Cien años de Carlos Páez Vilaró, el artista del medio del Río

Entre la negritud, los festejos y el candombe emergen múltiples sensaciones para este singular artista rioplatense: las lavanderas, Boca, el cubismo, el puerto, los bares, una boda en un conventillo, lo popular y la bohemia. Todo tiene un origen y un final: es uruguayo del alma, pero Argentina siempre lo ha marcado en su vida.

Así es 100 años de un rioplatense, la muestra que recuerda la trayectoria de Carlos Páez Vilaró (1923-2014): su vida, sus inicios, sus obras y sus principales influencias en el año de su centenario. La muestra se inauguró el jueves en el segundo piso de la Colección Amalita, en Puerto Madero, y permanecerá hasta el 8 de octubre.

Dieciocho cuadros y dos esculturas forman parte de la obra del genial creador de Casapueblo, también pintor, ceramista, escultor, muralista, director, escritor, compositor y constructor gracias al aporte de coleccionistas privados y al de su familia.https://b1f70806e73a816b65f8f6e62eca7633.safeframe.googlesyndication.com/safeframe/1-0-40/html/container.html

Las obras conectan dos períodos centrales: su primera exhibición fue en 1955, en la galería Wildenstein, en Buenos Aires, pasando por la última muestra en el Museo Arte Tigre (MAT) en 2013, un año antes de su fallecimiento, ocurrido el 24 de febrero de 2014, cuando tenía 90 años. El artista uruguayo expuso por primera y última vez en Argentina."100 años de un rioplatense", la muestra en Colección Amalita. Foto: Martín Bonetto«100 años de un rioplatense», la muestra en Colección Amalita. Foto: Martín Bonetto

“Él decía que Argentina le había dado todo. Me encanta la energía que puso siempre en sus obras: cada vez que las miro encuentro su esencia y su fuerza”, explica María Dezuliani, curadora y directora de Casapueblo, el imponente museo que Páez Vilaró creó en Punta Ballena, ícono de la cultura rioplatense en Punta del Este, Uruguay.

Argentina marcó su vida

Carlos Páez Vilaró nació el 1° de noviembre de 1923 en Montevideo, Uruguay. Su vida fue la de un trotamundos.

A comienzos de los años ‘40 y se instaló en Barracas, cuando tenía 18 años. Primero trabajó en la fábrica Mantero y Balsa y después en Fabril Financiera, una empresa ubicada en Avellaneda.

Luego, se vinculó con dibujantes, publicistas y editores de la época. Dos años después, regresó a Uruguay para trabajar como publicista. Pero la cercanía del Riachuelo, los bares, las comparsas y la bohemia porteña lo marcó en sus inicios como artista."Homenaje a Buenos Aires" (1989), de Carlos Páez Vilaró. Foto: Martín Bonetto«Homenaje a Buenos Aires» (1989), de Carlos Páez Vilaró. Foto: Martín Bonetto

En la Colección Amalita se destacan estas pinturas de Páez Vilaró: Casamiento en un conventillo, Candombe de San Benito Granillero. Están inspiradas en la negritud y en el candombe uruguayo y forman parte de sus inicios.

Estos óleos sobre cartón miden 80 centímetros de alto por 100 de largo, fueron realizados en Uruguay, en 1955, pero se exhibieron por primera vez en Argentina, en la galería Wildenstein, también el mismo año.

Impacta Descuelguen que hay tormenta, otro óleo sobre la negritud del mismo tamaño que los anteriores, inspirado en las lavanderas de ropa a la vera del río, también creado 1955. La obra fue cedida por una coleccionista privada.La muestra se completa con una vitrina con objetos, libros y cartas. Foto: Martín BonettoLa muestra se completa con una vitrina con objetos, libros y cartas. Foto: Martín Bonetto

Tía Gualicho (1956) y Adivina (1958) son dos óleos sobre cartón que también reflejan la negritud. Aquí se desataca el interés de Páez Vilaró por incursionar en nuevas temáticas: se aleja de las curvas para iniciar su técnica cubista a partir del célebre español Pablo Picasso (1881-1973), a quien estudió. Estas obras estuvieron en París, Nueva York y Washington y pertenecen a colecciones particulares.

El vanguardismo de Páez Vilaró también se refleja con dos piezas exhibidas: Pelirroja. Serie Stand Art (1970) y Serie Stand Art (1973), dos collages en caja.

