¿Qué tan peligroso puede ser comprar un par de anteojos de sol?

Tratándose de nuestra vista, uno podría razonablemente esperar que la compra de anteojos de sol fuera algo seguro, sin matices, libre de toda duda, apto para todo público. Es exactamente al revés.

El martes fui a una óptica en un conocido centro comercial; ya había comprado otras gafas antes ahí, con receta, y me habían ofrecido toda la documentación de rigor. Ahora bien, con los años dejé de necesitar lentes para ver de lejos, así que ahora solo necesitaba unos simples anteojos de sol. Nada es simple en esta vida, anoten, y este párrafo contiene un número de complicaciones. Comprar anteojos de sol puede parecer un trámite menor. Es algo que filtra la luz, y ya. ¿O no?

No tan rápido. La realidad es complicada, así que no la compliquemos más con simplificaciones. Hay que filtrar la luz visible, claro, para que el sol no moleste. ¿Y qué hará la pupila cuando el ojo reciba menos luz? Se dilatará. ¿Qué ocurriría si esos anteojos de sol no bloquearan correctamente la luz ultravioleta? Exacto, te vas a llevar un bonito bronceado de retina. Antes de que lo pregunten, no, no es una buena idea.

¿O sea que unos anteojos de sol sin buen filtro UV pueden ser más dañinos para la vista que no usar anteojos de sol en absoluto? Exactamente; me lo dijo esta semana uno de los varios expertos con los que hablé.

Con mis anteojos recetados, los cristales me llegaban con un filtro UV certificado; me costaban una fortuna, pero bueno, la alternativa era bastante peor, a largo plazo. Ahora, sin embargo, al recurrir a una óptica y preguntar cuál era el tipo y grado de bloqueo UV de los anteojos de sol que estaba por comprar (de unos 17.000 pesos; anoto el valor por un motivo, que enseguida se develará), los tres jóvenes empleados me miraron como si estuviera consultando sobre estados cuánticos. Solo una de las empleadas se tomó el trabajo de mirar el folleto adjunto del modelo que había elegido, pero no supo encontrar la información correspondiente; tampoco en el armazón ni en la caja. La situación empezó a parecerme estratosférica en ese momento. Se trata del bloqueo de la luz ultravioleta que ingresa en los ojos, no del talle de unos jeans. Nos cubrimos con protector solar para estar una hora en la pileta, pero en este comercio no sabían informarme otra cosa que (y cito) “por ley todos los anteojos de sol que vendemos tienen que tener bloqueo UV”. Sí, en este periplo me enteraría que había algo así (con matices), pero seguían sin poder decirme el grado y tipo de bloqueo de esas gafas. No, no todos los filtros UV son iguales. Así que decidí que era mejor seguir soportando el solazo de enero que comprar algo tan sensible para mi salud sin la información suficiente. Incluso cuando, como supuse en el momento y confirmaría más tarde, esos anteojos posiblemente fueran adecuados. Pero ya me conocen. Me gusta saber.

Mientras seguía caminando por el centro comercial, consulté en varios locales de ropa si conocían otra óptica en la zona. “Acá, no”, me respondieron. Cuando subí a mi auto, resignado, se me ocurrió buscar óptica en Google Maps. Y, como pueden imaginarse, sí había otra, solo que un poco más escondida, aunque a una cuadra de donde había estacionado. Pulsé Llamar en Maps. Me atendió una chica que no entendió nada a partir de UV 400 en adelante, pero me pidió que esperara y me pasó con Yanina. Antes de seguir perdiendo el tiempo (ya estaba bastante enojado con todo el asunto), le pregunté si era óptica. Me respondió que sí. Entonces le dije:

–Voy para allá, Yanina.

Esta profesional no solo me explicó todas las opciones y hasta midió con un aparato el grado de bloqueo del par de anteojos que decidí comprar (21.000 pesos). También me comentó algo que no había tomado en consideración, pero que les ruego que anoten: si los chicos van a ponerse anteojos de sol, en la pileta o en la playa, con más razón hay que asegurarse de que tengan el bloqueo UV adecuado. El daño causado por la radiación ultravioleta es acumulativo, no olviden eso.

¿Y entonces, dónde comprar?

Por esas coincidencias raras de la vida, mi amigo Sergio Mohadeb (mejor conocido como Derecho en Zapatillas) había organizado un Space en Twitter sobre el tema gafas de sol, del que participó Darío Bártoli, que es consultor médico del laboratorio Essilor Argentina. Hablé con Bártoli al día siguiente, y después de conversar sobre un montón de tecnicismos, me dio la primera buena noticia de la jornada: “Se pueden comprar con confianza anteojos de sol en una buena óptica, en una óptica habilitada”, me dijo. Tal vez por eso, los anteojos no tienen un sello en rojo así de grande, como a mí me gustaría, con una leyenda que diga UV400 en tipografía cuerpo 70. (Hay más sobre esto; tengan paciencia.)

El mismo día hablé también con Walter Bakir, gerente de desarrollo de negocios y relaciones profesionales de Zeiss Cono Sur, que me explicó la diferencia entre esos números que van de 0 a 4 (y que suelen ser los que más mencionan en las ópticas) y el bloqueo UV. De 0 a 4 significa cuánto filtran la luz visible, grosso modo. Para sol fuerte (playa, pileta y así), tiene que ser 3. El 4 se reserva para alta montaña y ese tipo de situaciones extremas, y son tan oscuros que no resultan aptos para conducir. El valor UV400, que es el que los anteojos de sol deben tener para proteger bien la retina, se refiere a la longitud de onda de la luz ultravioleta. Durante bastante tiempo se tomó como seguro bloquear hasta 380 nanómetros (nm), pero ahora se sabe que en el orden de los 400 nm está el 40% de la radiación UV que reciben los ojos, y que además es más agresiva.

