Lo primero que sintió Jorgelina Cardozo cuando llegó gente del gobierno de Mauricio Macri al club social que ella dirige en el barrio Villa Esther, en Florencio Varela, fue desconfianza. El grupo de jóvenes con identificación del Ministerio de Desarrollo Social entró y preguntó cuáles eran las necesidades de ese lugar, donde todos los días hay decenas de chicos que juegan al fútbol en una cancha con más barro que césped. Después, ellos prometieron que el Estado iba a enviar ayuda. La respuesta fue natural, automática: «¿Cuántos colectivos hay que llenar? ¿Qué tenemos que llevar?». Y los jóvenes volvieron a prometer: «Nada».
En un intento de desplazar el sistema tradicional de punteros y ampliar su presencia territorial, el gobierno de Cambiemos desplegó en las zonas más vulnerables de la primera y la tercera sección del conurbano bonaerense y en las afueras de Rosario y Córdoba una tropa de 215 jóvenes de entre 18 y 30 años con la orden de vincularse con instituciones barriales y sus referentes para abrir un canal de diálogo sin intermediarios con el ministerio que dirige Carolina Stanley.
Informalmente le dicen «cordón popular», y el objetivo es llegar a todo el país con ayuda económica, material (elementos de construcción, hornos para los comedores, entre otros) o de capacitación (educación sexual, prevención del suicidio o del consumo de drogas y cuestiones legales). También, insisten en que no tienen una intencionalidad electoral, a pesar de que las zonas elegidas no son favorables para el macrismo en las encuestas, como en la tercera sección del conurbano, donde la imagen negativa del Presidente es de las más altas del país. Incluso, hay funcionarios de mucho peso que hasta sugieren que allí la batalla electoral ya se perdió.
Después de varios días de lluvia, y bajo un sol que pica, jóvenes vestidos con pecheras azules con la inscripción Acá Estamos (el nombre formal del programa, que depende de la Subsecretaría Nacional de Juventud) recorren de un lado al otro el Club Social Sol de América Varelense, donde trabaja Jorgelina. Unos cortan el pasto y otros participan, junto con vecinos, de una charla grupal con una psicóloga del Estado en la que cuentan brevemente quiénes son y qué les gusta hacer.
A metros de la cancha de fútbol, Jorgelina continúa con su relato de la desconfianza. Zunilda Contreras, una de las chicas con pechera, explica que se encontraron con esa actitud en cada lugar que visitaron desde que el grupo salió por primera vez a la calle, en la segunda mitad de 2016. Hay barrios donde ese sentimiento incluso condicionó el diálogo. «No nos dejaban pasar en algunos lugares porque desde el municipio (a cargo del peronista Julio Pereyra desde 1992) les decían que les iban a sacar las cosas», afirma.
Como si justificara ese descreimiento, Jorgelina responde: «Es que vimos de todo. Nos han hecho ir con banderas a un acto a cambio de un trofeo para dar en los campeonatos de fútbol que organizamos acá. Si no íbamos, no había trofeo».
Aunque en el Gobierno niegan que haya intencionalidad política, saben que justo en un año electoral este tipo de actividades les puede servir para revertir algunos números poco felices en los sondeos.
«Las encuestas me importan un comino», dice Pedro Robledo, subsecretario nacional de Juventud. El funcionario contó que desde la cartera que conduce Stanley se bajó un mensaje claro: está prohibido llevar simbología partidaria al territorio. «Si nosotros traemos una bandera de Pro, Carolina me pega una patada en el culo», bromea.
A diferencia del Gobierno, Jorgelina no evita hablar del ida y vuelta político. «En algún momento hay que dar para recibir. Si hoy te otorgan algo, vos sabés que, para que haya continuidad, después van a necesitar apoyo. ¿Y el apoyo cómo se llama? El voto», afirma.
Los que integran Acá Estamos no son militantes voluntarios, sino que son empleados del Estado. Cobran desde 8000 pesos mensuales, dependiendo de la responsabilidad de cada uno.
El criterio de selección de estos jóvenes responde a la cercanía y el conocimiento que tienen del territorio que se les asigna. Una vez elegidos, todos deben asistir a las capacitaciones sobre los temas sensibles.
Una vez en el territorio, su primera tarea es relevar la situación social en cada barrio o villa, desde el índice de menores embarazadas hasta el número de chicos que no estudian o que tienen problemas con las drogas. Es obligación tener un registro de las personas e instituciones que reciben ayuda.
El mayor desafío que atravesaron fue durante la inundación registrada en La Emilia, en Buenos Aires. Allí participaron casi todos y fue donde tuvieron su primer encontronazo político con La Cámpora, materializado en una batalla de pecheras. Ambos grupos usan el mismo color.
También tienen la orden de volver con frecuencia a cada lugar para evitar que la desconfianza vuelva a aflorar. «Se entiende que desconfíen de la política social de nuestro país porque siempre se la utilizó para manipular la pobreza. La gente era prisionera de punteros políticos», remarca Robledo.
A varios kilómetros de Florencio Varela, en el comedor Pancita Llena, del barrio Martín Fierro, en Merlo, un centenar de chicos de no más de 10 años esperan que Nano, el cocinero, reparta porciones cuadradas de pizza. Benjamín Williams, uno de los jóvenes con pechera encargado del programa en la primera sección electoral, toma una y se acerca a la salida del comedor esquivando los perros callejeros que buscan que alguien les tire un pedazo. «Hay que seguir creciendo», dice al describir el objetivo geográfico del programa.
La ambición de abarcar todo el país, sin embargo, presenta algunos reparos entre los vecinos, que consideran que la ayuda social a las instituciones barriales puede terminar siendo una burbuja que ignore lo que ocurra alrededor de los clubes o comedores.
Así lo advierte Claudia Amarilla, que vive en ese comedor de Merlo. Según cuenta, «a la esquina» de allí se reúne con frecuencia un grupo de jóvenes metidos en la droga que suelen pedir comida. «Les damos algo porque si no, nos roban todo. Falta un poco más de presencia ahí. Hablar con ellos», agrega.
La vecina, que en los últimos meses tuvo que echar a «varios» punteros que se acercaron a ofrecer ayuda «a cambio de cosas», se ríe a carcajadas cuando una murga empieza a practicar a metros del comedor. El ruido no le permite escuchar ni su propia voz. Sin importarle, empieza a preguntar dónde hay alguien con pechera para pedirle que se hagan unas obras que faltan para el comedor. En el trajín de darles de comer a los chicos, se había olvidado. Ahora, Claudia está esperando una respuesta.
El programa estatal en cifras
215
Jóvenes
Son los que forman parte del «cordón popular» en zonas vulnerables. Tienen entre 18 y 30 años y dependen de la Subsecretaría Nacional de Juventud
$ 8000
Salario promedio
Es lo que perciben los referentes territoriales. El monto depende de la responsabilidad de cada empleado y se ajusta sobre la base de la paritaria estatal. El programa no tiene un presupuesto específico
77
Distritos
El programa del Gobierno incluye por ahora tres provincias. Buenos Aires y Santa Fe (Rosario) se reparten 36 cada una y Córdoba, 5. Hay ayuda estatal en otras zonas, aunque con otro tipo de referentes.
Fuente: La Nación
Sea el primero en comentar en "La militancia macrista: el Gobierno despliega grupos de jóvenes en villas del conurbano para ampliar la presencia de Pro"