Docentes: recuperar el prestigio perdido

Se conocieron en los últimos días comentarios de una exministra de educación chilena, Adriana Delpiano, sobre la situación educativa en la Argentina. Al igual que muchos otros especialistas, la exfuncionaria del país trasandino no termina de comprender el origen de la tragedia educativa que nos aqueja cuando recuerda tiempos no tan lejanos de reconocido liderazgo argentino en la materia.

Como funcionaria, Delpiano fue uno de los pilares de la reforma llevada a cabo por Michelle Bachelet entre 2015 y 2018. Integra la Coalición Latinoamericana para la Excelencia Docente, un espacio pluralista de expertos que participaron en Buenos Aires de una conferencia acerca de la propuesta de reforma del estatuto docente que lleva adelante el gobierno porteño.

Precisamente en relación con los docentes formuló sus más agudas observaciones, pues atribuyó al enorme menoscabo del prestigio de la profesión la ausencia de atractivo para captar a los mejores. “El trato profesional con los profesores, el reconocimiento social hacia el maestro es muy importante. Es algo que creo que la Argentina tenía y perdió”, afirmó. Vale destacar que los maestros chilenos son hoy profesionales que han debido completar cinco años de estudio. Sus salarios también han mejorado para equipararse con otras profesiones y se los evalúa para que, dentro de plazos razonables, puedan desplazarse entre los cinco niveles establecidos que fijan su mayor o menor remuneración, tres de los cuales son obligatorios y solo dos optativos. Sobre la base de esto, el sistema chileno puede determinar la conveniencia de que algún docente no deba continuar ejerciendo. Su propia experiencia seguramente es la que le permite ver en el rol de los sindicatos a uno y otro lado de la cordillera la explicación de las diferencias. No se equivoca.

Los resultados de las distintas evaluaciones educativas hablan por sí solos y deberían acallar cualquier infundado reclamo gremial para igualar hacia abajo

La Legislatura porteña trataría mañana en el recinto el proyecto de reforma del estatuto docente, que ya tiene dictamen favorable de comisión. El oficialismo confía en lograr su aprobación a pesar del rechazo de algunos gremios docentes y de la oposición. Uno de los 28 cambios más destacados se asocia a asignar más peso al mérito que a la antigüedad a la hora de definir puntajes para ingresos y ascensos, valorando los esfuerzos y los logros individuales. En la misma dirección, además de crear nuevos cargos, incorpora los “ascensos horizontales” que eliminan la actual obligación de salir del aula para crecer en el escalafón –secretario, vicedirector, director y supervisor– y permite acceder a mayores salarios a un maestro de clase. Se fija también que la titularización de docentes en escuelas secundarias solo pueda hacerse por concurso. Sin duda, todo proyecto será siempre perfectible pero celebramos que la ciudad de Buenos Aires tome la posta en una materia tan delicada como urgente.

No podemos aspirar a mejorar la calidad y la equidad educativa si no trabajamos en la formación y mejora continua de nuestros docentes. La revisión de los estatutos nacional y de cada jurisdicción no puede continuar postergándose cuando su diseño reviste más de sesenta años. Sin duda, hay cuestiones neurálgicas que habrán de debatirse en el marco de un plan integral. Los resultados de las distintas evaluaciones escolares hablan por sí solos y deberían acallar cualquier infundado reclamo gremial, instituciones que han preferido no actualizarse para igualar siempre hacia abajo y conservar los privilegios de unos pocos. No hay futuro posible si no mejoramos la calidad educativa.

Fuente: La Nación

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