El previsible triunfo de Karina Milei

El apodo “el Jefe”, que Javier Milei le puso a su hermana Karina, no es una broma ni una simple metáfora para casi todos los funcionarios del Gobierno. Karina Milei es la jefa de la administración (¿por qué su hermano elude el sustantivo femenino que el corresponde?), sobre todo después de los fulminantes cambios del fin de semana. El Presidente eligió esa fórmula porque él prefiere dedicarse a la economía (territorio donde Karina Milei no influye ni lo intenta) y a pregonar las ideas libertarias por el mundo.

Ganó Karina Milei contra todas las versiones que indicaban una paridad en la relación de fuerzas con el principal asesor presidencial, Santiago Caputo. A pesar de todo, también fue una buena noticia para Mauricio Macri. La discusión de Javier Milei con Macri del viernes fue un debate entre un expresidente, acostumbrado cuando gobernó a participar de todas las decisiones de su gobierno, y un presidente actual cuya estrategia es cogobernar con su hermana.

La discusión siguió esa dirección, más que nada cuando Macri se enteró de la designación de Manuel Adorni como jefe de Gabinete, hasta el punto de que el exmandatario le dijo a Milei: “Estás más preocupado por la interna que por administrar el país”. El expresidente se refería a la tensa relación (para llamarla de algún modo) entre Karina Milei y Santiago Caputo. Macri se queda con Karina si debe optar por Caputo. Milei le contestó que las decisiones ya estaban tomadas y que él no las rectificaría. Las milanesas se enfriaron en el plato por el clima que había, por la disidencia entre los comensales y por las permanentes interrupciones de Milei para hacerse cargo de la renuncia de Guillermo Francos.

Sin embargo, los que conversan con Macri vieron a una persona el sábado mucho más ofendida y “decepcionada” (es la palabra que a él le gusta para describir cómo salió de Olivos) que la que percibieron el lunes, después de la designación de Diego Santilli como ministro del Interior. Macri no descarta, dicen, que la designación del actual ministro haya sido consecuencia de una reflexión del Presidente luego de la conversación con el “Presi”, como el actual jefe del Estado lo llama a su antecesor. “Lo de Santilli fue una buena decisión”, deslizó el actual presidente de Pro.

Macri valora a Santilli porque tiene la ventaja de no estar peleado con nadie, de no ser rencoroso y de poder hablar con todos los referentes de la política nacional. En efecto, en las últimas horas se escuchó hablar bien de él a casi todos los dirigentes políticos más conocidos, desde el propio Macri hasta Elisa Carrió, pasando por referentes radicales y varios gobernadores. Tal vez haya influido que su designación sucedió cuando se daba por hecho que el nuevo ministro del Interior sería Santiago Caputo y, para peor, con un poder mucho más amplio que el de titular de la cartera política.

Según todos las huellas encontradas, esos rumores salieron de las cercanías del propio Caputo. ¿Quién más que Caputo podría hablar con tanta seguridad de Caputo? Santilli es un profesional de la política, mientras Caputo es, hasta donde se sabe, un consultor electoral sin ninguna experiencia en la administración pública. Esa es la diferencia que marcan los dirigentes políticos cuando hablan de los dos. Pero todos ellos también refieren a otra condición indispensable para que Santilli sea eficaz en la gestión: que le den lo que le negaban a Francos.

En verdad, Francos llegaba a acuerdos con los gobernadores y legisladores, pero algunas de esas promesas no las podía cumplir porque alguien (¿Santiago Caputo?) interfería en su instrumentación. Paralelamente, era el propio Caputo quien hablaba con los gobernadores, prometía decisiones de la administración (recursos, sobre todo) y lograba que sus compromisos se cumplieran. Por eso, muchos gobernadores decían que debían optar entre los modos cordiales y respetuosos de Francos y las conversaciones más distantes, pero más efectivas, con Caputo.

Si se miran esos antecedentes con ojos conspiranoicos, podría deducirse que el joven asesor estaba trabajando desde hacía mucho tiempo en su aspiración de reemplazar a Francos. No pudo ser. Tanto Adorni como Santilli tienen los pergaminos de su buena relación con Karina Milei. Si todos los rumores son ciertos, y Caputo está en una pelea interna desenfrenada con la hermana del Presidente, ya es hora de que se entere de que está librando una lucha inútil. Entre Javier y Karina Milei hay una dependencia emocional, además de una historia común.

Muchos podrán discutir si el reciente triunfo de Milei es obra del espanto por la opción que tenían los argentinos o del pánico ante la posibilidad de un gobierno huérfano, pero lo cierto es que el jefe del Estado es un resultadista. Para él, su hermana es la única persona que confió en la victoria arrolladora de La Libertad Avanza, aunque solo Javier Milei sabe cómo y cuándo Karina se lo dijo. Sus conversaciones nunca serán públicas.

