Estas son algunas de las cosas que creo que van a ocurrir con la inteligencia artificial (IA; generativa o no, depende de cada caso) en los próximos años. No tengo la máquina del tiempo ni la proverbial bola de cristal, y saben que me rehúso disciplinadamente a ensayar pronósticos. No me gusta hacer el ridículo, mucho menos a largo plazo y en cómodas cuotas. Pero como ya vi nacer muchas de las que todavía se llaman nuevas tecnologías (y en varios casos distan de serlo), tengo respecto de la IA algunas sensaciones muy precisas sobre cómo va a seguir la película; creo asimismo que hay un montón de personajes de la dirigencia y no pocos gurús a los que se les va a atragantar el desayuno con las siguientes líneas. Mala suerte. Es mi trabajo.
La IA no acaba de nacer, pero dio un paso gigantesco al conseguir replicar el lenguaje humano. Con esto, compañías como Nvidia e Intel encontraron otra mina de oro, los chips dedicados a la IA. Por supuesto, las inversiones en startups del rubro se dispararon. Y con esto, sus aplicaciones en prácticamente toda actividad humana. ¿Les suena? Exacto, es la misma dinámica que vimos cuando se masificaron el libro, el cómputo, internet y otras tecnologías relacionadas.
Traducido: la etapa industrial de la IA acaba de nacer. Importa muy poco que los resultados de GPT o Stable Diffusion todavía sean torpes. Esto recién empieza. En diez años vamos a tener una IA de una potencia que hoy no podemos siquiera imaginar. Ni hablar en un cuarto de siglo. La PC e Internet, que cambiaron por completo el mundo en el que vivimos (y eso que empezaron con más humildad, bastante menos bombo y rodeadas de mucho más escepticismo), tienen poco más de 40 años. Así que hay que prepararse para cambios que no podemos anticipar.
Para empezar, y como lo anticipé a principio de año, vamos a tener IA hasta en la sopa. Pero no porque sea una moda ni nada parecido, sino porque como ocurrió con la PC (que calificaron de moda), Internet (que también calificaron de moda) y la movilidad (nadie daba un peso por un teléfono fabricado por Apple, en 2007), cuando una tecnología disruptiva asociada al lenguaje alcanza su etapa industrial, empieza a funcionar como una enzima.
La pregunta es cómo funciona una enzima, claro.
Dadme un punto de apoyo, por favor
Imaginen que están en el medio del desierto y les dan una hoja de papel, un lápiz y les piden que redacten un breve texto. Bueno, resulta casi imposible. No hay dónde apoyar la hoja de papel (una versión divertida de esto se ve en la primera Men in Black). Ahora les dan una tablita de madera. Listo. Pueden escribir sin problema. La tablita es una enzima.
Hace mucho, pero mucho tiempo ocurrió con la rueda. No es que no podamos hacer nada sin la rueda. La humanidad funcionó sin la rueda hasta hace unos 7000 años. O sea que durante los casi 350.000 años anteriores subsistió sin ese invento que hoy suponemos fundamental, pero seguimos sin comprender bien. La rueda es una enzima. Facilita procesos. Puesto que facilita procesos hay un primer dato que debemos anotar y asumir, aunque duela: no es posible anticipar en qué vamos a usar la rueda. En un carro tirado de caballos en el siglo II antes de Cristo o en una centrífuga en un laboratorio bioquímico en el siglo XXI. Simplemente, no podemos saber. Porque se la puede usar incluso para procesos que todavía no inventamos.

