Si Scioli le da la placa de reconocimiento a Riquelme, se me terminan los códigos y empiezo a hablar. Esta noche no hay placa, ni reconocimiento ni nada de eso… Que Scioli se olvide. A mí no me van a tomar de boludo”. Las palabras de Luis Segura traducían el enojo de Daniel Angelici y resonaban nerviosas a través del celular. El secretario de Deportes de la provincia de Buenos Aires, Alejandro Rodríguez, lo escuchaba atónito en el lobby del hotel Hermitage de Mar del Plata. Aunque actuase como tal, Segura no era un empleado de Angelici: en ese momento era, ni más ni menos, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino.
Ante la frágil negativa del funcionario provincial, arremetió:
“Mirá, Alejandro, Angelici no quiere saber nada con que esta noche la Provincia homenajee a Riquelme. Cuando se enteró, Daniel puso el grito en el cielo. Me pidió que le transmita este mensaje al gobernador y también está llamando a la gente de Torneos (y Competencias SA) para advertirles. Te pido que hagas lo posible para evitar tensiones”. Rodríguez ya había ordenado estampar la placa: “A Juan Román Riquelme, por su destacada trayectoria y por su colaboración al deporte”. Firmado: Daniel Scioli (gobernador) y Alejandro Rodríguez (secretario de Deportes).
Los chispazos tenían historia. Rodríguez y Angelici se habían cruzado en el verano de 2013. El funcionario sciolista había acusado directamente al presidente de Boca de darle entradas apócrifas a la barra brava. La reacción no tardó en llegar: Angelici lo desafió a “que presente en la Justicia las pruebas que tiene”. A los pocos días, Alberto Pérez, jefe de gabinete de Daniel Scioli, tuvo que intervenir para bajarle el tono a la discusión. La pelea se había instalado en la agenda mediática y comenzaba a dañar a todos por igual. Por pedido de Scioli, Pérez reunió a Angelici y a Rodríguez en el hotel Sheraton de Mar del Plata, donde pactaron una tregua.
Dos años después de aquel incidente, Rodríguez le traería nuevamente un dolor de cabeza a Angelici. Juan Román Riquelme, uno de los ídolos más importantes de Boca Juniors, acababa de retirarse del club que lo vio ganar todo. Esa sería su primera aparición en público, y el gobierno bonaerense había decidido agasajarlo. Esa noche, Riquelme, que ya había sido contactado por funcionarios provinciales, fue alertado de que el acto había sido boicoteado. De todos modos, decidió asistir al estadio José María Minella para ver a Boca. Pero evitó polemizar sobre el tema. Si bien sabía que al máximo dirigente xeneize le preocupaba (y mucho) la reacción de la gente al ver a su ídolo en el medio de la cancha recibiendo una plaqueta, no quería quedar pegado a una rencilla política de campaña entre Macri y Scioli, los candidatos más poderosos de cara a las elecciones presidenciales de 2015.
Por su parte, Angelici no iba a permitir que Scioli se sacara una foto con Riquelme en la previa de un partido de Boca Juniors en un verano preelectoral. La jugada era a dos bandas: no sólo se preservaba de herir la susceptibilidad de Macri, también procuraba evitar que Riquelme condicionara al público boquense, ávido de títulos deportivos y harto de los maltratos que, en recurrentes tramos de la relación, el Tano le propinó al astro xeneize.
El silencioso juego entre estrategas lo ganó, finalmente, Angelici. Sólo bastó un compendio mínimo de sus recursos a la hora de imponer su voluntad. Un par de llamados a tiempo, las palabras y los nombres justos evitaron la foto de tapa de las principales portadas deportivas al día siguiente.
En aquella agradable noche de verano del miércoles 28 de enero de 2015, Riquelme se quedó mascullando bronca mientras miraba el partido desde la platea. Acompañado por su hijo Agustín, apenas gritó el único gol con el que Boca le ganó 1 a 0 a Vélez y le permitió clasificar a la Copa Libertadores.
Fuente: Perfil.com (Ignacio Damiani Julián Maradeo)
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