En los ‘70, juntaba objetos y jugaba con las tijeras para recortar formas. Su obra contiene dados, fichas y diversas piezas que forman una especie de collage encajonados detrás de un vidrio.La negritud y el candombe, presentes en la obra de Páez Vilaró. Foto: Martín BonettoLa negritud y el candombe, presentes en la obra de Páez Vilaró. Foto: Martín Bonetto

“Las obras se hicieron en Punta Ballena pero pertenecen a una colección iniciada en Nueva York. Allí se exhibió en Tanisia Gallery”, comenta Dezuliani.

Pasión y color

En 2013, Páez Vilaró trabajó con formatos más grandes y coloridos, evocando su pasión por los murales.

Se destaca el cuadro de un ciclista, su otro gran interés, con el número 23 por el año de su nacimiento, y pinturas que evocan los encuentros en los bares, las celebraciones populares, el colorido del candombe y zonas portuarias que lo han marcado. Incluso, instala barcos, viajes, conventillos y animales. Pinturas que resaltan la brillantez del artista.

Si de pasiones se trata, Páez Vilaró recreó los festejos populares a través de su obra Boca, una pasión (1998), un gigantesco acrílico sobre tela con todo el fervor que despierta ser hincha de Boca Juniors, el club más popular y ganador de la Argentina, decorado con numerosas banderas en azul y oro.El ciclismo, gran interés del pintor. Foto: Martín BonettoEl ciclismo, gran interés del pintor. Foto: Martín Bonetto

Homenaje a Buenos Aires (1989) es otra de las atracciones: un collage en el que el artista recrea la figura de Carlos Gardel en el centro, con un barco que lleva el nombre “Sebastián” en homenaje a su primer hijo argentino.

Esta obra retrata a un futbolista con la camiseta número 10 de la Selección Argentina, que alude a Diego Armando Maradona. También recuerda el turf y al canillita, el Cabildo, el Congreso y el Obelisco, las fábricas y usinas donde trabajó por primera vez en Barracas y en Avellaneda, con el sol y un barco que une ambas orillas. Su trabajo es la base que despertó su inspiración para pintar el mural que se exhibe en avenida Figueroa Alcorta y Tagle."Boca, una pasión" (1998), de Carlos Páez Vilaró. Foto: Martín Bonetto«Boca, una pasión» (1998), de Carlos Páez Vilaró. Foto: Martín Bonetto

En la sala hay pinturas que aluden la figura del gato y otra con un gigantesco sol, su nave insignia, su fuente de inspiración de los atardeceres en Casapueblo, que tanta energía irradian en sus obras.

Por último, está la serie de tres cuadros que Páez Vilaró pintó en 2013 y fueron exhibidos ese mismo año en el MAT, en Tigre, en homenaje al color blanco. Son los últimos tres que llegó a crear.

“A los 90 años quiso resumir en una tela los objetos que había pintado, como una etapa final en la madurez de su carrera que unía en modo desordenado y laberíntico personajes de ensueño, oníricos, teatrales, fábulas, cuentos, conversaciones en las que unía animales, personas, símbolos, estrellas, flechas, ojos, plantas, tortugas, gatos y mariposas, entre entras cosas”, explica Dezuliani.Florencio Páez Vilaró, hijo de Carlos. Foto: Martín BonettoFlorencio Páez Vilaró, hijo de Carlos. Foto: Martín Bonetto

La muestra se completa con una vitrina con objetos y cartas enviadas por Jorge Luis Borges, China Zorrilla y Astor Piazzolla, entre otras celebridades del espectáculo y la cultura rioplatense. Hay folletos de exposiciones y libros publicados por el artista uruguayo.

“Éste es un gran homenaje que le hacemos en el año del centenario a un hombre que celebró siempre la vida”, subraya la curadora.

De la inauguración de la muestra, que cuenta con el apoyo de la Embajada de Uruguay, participaron Agó, Sebastián y Florencio Páez (hijos del artista), el embajador de Uruguay, Carlos Enciso Christiansen, y el de Marruecos, Fares Yassir.Agó Páez Vilaró, en la muestra de su padre. GentilezaAgó Páez Vilaró, en la muestra de su padre. Gentileza

Ficha

100 años de un rioplatense. Homenaje al año centenario de Carlos Páez Vilaró

Dónde: Colección Amalita (Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat), Olga Cossettini 141, Puerto Madero.

Fuente: Clarín.com

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