Los “tres platitos” de la crisis que Milei no logra alinear

El gobierno de Javier Milei mira hacia el cielo y ve tres platitos en el aire que todavía no convergen en la coreografía de una gobernabilidad sostenible: la voluntad del votante, el apetito de los mercados y la ambición de la política. Credibilidad volátil ante los bonistas; dudas que se profundizan entre los electores; endurecimiento en la oposición. En tiempo de descuento hacia la elección de octubre, el malabarismo presidencial afronta riesgos en cada juego de manos.

Un platito puede caer y hacerse pedazos, y arrastrar a los otros en la caída: el caso retenciones cero, con resultado positivo para el arco de las reservas, pero negativo para la confianza de la zona núcleo, es una muestra clara de la manta corta que les cuesta gestionar a Milei y Luis Caputo. Los problemas de muñeca política les complican incluso el diálogo con los más cercanos y les generan ruido político justo cuando era el momento de celebrar la victoria financiera con el espaldarazo trumpista.Grabois denunció a Espert en la justicia penal: lo acusó de haber recibido al menos US$ 200.000 de un supuesto narcotraficante

Las brechas proliferan en el escenario argentino. Volvió la del dólar, conocida. Y ahora se instalan otras. Un gap entre las expectativas del Gobierno, que busca recrear una percepción de estabilidad, y las de los mercados, que están en modo subibaja: los anuncios que celebra el mercado un día se licuan dos días después en una nueva escalada del riesgo país, por ejemplo, que ayer volvió a ponerse por encima de los 1100 puntos a pesar de toda la munición gruesa que Donald Trump y Scott Bessent le prestaron al Gobierno la semana pasada. Además, las elecciones de la provincia de Buenos Aires dejaron una lección a los bonistas: con la inflación a la baja ya no alcanza. El riesgo país que volvió a escalar deja otra duda: que sin el apoyo histórico de Trump y Scott Bessent no se puede, pero ¿tampoco alcanza?

La trama se complica: lo que conforma a los bonistas por momentos no necesariamente interpreta las demandas del argentino de a pie, que no ve los beneficios de la estabilidad macro y del alejamiento del default: ¿quién ha visto alguna vez un bonista?

Y todo puede ser más desafiante todavía cuando nace otra brecha: casi una zanja entre las habilidades políticas que requiere el presente y aquellas de las que dispone el Gobierno. Una hipótesis toma forma entre los observadores del panorama político que une puntos en países disímiles con presidentes disruptivos: a los outsiders les resulta más fácil ganar elecciones que gobernar la complejidad. En esa idea se resume todo el problema de Milei.

Desde la orilla de su principal aliado político, Pro, un dirigente que está entre los que están dispuestos a sostener el envión macroordenador del Gobierno insiste en una idea que es casi eslogan en ese grupo: “El rumbo macroeconómico es el correcto. Nos toca acompañar”. Como herramienta política de gobernabilidad prestada, tampoco está claro que pueda ser suficiente. Al menos, no sirvió para ganar en la provincia ni para dar un salto arrasador en la ciudad de Buenos Aires.

¿Qué es ganar la elección de octubre? Cada respuesta que ensayó el oficialismo este año se mostró apresurada o directamente equivocada. La elección porteña dejó lecciones: el error del triunfalismo. La victoria de La Libertad Avanza llevó al oficialismo a leer la conquista de un tercio, el 30% que sacó Manuel Adorni, como una hegemonía estilo balotaje proyectable a todo el territorio patrio. A partir de ahí, para Milei y sus estrategas solo quedaba sojuzgar a Pro en el armado de las listas nacionales. Error.

El mileísmo perdió de vista que el perokirchnerismo quedó segundo, pero ahí nomás, con los 27 puntos de Leandro Santoro. Y en el colapso de Pro los libertarios creyeron ver su oportunidad futura: el magro 16% de Pro con Silvia Lospennato los hizo soñar con un dominio consolidado del cuadrante de centroderecha. La comparación con 2023 los llevó a ilusionarse: aquel año habían quedado terceros, con un liderazgo Pro de casi 50 puntos. El crecimiento de este 2025 y el primer lugar en CABA acentuaron la certeza de una nacionalización del triunfo libertario: no vieron que estaban lejísimos de los porcentajes de Pro en los años de su hegemonía porteña.

Al mileísmo se le pasó de largo que en mayo gran parte del voto Pro desoyó el canto de sirena libertario y se dividió entre Lospennato, Horacio Rodríguez Larreta y otros candidatos con menos caudal. El votante porteño aprovechó las opciones marginales que le ofrece una elección legislativa: no fue solo pollo o pasta, como en un balotaje. La suma del 16% de Pro y del 10% de Rodríguez Larreta casi equivalía al porcentaje que Juntos por el Cambio le había transferido en el balotaje de 2023. Pero ahora ese voto se movió entre más opciones. El mileísmo no la vio.

