J.D. Vance, el senador por Ohio escogido por Donald Trump para ser su vicepresidente si ganan las elecciones, celebró su gran noche este miércoles, madrugada de España, en la clausura de la tercera jornada de la Convención Republicana en Milwaukee (Wisconsin). Apareció por los pasillos del escenario principal el lunes, poco después de que se anunciara la designación. Y horas de nuevo junto al propio Trump, en su primera aparición pública tras el atentado. Pero ni una palabra. Todo se guardaba para el tradicional discurso y no defraudó, salvo a quienes esperaban una alocución salvaje y arrolladora como las de su líder.
El público había llegado caliente, azuzado por Don Jr. el hijo más locuaz y agresivo de Donald Trump. La audiencia estaba cautiva, entregada. Querían probablemente carnaza, bronca, pero recibieron ensalada. Vance, que habló unos 40 minutos, optó por un discurso muy plano, sin épica. Una intervención que quizás no entusiasmó, ni por el tono ni por el contenido, pero cargada de contenido político. Muchísimo más moderado que de costumbre, más parecido a ratos a un sindicalista antiglobalización que a uno de los líderes del Make America Great Again. Y no fue por casualidad ni por error.
La clave es su papel en la candidatura. La primera regla cuando uno está cerca de Trump es que no puede eclipsarlo, y Vance se ajustó a ello, dejando lo importante, el estilo y el contenido, en manos del jefe porque sólo puede haber un Donald. A él han asignado la tarea de apelar a los trabajadores, y eso hizo una y otra vez, criticando a Biden y sus políticas económicas, pero también a Wall Street y los millonarios, renegando del liberalismo y el neoliberalismo de los años de Bush. Con menciones directas a los obreros y los empleados de cuello azul de Michigan, Pensilvania y Winconsin, no por casualidad tampoco donde se celebra el evento republicano. Son tres estados que Biden ganó en 2020 y que si cambian de color decantarán la presidencia.
Vance, presentado por su mujer, habló de sus orígenes, de la pobreza y el orgullo, pero su hilo conductor fue su historia de superación, de la miseria al éxito. También un discurso nacionalista que culpa a los demócratas de decisiones tomadas por presidentes y congresos republicanos. Pero si el objetivo era rebajar el tono y no asustar a los indecisos más tibios, la estrategia salió bien. Entre el público había sorpresa, incomodidad a ratos cuando hablaba de su familia política venida de la india o se hablaba de los menús vegetarianos que prepara para su esposa. Pero para los estrategas del partido, y los analistas políticos, fue sin duda un éxito.
Los demócratas han pintado a un radical, un extremista, un «clon de Trump». Pero el público que encendió la televisión vio a un hombre relajado y sonriente, nada tenso, bromista y simpático. Enamorado de su mujer, respetuoso con la familia y las tradiciones. Confraternizando de forma muy natural, nada forzada, con el público. No vieron a un ogro, ni a la persona que se ha radicalizado en los últimos tres años, sino uno de los líderes del nuevo Partido Republicano, una formación cada vez más populista que reniega de los millonarios pero se los gana a docenas prometiendo bajarles los impuestos. Que critica a los «corruptos insiders de Washington» como si ellos no formaran parte del juego. Pero que tiene en figuras como el aspirante a vicepresidente a alguien que puede conectar muy fácilmente con los votantes que la campaña necesita. Sin gritar o insultar, sino se lo piden los que mandan.
POCA POLÍTICA EXTERIOR
Por eso mismo hubo muy poca política exterior, menos de lo esperado en una jornada dedicada específicamente a la materia. Vance habló escasamente del mundo, salvo de China. Media docena de veces la mencionó, pero sólo en referencias comerciales, por las exportaciones y por los trabajos que le cuestan a los americanos los acuerdos de libre intercambio. Toda una ironía, porque lo que contó anoche es literalmente lo que en el libro que le llevó a la fama, ‘Hillbilly, una elegía rural’ definía como «disonancia cognitiva» y «autoengaños que nos decimos», precisamente en referencia culpabilizar a Obama del cierre de minas o a los acuerdos con China de la pérdida de empleos.
Salvo eso, poco más. Una crítica feroz a la Guerra de Irak, sorprendente ante el mismo público que la azuzó 20 años antes con George H. Bush. Y un aviso muy claro a los navegantes europeos: «Haremos que nuestros aliados compartan la carga de asegurar la paz mundial: no más gorroneo para las naciones que traicionan la generosidad del contribuyente estadounidense», dijo. Ni una mención a Ucrania o Europa en cais tres cuartos de hora. Entró con la sintonía de la canción ‘America first’, y sólo habló de América.
Vance estuvo en Irak, como periodista empotrado dentro del Cuerpo de Marines, y salió con una visión mucho más crítica, cínica, reacia a la expansión militar. Cree que hay que derrotar a Irán y a Hamás, que hay que ayudar a Israel. Pero también que cortar la ayuda a Ucrania. «Francamente, me da igual lo que pase», dijo no hace mucho sobre el futuro de Kiev. Salió defraudado por el Ejército y el país que le mandó al frente, y esa cosmovisión se ha ido perfilando. Las primeras reacciones en Europa, y sobre todo Ucrania, han sido de enorme pesimismo, anticipando un equipo en la Casa Blanca, si ganan, tremendamente hostil.
