Facundo Manes: “No solo podemos, sino que debemos aprender hasta el último día”

Acostumbrado a viajar todo el año para dar charlas y atender compromisos por su tarea como presidente electo de la Sociedad Internacional de Demencia Fronto-temporal, a Facundo Manes el llamado para dialogar acerca del horizonte que se vislumbra cuando la pandemia haya sido controlada lo encuentra recién llegado de España, donde estuvo para culminar detalles de la publicación de su próximo libroSer humano.

“Se trata de cómo la pandemia puso en evidencia la vulnerabilidad de nuestra especie y la necesidad de concebirnos colectivamente –explica–. Es un cuaderno de bitácora de cómo llegamos hasta acá y una radiografía de cómo nos encuentra el presente. Un breviario de lo que somos”.

Aunque durante la entrevista comenta que se siente agotado por el viaje, se presta a la charla con el entusiasmo que lo caracteriza; especialmente cuando se tratan temas que lo apasionan: el cerebro, la educación y el camino que deberíamos recorrer como sociedad. Dos días más tarde, está internado con neumonía por Covid en la Fundación Favaloro; por suerte con buen pronóstico.

–¿De esta pandemia emergeremos mejores o peores?

–Depende de nosotros. Si uno se fija en la historia, todas las grandes crisis cambiaron los sistemas de creencias de la época. Hay ejemplos de cosas positivas. Después de una de las pestes más importantes de Europa llega el Renacimiento. Después de la Guerra Civil norteamericana, Lincoln y sus aliados crean el sistema de universidades públicas y el ferrocarril transcontinental. Después de la Gran Depresión, se promulgan leyes para reducir la desigualdad. Después de la Segunda Guerra Mundial, se establece el Estado de bienestar. Es también verdad que las crisis pueden tener el efecto contrario y conducir a un estrés intenso y sostenido en el tiempo en el que los lazos sociales desaparecen y las personas se vuelven más egoístas e individualistas. Durante la peste bubónica hubo matanzas indiscriminadas y comunidades erradicadas. Yo soy optimista, porque hay grandes posibilidades que nos hagamos más resilientes en el nivel individual y como comunidad.

–¿De qué depende que el saldo sea positivo?

–En gran parte, de la empatía, de la habilidad de imaginar qué piensa el otro, de entender que puede tener creencias diferentes de las nuestras, pero también semillas de verdad. La inteligencia colectiva, la empatía, la resiliencia son palabras que tenemos que tener presentes. En la pospandemia, podemos redescubrir la mejor versión de nosotros mismos.

–A juzgar por las disputas en torno de las estrategias para afrontar esta calamidad, estaríamos recorriendo el rumbo inverso…

–Para hacer evaluaciones hay que esperar a que todo termine. No sabemos si esta maratón dura 42 km, 50 o hasta dónde tendremos que llegar. Lo que sí sabemos es que todavía quedan tramos duros. Mientras tanto, tenemos que unirnos, llegar a acuerdos. Hace años venimos transformando todo en una lucha de pasiones, perdimos el pensamiento crítico. La grieta nos hace más brutos, nos daña, es una tragedia.

La Nación

–Se sabe que los comportamientos colectivos son más que la suma de las conductas individuales. ¿Puede explicarlos la ciencia del cerebro?

–Sí: somos víctimas de lo que llamamos “razonamientos motivados”. Evaluamos lo que sucede en función de cómo eso se relaciona con nuestra identidad de grupo. Si una visión es defendida por un grupo o por una persona con la que no coincidimos, tendemos a desestimar la evidencia. Por el contrario, si la plantea alguien con el o la que nos identificamos, lo asumimos como la única verdad posible. Y así ninguno de los problemas que tenemos pueden ser resueltos. Lo más triste es que con este tribalismo ganan muy pocos y perdemos la mayoría. Avanzamos en una lucha de facciones. Sigo teniendo esperanza de que nos demos cuenta de que no es cuestión de llevar agua para nuestro molino, sino del bienestar de todos. Y para eso necesitamos recuperar el pensamiento crítico y basarnos en evidencias científicas.

–¿Cuál considera que será la prioridad que habrá que atender desde el punto de vista sanitario?

–La OMS define a la salud como el estado completo de bienestar físico, mental y social. No se puede separar lo físico de lo mental, pero no se puso a la salud mental en el centro. El impacto mental dura más que la epidemia. Incluso si inmunizamos al 70% de los argentinos, esto va para largo. Y ese aspecto es clave, porque los recursos más importantes de un país son los recursos cognitivos y emocionales de los ciudadanos. Tengo miedo de que no nos estemos preparando para esta otra epidemia de salud mental.

–¿Volveremos al mundo que teníamos antes o nos encontraremos con otro distinto?

–Antes, existía la telemedicina, pero ahora explotó. Había educación a distancia, el periodismo estaba viviendo transformaciones que ahora se profundizaron, la representación política estaba cambiando, el capitalismo estaba siendo revisado por la desigualdad que generó, más allá de haber sacado a mucha gente de la pobreza. Lo que ocurrió es que se aceleraron esas tendencias. Lo que hizo el coronavirus fue aumentar la desigualdad y la pobreza. Una reconstrucción nacional era urgente antes de la pandemia y ahora más que nunca. Tenemos que ceder, pensar en el bien común, tener empatía y lograr ese proyecto superador que alguna vez tuvimos.

–¿Qué deberíamos hacer para enfrentarlo?

–Vamos a tener que volver todos al colegio. Porque la nueva revolución industrial ya no transforma lo que hacemos, sino que nos transforma a nosotros. Es una fusión entre lo físico y lo digital. Los países compiten por los sistemas educativos, científicos, tecnológicos. Hoy, la discusión económica central es la educación. Creo que vamos hacia un sistema híbrido, en todas las áreas. No tenemos que tenerle miedo a la tecnología, que es fantástica. Tenemos que reivindicar las habilidades que son humanas. Hay muchos tecnólogos que dicen que la inteligencia artificial ya supera al cerebro humano en muchas cosas. Y sí: lo supera en capacidad de análisis de grandes volúmenes de datos y en encontrar patrones. Pero ni la inteligencia artificial ni las computadoras más avanzadas le ganan en habilidades como la curiosidad, la audacia, la inteligencia colectiva, la empatía, la resiliencia, la capacidad de decidir en forma inmediata pensando en las consecuencias a largo plazo.

–¿Qué cambios habría que promover en la educación?

–Ahora que la información está disponible en todos lados, vamos a volver a la escuela a hacer los deberes con los tutores, porque el cerebro humano aprende cuando algo lo inspira, lo motiva. Se viene un mundo fascinante y la respuesta es volver al colegio, a cualquier edad. Cuando me preguntan hasta cuándo podemos aprender, contesto que no solo podemos sino que debemos aprender hasta el último día, porque la educación protege al cerebro. Cuando envejece, el cerebro pierde algunas funciones, pero gana sabiduría… Vamos a un mundo pospandemia en una nueva revolución industrial. El que no haga esto, tanto en el nivel personal como corporativo o como país, quedará atrás.

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