Murray, el irritable que construyó su leyenda desde la paciencia

Andy Murray no volea como Roger Federer . No saca magistralmente, ni mucho menos tiene un drive que pueda equipararse con el del suizo. El escocés está muy lejos de enamorar al gran público como lo hace el elegante ganador de 17 Grand Slam en cada court del circuito. A veces es irritante; otras, insulso. Murray no ostenta la fiereza ni los latigazos de Rafael Nadal ; tampoco muestra el autocontrol mental con el que el mallorquín construyó un muro durante más de una década. No es tan osado, elástico ni dominante como Novak Djokovic . Mucho menos luce el -ensayado o no- carisma del serbio. Murray es distinto, muy distinto. Es, por momentos, tan calculador y frío que aburre a muchos. Estratégicamente es casi perfecto. El primer británico en alcanzar la cima del ranking desde su creación en 1973, construyó su leyenda desde la paciencia. Desde la tolerancia y desde el hambre de superación.

Siempre en un plano secundario durante el increíble dominio del Big Four, Murray superó cada obstáculo con entereza. Primero, cargó con el peso de tener que romper el maleficio de años y años sin títulos británicos en Wimbledon. Estuvo sometido durante mucho tiempo a esa asfixiante presión. Debió tolerar un sinfín de maliciosas encuestas en las que juzgaban si era «británico o escocés» dependiendo de sus buenos o malos resultados. Fue atacado por haber perdido cuatro finales de Grand Slam antes de ganar la primera, en el Abierto de los Estados Unidos 2012. Ese año lo marcó a fuego, porque además de conquistar su primer Slam, obtuvo la medalla de oro olímpica ante su público, en Londres, más precisamente en el All England. Al año siguiente, se convirtió en el primer británico en ganar Wimbledon desde 1936. Aprovechando los altibajos de Federer y Nadal, se consolidó como N° 2, lideró la conquista de la Copa Davis en 2015 (el Reino Unido no la ganaba desde hacía casi ocho décadas), se perfeccionó sobre polvo de ladrillo y esta temporada, como para terminar de revolucionar el tenis británico, protagonizó una historia memorable, ganando ocho títulos, entre ellos Wimbledon y el oro en Río, para alcanzar el N° 1.

«Los puntos de un número uno no se compran en un centro comercial. El tenis es uno de los deportes más justos del mundo (…) Ha encontrado una estabilidad dentro y fuera del court que lo hacen confiable», lo describió, según la agencia EFE, el español Alex Corretja, que trabajó durante dos etapas con el escocés. Desde la semana próxima, en la Copa de Maestros, en Londres, Murray tendrá la oportunidad de defender su posición de privilegio y cerrar la temporada arriba de todos. Claro que si no lo consigue y Nole recupera el número 1, Murray no se frustrará. Sabe, a los 29 años y sobre todo luego de haber alcanzado el liderazgo siete temporadas después de subir por primera vez al N° 2, que, tarde o temprano, tendrá la oportunidad de aferrarse a lo más alto. Paciencia y capacidad para intentarlo, le sobran.

Fuente: La Nación

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