Trump hace valer su rescate a Milei

Lo perfecto es enemigo de lo posible. El refrán podría aplicarse en los próximos meses en todas las negociaciones que deberá sortear el gobierno libertario: la aprobación del Presupuesto, las reformas laboral y tributaria, y hasta el acuerdo comercial con los Estados Unidos, que tuvo este jueves su avance fundamental. “Las reformas tienen que salir sí o sí, aunque haya que sacarles algunas cosas”, admite un ministro libertario. Son tiempos de resultadismo puro. El documento que se firmó con los Estados Unidos no es la excepción.

Después de seis meses de negociaciones, el gobierno republicano y su par libertario firmaron una declaración conjunta para avanzar en un acuerdo de cooperación comercial. En la práctica, si hubiera en el documento firmado un acuerdo de modificación de aranceles, este debiera pasar por el Congreso, pero no sería el caso. Aunque por estos días también la biblioteca está dividida y toda la política arancelaria de Trump está siendo debatida en la Justicia. Rápido de reflejos, seguramente el lobby empresario igual no demorará en trasladarse al Capitolio.

La declaración conjunta que se conoció este jueves –el mismo día, se comunicaron acuerdos con El Salvador, Ecuador, y Guatemala– contiene una serie de conceptos marco. Para terminar de comprender el alcance de lo que viene, hace falta conocer la letra chica. Recién entonces, como en toda negociación, se sabrá a ciencia cierta quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores.

La administración Milei, sin embargo, se anota un primer poroto. Logró lo que todavía gran parte del mundo está intentando conseguir, que es un acuerdo de reducción de aranceles con Trump. El anuncio es un logro en sí mismo. Reafirma el respaldo de los Estados Unidos hacia un gobierno que, aun después del batacazo electoral de octubre, necesita de la tutela financiera de Trump para cerciorarse que tiene con qué cumplir con sus obligaciones financieras. El mensaje no es menor.

Con respecto al impacto comercial, su alcance es todavía una incógnita. Pero no parece un acuerdo de fácil digestión para industrias como la farmacéutica o incluso para algunos sectores agroindustriales, dado que algunos negocios empezarán a competir directamente con los productores norteamericanos, tan o más eficientes que los locales. La Argentina se compromete, de hecho, a abrirle el mercado al ganado norteamericano, y, dentro de un año, incluir también a las aves de corral.

El gobierno de Milei, asimismo, se compromete a simplificar el proceso para el registro de carne, productos cárnicos, despojos bovinos, productos porcinos, entre otras concesiones. En contrapartida, ambos países asumen que van a “mejorar las condiciones recíprocas y bilaterales de acceso al mercado para el comercio de carne de bovina”.

En este último punto residía uno de los conflictos de las últimas horas. Habrá que ver, cómo lo termina definiendo el Congreso. Esta semana, 52 miembros de la Cámara baja firmaron una carta dirigida al representante de Comercio de los EE.UU., Jamieson Grier, y a la secretaria de Agricultura, Brooke Rollins, condenando el “salvataje del bife” argentino que estaba planteando la administración Trump. “De la soja a la carne, la administración Trump sigue poniendo a los productores argentinos por delante de los norteamericanos”, dice, entre otras cosas, el texto fechado el 10 de noviembre. La Argentina tiene una cuota hoy en el mercado norteamericano de 20.000 toneladas. La idea, según trascendió en conversaciones que mantuvieron funcionarios norteamericanos con fuentes privadas, podría ser duplicarla, pero en gran medida reasignando cuotas que hoy tienen otros países productores. Trump también tiene su interna y no es fácil, aunque goza a su favor, del control de ambas cámaras. Será cuestión de sumar votos.