La vida de Vance ha cambiado rápido y para siempre. El autor de unas memorias de éxito sobre la vida en un pueblo del decadente cinturón industrial del país, obra que le catapultó a la fama en 2016, llegó a la política hace muy poco, y su experiencia se limita a poco más de 18 meses en el Senado. Pero ya sabe qué supone el salto, que escruten cada una de tus palabras, discursos, tribunas, desde la época de la universidad hasta hoy. Vance, que antes de convertirse al catolicismo y de girar notablemente hacia la derecha criticó duramente a Trump, sabía que sus declaraciones («el Hitler de américa», «sólo un idiota le votaría», etc) le perseguirían. Pero quizás no estaba preparado para el ‘fuego amigo’.
Vance ha sido criticado por Joe Biden y Kamala Harris, que tendrá que debatir con él en unas semanas. Dicen que es un «clon» de Trump y que lo han puesto por débil de carácter. «Trump eligió a J.D. Vance como su compañero de candidatura porque Vance hará lo que Mike Pence no hizo el 6 de enero: doblegarse para facilitar la agenda extrema de Trump, incluso si eso significa infringir la ley y sin importar si hace daño al pueblo estadounidense», afirmó la presidenta de la campaña de Biden, Jen O’Malley Dillon, en un comunicado.
VÍCTIMA DEL FUEGO AMIGO
Pero los golpes más duros han venido de su Partido y del movimiento MAGA. El sector más duro de entre los antiabortistas están decepcionado, y se manifestaban a las puertas del reciento de Milwaukee repartiendo panfletos denunciando lo que consideran un abandono o una traición del Partido Republicano. A lo largo de su brevísima carrera, el senador de Ohio ha sido un opositor acérrimo del derecho al aborto, definiéndose como «100% pro vida». Lo ha convertido en una de las fuerzas motoras en su agenda y no ha puesto límites. Apoya que haya una prohibición federal del aborto, se ha opuesto a las excepciones por violación e incesto y cree que hay que proteger la vida «desde la fecha de la concepción». Pero ahora, la campaña la ha pedido, exigido, que eche el freno.
De su web han desaparecido referencias explicitas, porque Trump y su equipo no quieren ni mencionar la cuestión, porque aspiran a robar votos por el centro, entre los indecisos. Y el aborto es un tema tan divisivo que creen que los que ahora están decepcionados los votarán igual, pero necesitan pescar por el otro lado. «Hay que creer en excepciones razonables porque ahí es donde está el pueblo estadounidense. Y hay que dejar que cada estado tome esta decisión», dijo el lunes en la Fox, para enorme decepción del movimiento provida.
El segundo ataque, que ha superado ampliamente al otro, viene del lado más ultra del movimiento MAGA, de los Nick Fuentes o Jaden McNeil, supremacistas y nacionalistas blancos a alguno de los cuales Trump ha recibido en Mar-a-lago. «¿Realmente podemos esperar que el hombre que tiene una esposa india y llamó a su hijo Vivek apoye la identidad blanca?», lamentan en vídeos y mensajes en redes sociales. Usha Vance, la mujer del aspirante a vicepresidente, nació en EEUU, pero sus padres son de la india. El tertuliano conservador Stewe Peters escribió en su perfil de X algo mucho más concreto: «Hay un evidente golpe indio en Estados Unidos ante nuestros ojos», mientras compartía una captura de pantalla de un artículo sobre los tres hijos de los Vance.
UNA JORNADA MARCADA POR LA SEGURIDAD
Antes que Vance tomaron la palabra congresistas, ex militares y expertos de su primer equipo de seguridad nacional. Estaba su ex consejera Kelly Anna Conway. Estuvo, muy aplaudido, New Gringrich, el ex speaker que hizo la vida imposible a Bill Clinton durante el caso Lewinsky. Matt Gaez, la joven promesa ultra de Florida, todavía más aplaudido. O el más moderado gobernador de Dakota del Norte, el favorito de Wall Street y Rupert Murdoch y que estuvo en la terna final para vicepresidente.
El eslogan de la tercera tarde de Convención era «Make America Strong Again», una variante del clásico Maga que pide hacer «América grande de nuevo». El lunes fue un país más rico y próspero. El segundo, uno más seguro, centrando en inmigración y crimen. Y hoy, el día de las relaciones internacionales, uno de los temas en los que los Republicanos están tradicionalmente más divididos. Todos coinciden en rechazar y restringir la inmigración, en bajar los impuestos, en una visión conservadora de la sociedad. Pero en política exterior el país siempre ha tenido diferentes escuelas, desde el aislacionismo al intervencionismo, siempre de la mano de un Ejército grande y poderoso.
El primer asesor de Seguridad Nacional de Trump fue John Bolton, uno de los ‘guerreros de la Guerra Fría’ y de la época de los neoconservadores, un halcón en Irán, por ejemplo. Ahora, el partido parece virar hacia posiciones más aislacionistas de nuevo. Y las posiciones de Vance, el único que tiene experiencia militar en estas elecciones, porque ni Trump, ni Biden ni Kamala Harris han vestido el uniforme, son más que relevantes al respecto.
EL REGRESO DEL CONVICTO NAVARRO
La tercera jornada de la Cumbre estuvo marcada sin embargo por una aparición inesperada, la de Pete Navarro, ex asesor en materia comercial de Trump, y condenado a varios meses de prisión esta primavera, después de que se negara (al igual que el gurú mediático Steve Bannon, ahora mismo también entre rejas) a comparecer ante el Congreso en una investigación sobre el asalto al Capitolio.
Fuente: El Mundo
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