El ex vicepresidente Amado Boudou se cruzó con Nicolás Ciccone , el dueño original de la imprenta que llevaba su nombre y que fabrica papel moneda, en el juicio oral contra el ex vicepresidente, que está acusado de haberse quedado con las acciones de la empresa como pago por haber solucionado sus problemas fiscales, que la llevaron a la quiebra.
Ciccone dijo que se reunió con Boudou dos veces por el traspaso accionario, pero el ex vicepresidente lo desmintió: dijo que el primer encuentro fue sólo un apretón de manos y del segundo aseguró que es un «cuento inventado».
El choque sacó chispas en la sala del juicio donde los dos están acusados de ser parte del mismo delito: Ciccone de pagar con las acciones «el favor» y Boudou de recibirlas como soborno.
Ambos son acusados y no tienen la obligación de decir la verdad. Pueden mentir para defenderse. Ayer accedieron a declarar sin contestar preguntas de los jueces ni del fiscal.
Al comienzo de su indagatoria, Ciccone afirmó que mantuvo dos reuniones con Boudouen busca de ayuda porque la AFIP había pedido la quiebra de su imprenta por deudas fiscales. Recordó que el primer encuentro fue en Telefé y había sido gestionado por Guillermo Renwick, yerno suyo. Boudou estaba dando una entrevista y al finalizar se reunieron en una salita donde estaba además José María Núñez Carmona , socio y amigo de Boudou. Dijo que se saludaron con Boudou con un apretón de manos y Ciccone contó lo que le pasaba. «Yo interpreté que me dijo que hablara con Núñez Carmona», declaró ayer Ciccone.
De más de 80 años, de traje, delgado y lúcido, dueño de una memoria prodigiosa para recordar datos, fechas y lugares, Ciccone dijo que estaba dispuesto a entregar hasta el 50% de las acciones de la empresa, pero ellos le dijeron que un fondo de inversión holandés podía controlar el 70% de las acciones. Ciccone contestó que no podía definir eso porque debía consultarlo con su hermano Héctor (hoy fallecido), dueño de la mitad de la firma. Afirmó además que le pareció abusiva la pretensión de Núñez Carmona y se la transmitió a su hermano, que pensaba que todo quedaría en la nada.
Ciccone agregó que creyó que detrás de ese supuesto grupo holandés había empresarios locales y mencionó al banquero Jorge Brito y a Christian Colombo, ex funcionario radical y próspero empresario.
De todos modos, su hermano le dijo: «Si querés, vos firmá». Y entregó su 35% de las acciones. Pero Héctor Ciccone puso otras condiciones: una mensualidad de 100.000 dólares.
Enseguida, Ciccone relató un nuevo encuentro con Boudou. «La presencia del señor ministro avalaba la solvencia de esta sociedad», dijo. Indicó que esa reunión se hizo en el I Fresh Market de Puerto Madero, cerca del Hotel Hilton. Dijo que habló su hermano, que Boudou participó poco y se fue y que la conversación fue con Núñez Carmona.
Ciccone declaró caminando sobre una fina cornisa. No puede bandearse para uno u otro lado, donde está el vacío. No puede decir que entregó acciones a Boudou porque confesaría el delito de ofrecer una coima. Por eso, ante las preguntas de su abogado fue enfático: «Jamás le ofrecí a [Boudou] ni acciones, ni dinero, ni sociedad, ni nada. No le hice ninguna promesa. Ni siquiera tuve oportunidad de entablar un diálogo. Fue mi hermano [muerto] quien habló con él. Nunca fui socio suyo, ni lo soy no lo seré», dijo casi exaltado.
El aire estaba filoso en la sala de audiencia del subsuelo de los tribunales de Comodoro Py 2002.
Boudou, ansioso, se removía en su asiento. Quería levantarse de la silla y pasar el estrado a desmentir a Ciccone. «¡Señor presidente!», le dijo al juez Pablo Bertuzzi para pedirle declarar. «Es indispensable que comience ahora a ejercer mi defensa», reclamó. Antes había dicho que prefería hacerlo más adelante, excepto que fuera necesario. Ayer lo era.
El juez le dijo que iban a hacer un breve cuarto intermedio de cinco minutos. Fueron eternos para Boudou. Al regreso, lo hicieron pasar al estrado. Primero los formalismos sobre su domicilio, alias -«Aimé», dijo-, medios de vida. «¿Tiene causas pendientes?», le preguntaron. «Varias», dijo sin ponerse colorado.
Y comenzó su enfática desmentida. «Quiero volver sobre las audiencias que el señor Ciccone dijo haber tenido con mi persona. No hubo ninguna reunión, ninguna audiencia. En un caso fue un saludo a la salida de un canal de TV donde había más de 40 personas dentro de ese estudio», recordó. Y destacó que Ciccone afirmó que «interpretó» que Boudou le dijo que debía hablar con Núñez Carmona. «Antes había declarado que yo le dije que hablara con Núñez Carmona, ahora dice que interpretó. Yo no le dije nada, le di la mano y me fui», se enojó Boudou. «Con este relato su testimonio se terminó de desdibujar», agregó.
Y luego se refirió a la segunda reunión en Puerto Madero. «Es un hecho más grave porque el señor Ciccone relata un hecho que existió y está probado por la propia familia Ciccone en la causa», dijo.
Relató que Graciela Ciccone, hija del hermano de Nicolás, aportó al expediente un papel, una especie de borrador de ese encuentro, donde dice que tuvo lugar otro día y en otro lugar. Afirma que fue el 1º de septiembre y no el 2 de septiembre [de 2010], pero en otra sucursal de I Fresh Market, a 850 metros de la primera. «Eligió este lugar porque es debajo de donde vivo yo», dijo Boudou. «No pude haber estado en dos lugares al mismo tiempo. Esto demuestra que fue todo un cuento armado», se quejó Boudou.
«Sentía mucha necesidad de hablar para defenderme, muchas gracias por haberme permitido decirlo», cerró un desahogado Boudou. Se paró y fue al encuentro de su abogado en la primera fila de escritorios frente a los jueces.
Ayer, los jueces rechazaron además el pedido de Boudou para anular el juicio oral y el intento de Vandenbroele de evitar que declare su ex esposa, Laura Muñoz, la primera que dijo que su ex marido era testaferro del entonces vice. También naufragó un planteo para que el tribunal llamara a declarar como testigo a la ex presidenta Cristina Kirchner.
Fuente: La Nación
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