La elección bonaerense trajo otras lecciones: mostró la contundencia de la transversalidad perdida. Parte del voto de sectores empobrecidos que se alinearon tras Milei en 2023 volvieron al redil peronista: LLA se hizo más antiperonista. Y parte del voto de la centroderecha blanda, “la derechita cobarde”, como la llamó Agustín Laje durante buena parte de 2024, se quedó en su casa. Algo parecido al comportamiento en CABA, pero distinto: es decir, evitar el voto libertario y elegir otras opciones más digeribles, incluso el ausentismo.

Ahora Milei se dispone a viajar por el interior para corregir errores. ¿Demasiado tarde? Hay dudas acerca de si va a dar buenos frutos la estrategia de renacionalizar la elección en la figura de Milei después de provincializar los conflictos, lanzando candidaturas libertarias en territorios donde pudo haber alianzas más efectivas.

En Córdoba, el lanzamiento que protagonizó Milei volvió a la endogamia de las bases electorales y de las bases ideológicas. El riesgo es llegar al fin del proceso electoral en octubre con un lamento: “Karina, achicaste al mileísmo”.

Ayer, Milei llegó a Tierra del Fuego: otro problema para el mileísmo de mercado, la exposición de una de sus contradicciones más difíciles de explicar: la defensa del régimen de Tierra del Fuego mientras sostiene las retenciones al agro.

El Índice de Confianza en el Gobierno (ICG), elaborado por la Universidad Di Tella y la consultora Poliarquía, acaba de volver a mostrar el problema de confianza que atraviesa al Gobierno: dos meses consecutivos de baja del ICG, que ahora cayó 8,2% respecto de agosto, cuando había caído más de 13 puntos. La única buena noticia con relación a la confianza en el Gobierno es que la caída sigue, pero aminorada. El bajo puntaje del ICG de septiembre, por la fecha en que realizó la encuesta, registra el impacto del caso Spagnuolo y de la derrota bonaerense.

La falta de precisión de la tecnología de las encuestas a la hora de predecir resultados pone más tensión al presente: la falta de unas PASO hace difícil tener un mapa más fidedigno de las tendencias del votante. Extrapolar elecciones locales puede conducir a errores de todo tipo: estratégicos electorales, políticos e inclusive económicos. La decisión de eliminar las PASO no funcionó: les dio carácter de PASO a elecciones provinciales difícilmente extrapolables a todo el país. No solo no quitó incertidumbre, sino que le sumó imprecisión a la política.

El riesgo político

En el plano doméstico, el Congreso vuelve a la carga: es el espacio donde se viene escenificando desde hace meses la debilidad política del Gobierno. Es la plataforma de campaña de la oposición más dura. Esta semana, empieza la puja por el presupuesto 2026 en Diputados y en el Senado, el debate por los vetos al financiamiento universitario y a la emergencia pediátrica. La pregunta es cuánto cambió realmente el clima político después de los anuncios económicos de Trump y Bessent, es decir, cuánto influye en la voluntad de los senadores y diputados y su percepción del poder del Gobierno y de sus chances electorales. La incipiente reconciliación entre Milei y Macri entra en ese mismo marco. De afianzarse ese acercamiento, ¿será efectivo o a esta altura es más un apoyo devaluado? Macri también sufre la pérdida de cierto ángel, después del deshilachamiento de su caudal electoral.Sebastián Pareja resiste los embates internos y prepara la campaña con el apoyo de los hermanos Milei

El plano internacional también trae interrogantes al proceso político mileísta. La excepcionalidad de Milei se juega en ese punto: con menor capacidad de construir una gobernabilidad de anclas nacionales y con mayor capacidad de anclarse en una alianza internacional tan atípica. Las encuestas complican a Trump. De acuerdo con The Economist, el diferencial de aprobación de Trump es negativo en 17%. El apoyo alcanza apenas al 39% y la desaprobación, al 56%. Y en la elección de medio término del año que viene, Trump enfrenta un desafío si quiere mantener sus mayorías en el Congreso: lograr movilizar a votantes que le escapan al voto.

Como Milei, el objetivo es que la gente vaya a votar. El apoyo mutuo que se prestan Milei y Trump puede terminar resultándoles un salvavidas de plomo. Un dato más para la incertidumbre futura.

Por Luciana Vázquez

Fuente: La Nación

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