Sergio me comentó que en 2019 la Anmat había emitido una disposición (la 562/19) para regular el mercado de los anteojos de sol. Buen dato, ¿pero ya había entrado en vigencia? Llamé a la Anmat, donde me atendieron muy cortésmente y me pidieron que mandara la consulta por mail, cosa que hice de inmediato, el mismo miércoles. Al cierre de esta edición, es decir ayer a la tarde, todavía no habían respondido. Cuando lo hagan, añadiré la actualización aquí.

En todas estas charlas aparecieron además un número de interrogantes (como suele ocurrir; nada es simple, insisto). Por ejemplo, hay regulaciones (disposiciones, leyes o como se llamen, no entré en esos detalles) locales, además de lo que imponga la Anmat. En algunas jurisdicciones hay colegios de ópticos; en otras, no. ¿Quién fiscaliza y calibra las máquinas para medir el bloqueo UV de las gafas? No llegué a eso, pero es un tema. Le pregunté a Bakir si había alguna forma de medir en casa la eficiencia del filtro UV de los anteojos. Me dijo que no (lógico). ¿Entonces –pregunto–, a la larga, tenés que confiar en un sticker pegado en un producto? Exacto. Y no es el único caso. Lo mismo pasa con los medicamentos y los alimentos, que es donde entra la Anmat, y el trabajo que hacen es tan fundamental como loable.

Espero con los días poder responder al menos algunas de estas preguntas, pero hay todo un mar de fondo en este asunto. ¿Quieren más? Las peores horas para la vista son precisamente las que nos aconsejan para tomar sol, porque el astro ya no está en el cenit, y entonces la luz incide más directamente en la retina, según me explicó una de las fuentes que consulté. ¿Más? El artículo 19 de la disposición 562/19 de la Anmat establece que debe ser comunicada a doce organizaciones: Dirección General de Aduanas, CACm, CADIE, CADIEM, CADIME, CAEHFA, CAEME, CAPRODI, UAPE, CADEO, CAPDEV y CADIOA. Que los anteojos de sol te queden lindos no quita el hecho de que en su seguridad sanitaria hay al menos doce organizaciones involucradas.

¿Pero entonces tenemos un problema?

En 2019, según la Cámara Argentina de Industrias Ópticas y Afines (Cadioa, una de de las mencionadas en el párrafo anterior), cada verano se comercializaban dos millones de anteojos. ¿Y saben qué descubrió Cadioa? Que uno de cada cinco no cumplían con las normas. Así que no es para tirar todas nuestras gafas a la basura ni para entrar en pánico. Pero sí hay que dejar de usar lentes de sol cuyo bloqueo UV no esté garantizado o no conozcamos. O sea, tomar consciencia de que si nos cubrimos con protector solar para evitar el cáncer de piel, lo mismo tenemos que hacer con la retina. Y, de ahora en más, comprar buenas marcas en ópticas serias. Aunque cuesten un poco más. No es una promoción de verano, créanme. Me han dicho que los anteojos de ciertas marcas son falsificados con tanto esmero que ni el ojo experto puede distinguir los originales de las copias, así que lo mejor es confiar en la documentación, el código QR y otros certificados exhibidos en el comercio.

Lo otro que le toca a la industria es que en el punto de venta haya al menos una persona que entienda estas preguntas elementales. Cierto: lo que cuento aquí ocurrió en verano, en medio de una pandemia y tal vez fue simplemente un mal día para un comercio que en otras oportunidades había contado con personal más preparado; prefiero no generalizar, pero ocurrió, y ocurrió en el mes en el que se venden más gafas de sol. Sin un óptico que nos atienda, podemos tener toda la información teórica, pero no podremos elegir con entera certeza. Como dice Bartoli, en una óptica habilitada podemos comprar con confianza. Pero el comprar bien informado también es un derecho.

Además, las marcas no siempre son claras al momento de etiquetar el bloqueo UV; calculo que dan por sentado que sus productos se venden en minoristas oficiales y que por lo tanto el cliente sabe que puede confiar. Pero la razón por la que no siempre son claras es que no hay ninguna regulación que les imponga un etiquetado UV bien visible, me dice una de mis fuentes. En efecto, la disposición de la Anmat que mencioné antes habla de “cumplimiento de protección UV” y en el Anexo 1 hay un formulario que el fabricante o el importador deben llenar para poder vender gafas de sol en la Argentina. Uno de cuyos campos es “Filtro UV”. El campo más interesante, sin embargo, es el que exige ensayos que validen el grado de bloqueo UV declarado, lo que presupone que el campo “Filtro UV” no puede completarse con un simple “Sí o No”, sino con un grado. Pero la norma no habla de longitudes de onda ni mucho menos de que el consumidor debe encontrarse con un etiquetado claro que permita de un vistazo entender que esos anteojos protegerán su confort y también sus retinas. Tal vez, no llegué a averiguarlo, estos detalles no caen dentro de su jurisdicción.

En todo caso, la radiación UV causa problemas de salud; la luz visible solo causa incomodidad. En mi opinión, esto de elegir anteojos de sol debería ser tan lineal, claro, elocuente y apto para todo público como comprar un remedio de venta libre; debería haber también opciones seguras y accesibles, aunque no tuve la oportunidad de investigar seriamente sobre precios en esta ocasión. Los ojos son asunto serio, el daño de la radiación UV es acumulativo y las consecuencias se van a advertir muchos años después de haber comprado anteojos con un mal asesoramiento o un etiquetado confuso. Para entonces, ya será tarde.

Ariel Torres

Fuente: La Nación

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