Muchos frentes para un gobierno monofocal

omo diría el gran Chapulín Colorado, “que no panda el cúnico” o, al menos, que no parezca que hay pánico. Y menos que cunde. Esa es la orden que baja desde la cima del Gobierno y que enmarcó ayer la reunión de Javier Milei con los candidatos a legisladores nacionales oficialistas, en la residencia presidencial. Aunque la crisis más profunda que ha afrontado esta gestión resulte indisimulable.

El plan aguantar hasta las elecciones obliga a mantener la calma. O escenificarla. Esa es la apuesta. Todas las fichas al 26, a pesar de que la debacle bonaerense, con la misma martingala, se comió buena parte del capital mileísta. Como si el largo y difícil camino que falta recorrer hasta esa fecha no fuera tan complejo. ¿Optimismo o negación? Esa es la pregunta dominante que los tomadores de decisiones se hacen fuera del círculo cerrado oficialista.

La foto que el Presidente representó y entregó a los postulantes para que se llevaran de Olivos fue la escenificación de que está en control de la situación, “con firmeza y buen ánimo”, supuestamente recuperado después de las horas oscuras de la derrota.

Eso ocurría mientras el Senado le propinaba otra derrota al Gobierno y los mercados volvían a golpear con una nueva escalada por encima de los 1400 puntos y otro estirón del dólar que tocó los 1500 pesos y obligó a vender reservas del Banco Central (sin mucho éxito para cambiar el curso) y a operar fuerte en el mercado de futuros. Gestos de optimismo ante vientos cruzados y a pesar de que a esa hora los ventanales de la quinta y de la Casa Rosada crepitaban.

Por algo, horas después se confirmó la reposición de Santiago Caputo al frente de la estrategia electoral, como en los inicios, de donde había sido desplazado por el monopolio de Karina Milei, quien terminó corriendo a un segundo plano a su íntimo colaborador Eduardo “Lule” Menem, aunque no prescindiendo totalmente de él. La derrota bonaerense y los escándalos de los audios que salpican con hechos de corrupción a la hermanísima y a su segundo hicieron mella.

“No podemos decir que todo marcha de acuerdo al plan (TMAP), pero tampoco estamos tan mal como quieren mostrar. Estaban previstas varias de las cosas que han pasado en el último mes, aunque es verdad que se aceleraron y se agravaron después de la elección bonaerense”, la frase es uno de los puntos de coincidencia y consuelo que han empezado a encontrar las huestes santicaputistas y karimileístas en la frágil tregua a la que los obligó la derrota. Alcanza para bajar los decibeles y retemplar ánimos golpeados.

No es, sin embargo, lo que se escucha en el universo económico y financiero ni el ámbito político fuera del oficialismo. Contra la preocupación, la incertidumbre y el temor creciente que reina en estos terrenos es que busca imponerse el tranquilizador relato mileísta, a pesar de que su carácter performático está lejos de la eficacia original.

“La oposición ya no tiene otros proyectos de ley para complicar más el programa económico y aunque no es bueno el pedido de interpelación a Karina [Milei] y a [Guillermo] Francos, no les quedan muchas más cosas para hacer daño desde el Congreso. Y en la calle no tienen plafón para ningún desborde”, es el mensaje que se buscó instalar y que, alineados, repitieron luego varios asistentes a Olivos. Las voces de consuelo fueron tanto de libertarios de la primera hora como de algunos macristas que se rindieron en busca de supervivencia, antes que por convicción y afecto.

De todas maneras, el discurso oficial ya no habla de un gran triunfo libertario el 26 de octubre y hasta se admite la posibilidad cierta de otra derrota en territorio bonaerense. Se procura ahora sostener la ilusión de una victoria módica, como el “buen resultado”, que se pregona puertas afuera para que la desconfianza (de los mercados y de la sociedad) no profundice la fragilidad que el oficialismo sufre y ya no puede ocultar. Mitigar el daño, aparentando tranquilidad es la consigna. Todo es más modesto, pero no menos ambicioso.

Una vez más Milei y su equipo insisten en que la situación se reencauzará después de las próximas elecciones y que todo se debe a cuestiones políticas generadas por “el partido del Estado”, que ahora ocupa el lugar que fue de “la casta”.

Es esa una forma de negar que haya desajustes en el programa económico que provocaron malestar en una parte del electorado y retroalimentaron la crisis, a pesar de que ya una mayoría de economistas encuentra varios desaciertos en esta materia en lo que va del año.

La lista de yerros y problemas incluye el retraso del dólar que provocó haber llevado al crawling peg de 2 a 1 por ciento, mientras la inflación seguía por encima del 2%, la decisión de no acumular reservas, al tiempo que se abría el cepo para las personas físicas, más la fallida cancelación de las letras de financiamiento (LEFI) que puso presión sobre la divisa estadounidense y obligó a aumentar las tasas de interés con el consecuente impacto sobre el crédito y la actividad. A lo que añaden la refinanciación de la deuda en pesos a tasas siderales. Pero de eso no se habla en el oficialismo.

La elección ordenará ¿y si no?

“El desempleo no crece como dicen algunos y la actividad por el riesgo kuka y la acción del partido del Estado”, arengó ayer Milei a sus candidatos. A pesar de que anteayer se divulgara que en el segundo trimestre de este año hubo una caída del empleo de medio punto (pasó de 7,4% a 7,7%) respecto de igual período del año pasado en la ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales del gobierno porteño. O que la UIA sostenga que se pierden 1500 puestos de trabajo por mes. ¿Relato mata dato o al revés?

