro, siempre está la duda de si pudiera regresar otra ola expropiadora, a lo cual no tengo, como presidente de la Cámara de Comercio e Industria Venezolano Argentina CAVENARG, más respuesta que decir que la intencionalidad que se percibe, en este momento por parte del Estado va en otra dirección, y que cada vez nos acercamos más a una transición real en lo económico, aunque lo político pueda tomar aun un tiempo más en resolverse. Si bien es cierto que la infraestructura de servicios está deteriorada, puede haber allí una oportunidad de inversión orientada a la autogeneración, o invertir en empresas locales de servicio eléctrico.

Si lográramos con esta nueva administración que la inserción de productos y capitales argentinos fuera despolitizada, no solo sería un logro para la relación bilateral, sino que políticamente se contribuiría a la unión de los venezolanos, que es el “producto” vital más necesario; y que ningún otro país está llevando a cabo, porque por una razón o por otra, siempre toman partido. Y en nuestro caso, ahora, con una mirada fresca, podríamos servir a todos y compartir el futuro, sin importar quien, al final, gane la confrontación política.

Economista. Consultor Gerencial en Planificación Estratégica y Análisis de Entorno

Fuente: Infobae.com    Benjamin Tripier

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