Queda claro que la administración trumpista no saldrá perdiendo. Se ocupó de incluir en esta primera declaración todos los temas que, históricamente, dominaron la agenda comercial bilateral: propiedad intelectual (patentes, sobre todo, farmacéuticas), China, y el acceso a minerales raros, el ‘hit’ del momento. “Hay 12 compromisos que asume exclusivamente la Argentina; uno que asume exclusivamente Estados Unidos y 6 que asumen en conjunto”, detalla un hombre que desde hace años sigue de cerca las cuestiones comerciales del pais, y que no demoró en analizar el texto. El primer libro que publicó Trump con su firma, en 1987, se llamó: “El arte de la negociación”. No hay sillón que ofrezca mejor plafón para negociar que el del Salón Oval.

La Argentina también accedió a tomar medidas que faciliten el ingreso de bienes norteamericanos. Se habla en el texto, por caso, de que ya no será necesario que organismos locales –como pueden ser el Senasa o la Anmat– realicen nuevas evaluaciones a productos, como pueden ser alimentos o medicamentos, que ya hayan sido aprobados por las autoridades regulatorias en los Estados Unidos. Hasta ahora, en algunas industrias, las evaluaciones y certificaciones locales servían de barrera de entrada y se utilizaban para proteger a la industria nacional. Se trata de una concesión que hasta ahora no se había logrado si quiera formalizar dentro del bloque del Mercosur.

China no está mencionada en el texto, pero sí en espíritu. La Argentina se compromete a tomar medidas ante compañías estatales que pueda distorsionar el mercado –no hay empresa privada en China que no tenga de socio al Estado– y a implementar las obligaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), en su acuerdo para los subsidios y la pesca. También a restringir la importación de productos de países que no respeten las leyes laborales internacionales. Tanto la Argentina como EE.UU., a su vez, cooperarán para facilitar la inversión y el intercambio de minerales críticos, y se comprometen a trabajar en conjunto para “estabilizar el comercio global de soja”. Quién sabe qué significa esto último…

La decisión del Luis Caputo de bajar retenciones a la soja para hacerse de dólares en plena corrida cambiaria recibió fuertes criticas en su momento de los productores norteamericanos, que temieron perder peso relativo en el mercado chino. La Argentina, con todo, tiene motivos para ilusionarse. Además de mejorar el acceso a la carne argentina en los Estados Unidos, el gobierno e Trump se compromete a eliminar tarifas recíprocas para algunos recursos naturales y para artículos que tengan como destino el uso farmacéutico. ¿Incluirá el acero, el aluminio y el biodiésel? El del aluminio y el acero es uno de los reclamos más firmes de la Cancillería, que incluso hoy tiene abierto un reclamo contra el país del Norte en la OMC. No está especificado. Aunque, en este punto, Estados Unidos se reserva la posibilidad de aplicar aranceles o restricciones si determina que afectan la seguridad nacional. Margen de discrecionalidad para un nada previsible Trump.

El caso del biodiésel –hasta 2016, el principal producto de exportación argentino a Estados Unidos– es aún mas complejo. En la primera presidencia de Trump, el mercado norteamericano quedó virtualmente vedado a las exportaciones argentinas, dado que Estados Unidos les aplicó aranceles exorbitantes, bajo el argumento de que las aceiteras locales tienen un beneficio extraordinarios por el impacto de las retenciones a la soja en el mercado argentino. ¿Se revertirá la penalidad? Nada dice el comunicado.

También, según reza el texto, se podría avanzar en la colaboración del intercambio de información aduanera. Tal vez podría ser la oportunidad para que el país termine de formalizar una de las ventanillas más opacas que todavía existe en la administración pública. Pero, como con el resto de los puntos anunciados, por ahora son todas declamaciones. Dependerá el resultado de la buena voluntad de los congresistas norteamericanos, del peso del lobby privado –todavía a tiempo para incorporar modificaciones– y del humor de Donald Trump. Como con el swap por US$20.000 millones que Estados Unidos le dio a la Argentina, todavía falta información.

Las autoridades argentinas dependen de que Trump las habilite a brindarla.

Por Florencia Donovan

Fuente: La Nación

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