Karina Milei, con pastores evangélicos en la Casa Rosada
Karina Milei, con pastores evangélicos en la Casa RosadaPresidencia

El joven Caputo no tiene menos poder que antes, pero tiene mucho menos poder que el que aspiraba tener. Aseguran que se imaginaba como jefe de Gabinete o como un superministro del Interior, con el control de áreas importantes como las de transporte y obras públicas. Aspiraba a llevar a su amigo Sebastián Amerio, actual secretario de Justicia, al frente de ese ministerio en lugar de Mariano Cúneo Libarona. Karina Milei se interpuso y Cúneo Libarona seguirá siendo ministro, por ahora.

Y, desde ya, Caputo quería conservar todos los lugares que amigos suyos ocupan en la administración. En rigor, debería comprobarse si tiene tantos vicarios en las distintas oficinas y agencias del Estado. Si fuera así, su lista de amigos se parecería por su extensión a las antiguas guías telefónicas. Tiene, sí, dos oficinas cruciales de la administración en poder de amigos suyos: la SIDE, el servicio de inteligencia del Estado, y la DGI, la oficina que conoce todos los ingresos y los gastos de todos los argentinos.

Si, como indican algunas versiones, lo despojaran de su influencia en esas dos agencias, podrá decirse que el Presidente hizo algo más que frenar el enorme apetito de poder de su asesor. Milei se cuidó también de conservar las apariencias: le dio un interminable abrazo a Caputo en la reunión de gabinete del lunes, después de haberlo notificado el fin de semana de que se quedaba donde estaba. El jefe del Estado le reconoce a su asesor una capacidad intelectual para la política que no encontró en otros colaboradores. Caputo es consciente de que cuenta con esa ventaja: por algo decidió competir con el poder de Karina Milei. ¿Habrá tomado nota el fin de semana de que es una competencia inservible?

Regresemos a la relación de Macri con Milei. El expresidente oscila entre el reconocimiento a la línea fundamental de las políticas de Milei, a la que considera buena, y una mirada crítica de la gestión cotidiana de la administración. Insiste con que conserva una “buena relación” con el Presidente, pero al mismo tiempo se muestra decepcionado por la renuncia de Francos y por el ungimiento de Adorni en la última cima de la administración.

No es una cuestión personal con el exvocero presidencial; es, más bien, la sospecha de que su falta de experiencia podría contribuir a la continuación de la falta de gestión del gobierno de Milei. En el fondo, el temor de Macri es que otra vez fracase la posibilidad de instaurar políticas sensatas en un país cautivado en los últimos años por la insensatez. También hay una cuestión de estilos que los diferencia mucho. Como lo explicito ayer en un seminario, no le gustan los líderes “narcisistas” que le huyen a la “empatía” y que prefieren cultivar ciertos rasgos del “populismo”. Estaba hablando del mundo, no de la Argentina, pero la vinculación entre lo nacional y lo internacional es inevitable. En esos párrafos sobre el fenómeno político que recorre gran parte de Occidente pueden encontrarse otras razones de sus desacuerdos implícitos con Milei. Con todo, Macri subraya que el rumbo esencial del gobierno del Presidente es correcto.

En ese contexto donde todo se mueve, el radicalismo vive las vísperas de la elección de nuevas autoridades en diciembre próximo, cuando concluirá el actual mandato de Martín Lousteau como presidente partidario. Lousteau fue el primer presidente del radicalismo que casi carece de antecedentes en la militancia del partido con más historia del país. La UCR recurrió muchas veces a candidatos extrapartidarios para presidentes de la Nación, pero siempre cuidó los antecedentes partidarios de su propios presidentes. Quizás por eso se dio muchas veces el caso inédito de que Lousteau, senador nacional hasta el próximo 10 de diciembre, votara de una manera en el Senado mientras el resto del bloque del radicalismo lo hacía de otra manera.

El nombre que más se escucha para reemplazarlo es el del exdiputado nacional Mario Negri; su elección significaría el regreso de ese partido a una conducción de dirigentes con larga trayectoria en la organización política que fundó Alem. Negri tiene cintura política para el diálogo y los acuerdos; lo eligieron presidente del heterogéneo interbloque de Juntos por el Cambio cuando Macri fue presidente de la Nación. Amigo personal de Carrió, suele hablar con Macri, frecuenta la estructura nacional del radicalismo, está costumbrado al diálogo con los peronistas razonables, y hasta lo conoce a Guillermo Francos desde los tiempos en que fueron diputados nacionales.

Según dirigentes que avalan su candidatura, Negri podría restaurar en el radicalismo la coherencia entre las decisiones del partido y las posiciones de sus bloques parlamentarios. Imaginan, inclusive, un diálogo más institucional entre ese partido y Santilli (Negri y Santilli se tratan desde hace mucho tiempo) y no solo entre el gobierno nacional y los gobernadores radicales, con cada uno por separado. Pero precisamente falta todavía la opinión de los gobernadores, sobre todo de los dos más influyentes: el mendocino Alfredo Cornejo y el correntino Gustavo Valdés. Después de las experiencias de Gerardo Morales y de Lousteau al frente de ese partido, la primera prioridad de los radicales consiste en buscar la resurrección.

Por Joaquín Morales Solá

Fuente: La Nación

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