Festival de feriados

Con su publicación en el Boletín Oficial, el Gobierno oficializó el calendario de feriados con fines turísticos para 2023. La medida recuerda entre sus considerandos que los feriados nacionales trasladables cuyas fechas coincidan con los días martes y miércoles serán trasladados al día lunes anterior, y los que coincidan con jueves y viernes, al lunes siguiente.

La norma faculta al Poder Ejecutivo Nacional a fijar hasta tres feriados o días no laborables en lunes o viernes para promover la actividad turística, supuestamente apuntando a reducir los efectos negativos de la estacionalidad del sector turístico. En tiempos de crisis económica, con una población pauperizada, deberíamos revisar responsablemente estas presunciones. ¿Cuántos son los que pueden viajar? ¿Qué costo tienen para el país en su conjunto estas medidas? ¿Superan los beneficios para unos pocos a los graves perjuicios que impactan sobre muchos?

El calendario 2023 contempla de arranque 14 feriados inamovibles, 2 trasladables y 3 con fines turísticos. Un total de 19 días, con 4 fines de semana extralargos, que incluyen festividades de tipo religioso compartidas con hermanos países de Latinoamérica. Un número mayor que los 16 de Chile, los 18 de Colombia, los 9 de Brasil y los apenas 5 de Uruguay, y solo superado por el calendario venezolano, que suma 27 feriados nacionales.

El feriado nacional del pasado martes 20 de diciembre por los festejos de la Copa Mundial de Fútbol se instrumentó por DNU de manera intempestiva. Sin tiempo para prever reordenamientos, los efectos son en estos casos aún más dañinos. Todas las provincias y jurisdicciones quedaron obligadas a acatar la medida aun cuando la recepción a la selección nacional se haría en Buenos Aires y no en Salta o Formosa. Según el economista Fausto Spotornoel feriado le costó a Argentina 500 millones de dólares.

Con los asuetos decretados para la administración pública para los días 23 y 30, diciembre contabilizó apenas 17 días hábiles. Algo no estamos entendiendo los argentinos, o quienes nos gobiernan, cuando el quebranto solo podrá superarse con esfuerzo y trabajo.

La demagogia, como puntualizó el gobernador mendocino, Rodolfo Suárez, transforma la virtud en decadencia, al tiempo que distorsiona la buena fe y la alegría de la gente, mediante la manipulación de valores esenciales, y daña el tejido social.

El demagógico populismo no encuentra una salida real para este estado de cosas. Sin embargo, desde el gobierno nacional se sigue redoblando la apuesta. Ha logrado, incluso, que sean los propios trabajadores los que en abultado número resuelvan trabajar más allá de un decreto. Los gobernantes, una vez más, confirman estar mirando otra película.

Fuente: La Nación

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