El Gobierno busca convencer a sus candidatos y seguidores de que una vez superada la prueba electoral se reordenará el escenario y que volverán a contar con la colaboración de gobernadores que ahora han puesto a sus legisladores a nacional a votar en contra de las iniciativas oficialistas y los vetos presidenciales. Los que están arriba del avión violeta creen o quieren creer.

Los más escépticos no se animan a expresar su falta de fe, porque “este experimento es muy raro y le han funcionaron algunas cosas que parecían destinadas a fallar”, como dijo un libertario tardío proveniente del Pro, a pesar de que muchos de sus excompañeros de ruta le advierten que las condiciones han cambiado y que el humor social ya no es el mismo. Las burbujas (de sentido tienen esas cosas y no es fácil romperlas. De todas maneras varios se preguntan qué puede pasar si el resultado electoral es peor que el esperado y prefieren no responderse.

El Gobierno, de todas maneras, tomó parcialmente nota del cambio de clima, aunque prefiere evitar autocríticas profundas y sobre todo señalar a responsables de los errores político-electorales o en materia económico-financiera. Probablemente porque el Presidente los tiene demasiado cerca y en algunos casos es la imagen que le devuelve el espejo.

Eso explica la decisión y la orden de no enfrentarse y si es posible amigarse con los mandatarios provinciales no kirchneristas. “No vamos a pelearnos ahora en campaña con los gobernadores como hicimos con los intendentes y con ellos mismos en el armado de listas. La mayoría son reconocidos por sus votantes”, explica uno de los pocos dirigentes del oficialismo que se permite admitir algunos errores propios. Sin embargo, sabe que hay poca disposición para escuchar esas admisiones y menos aún posibilidades de hacer cambios en la cúpula del equipo presidencial.

Los que tienen más contacto con la realidad política también asumen que a los gobernadores les faltan incentivos o, más bien, les sobran desincentivos para quedar cerca de un Gobierno que los ha maltratado o destratado, que no les ha cumplido promesas hechas y cuya política económica, fuera del éxito desinflacionario, ha tenido varios efectos negativos en sus cuentas y en los ingresos y la actividad de los electores locales.

“La mesa política recién empieza a funcionar y no es fácil acercar a los que están enojados o de cambiar algunos responsables de políticas erradas. Menos en medio de la campaña”, admite un integrante de ese mobiliario que todo gobierno rescata con resignación cuando le llegan las crisis y usa como talismán de ultima instancia, pero sin mucha fe en su eficacia.

El pensamiento mágico nunca falta y así ha vuelto a entronizarse la consigna de que la disputa es “entre el futuro y el pasado”, “somos ellos o nosotros”, “es avanzar o volver para atrás cuando estamos en medio del Mar Rojo”, dicen y se dicen en la Casa Rosada. Así alimentan la ilusión de recuperar el apoyo, la participación y los votos de los desilusionados, los enojados y los heridos. La apuesta es a recrear y profundizar la polarización. Aún cuando el poder de atracción de cada uno de los polos da muestras de fatiga,

El perokirchnerismo, envalentonado con el triunfo bonaerense, apunta a ese mismo escenario binario. La repentina sobreexposición de Axel Kicillof en los medios de comunicación, sobre los que sigue profesando escasa simpatía y mucha aversión, en faceta moderada, convive con las bravatas a Milei y su gobierno. Al mismo tiempo, se busca deslegitimar cualquier opción intermedia.

En ese plano, el cordobés Juan Schiaretti es el blanco elegido de los ataques. Desde usinas cercanas a Sergio Massa, que guarda viejos rencores con el exgobernador cordobés, han salido a divulgar la supuesta existencia de una movida rayana con lo destituyente a la que lo vinculan junto con la vicepresidenta Victoria Villarruel y Mauricio Macri, aunque no hayan mostrado nexos.

El temor a que el origen peronista de Schiaretti le saque votos a Fuerza Patria opera con más fuerza que la posibilidad de que el espacio que integra el cordobés resulte atractivo para sectores moderados antikirchneristas que en la segunda vuelta de 2023 votaron por Milei y en contra de Massa, y ahora están desencantados o enojados con el Gobierno libertario.

Algunos observadores advierten que el tigrense, experto en dividir ofertas electorales, podría equivocar la estrategia. Ya lo vivió en 2015 cuando Cambiemos ocupó el espacio que él ayudo a abrir yéndose del kirchnerismo y en 2023 cuando lo derrotó Milei, a cuya fuerza él se encargó de alimentar para dividir el voto cambiemita. ¿Se puede tropezar tres veces con la misma piedra?

Por ahora, toda hipótesis sobre el resultado del 26 de octubre es provisional. La aceleración de la crisis ha sido vertiginosa en las últimas dos semanas y mucho más a partir del lunes pasado. El hecho más incontrastable es que las dificultades se han profundizado para el oficialismo y su debilidad se ha agravado, aunque Milei busque disimularlo y descargar culpas afueras.

Por eso, toda su energía está puesta en estas horas en aguantar para llegar al 26 de octubre lo más entero posible. Con codos y talones haciendo fuerza para aminorar la velocidad de descenso por un tobogán enjabonado. Tarea compleja para un Gobierno monofocal que tienen más frentes abiertos que nunca.

Por Claudio Jacquelin

Fuente: La Nación

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