La imprenta cumplió el mismo rol. La PC, Internet y la movilidad, otro tanto. Hoy pagás con el celular. Usando un mecanismo nacido con la PC. Y por medio de Internet. Todas esas tecnologías son producidas por gente que estudió con libros (de papel, sí) y que va a sus empleos en un transporte que usa ruedas. Se duchan a la mañana gracias a que en alguna parte hay bombas que emplean alguna forma de dispositivo giratorio basado en el concepto rueda. Etcétera. Las tecnologías humanas son sistémicas. Por eso los que anunciaron la muerte de la radio, del teatro, del cine, de la tele, de la terminal basada en caracteres (y sigue la lista) se equivocaron.
La IA está en la misma situación, desde que fue capaz de producir lenguaje. No porque pueda producir lenguaje (del mismo modo que la rueda no nos es útil porque pueda llevar a un emperador en un carro de oro), sino porque el lenguaje está detrás de casi todas nuestras capacidades intelectuales. Ahora, en su etapa industrial, la IA es un catalizador. Facilita procesos. ¿Cuáles? No podemos anticiparlo. Esa incertidumbre puede resultar incómoda, pero es la historia de la tecnología.
El fin del trabajo
Un dato es seguro, sin embargo; al menos en el mediano plazo. La IA no va a reemplazar a los seres humanos ahí donde lo que importa es la consciencia humana. Habrá intentos delirantes, siempre los hubo, de poner una tecnología a hacer cosas que esa tecnología es incapaz de hacer. ¿Hay una fiebre del oro de la inteligencia artificial? Sin duda, sí. Pasó con la burbuja puntocom. Va a volver a pasar. Pero del mismo modo que la calculadora no merma las destrezas de un gran matemático (por el contrario, las potencian), desde los psicólogos y músicos hasta los autores de ficción y diseñadores pueden calmarse un poco. En el mediano plazo y hasta que la densidad de componentes (eso es Ley de Moore) no se multiplique varios órdenes de magnitud, la posibilidad de que la máquina entienda lo que está generando, incluso si lo que genera es buenísimo, está todavía bastante lejos. Llegado el caso, todavía más lejos en el futuro, con tecnologías de cómputo que hoy todavía son exóticas o que no han sido inventadas, veremos qué pasa con la IA. Es un tema interesante para la ciencia ficción. Ahora tenemos asuntos más urgentes.

La IA no va a reemplazar los empleos humanos que requieren consciencia, creatividad y empatía. Pero ya se está quedando, y muy rápido, con los trabajos de oficina que teníamos por más o menos seguros. El estudio que muestra esta tendencia es de agosto y los que me siguen saben que vengo advirtiendo sobre esta tormenta socio-económica (que, entre otras cosas, despedaza lo poco que quedaba de la dicotomía izquierda/derecha) desde hace al menos una década. Ahora ya está aquí.
El inefable Elon Musk le dijo hace poco al primer ministro inglés, Rishi Sunak, en una entrevista que fue, como mínimo, tragicómica, que la IA iba a terminar con el trabajo humano por completo. No dijo cuándo. ¿Habla de este siglo o habla de Star Trek? Y ese es todo un problema con cualquier anticipo. El sol va a convertirse en una gigante roja cuando agote su combustible y va a devorarse el planeta Tierra. OK, ¿pero cuándo? ¿Este siglo? No, dentro de 5000 millones de años. Bueno, muchachos, entonces podemos llegar a Navidad tranquilos. El cuándo es sumamente importante, si vas a hacer pronósticos hablando con un primer ministro; sobre todo porque el tiempo es clave para planificar políticas.

Además, no parece haber hoy una sola definición de qué es el trabajo. ¿Musk se refiere al empleo? ¿Se refiere a ocupación, destrezas, capacidades?
Miren objetivamente lo que puede hacer una rueda y luego decidan si hay o no una diferencia entre viajar y andar en calesita. No son lo mismo. Y ambas se basan en la rueda. Con la IA y el trabajo pasa lo mismo, con una perversa vuelta de tuerca a la que llegaré sobre el final de esta columna.
Todos tus demonios
Ecológicamente, la IA es un desastre; se calcula que va a consumir la misma cantidad de electricidad que Países Bajos. Cierto. También consume millones de litros de agua, que se usa para refrigerar los data centers. Mil por ciento cierto.
Pero la IA también es capaz de producir modelos de predicción climática más potentes que lo que se consideraba insuperable hasta ahora, en este caso de la mano de Google; puede detectar la desaparición de hielos continentales y icebergs 10.000 veces más rápido que las personas, y ensaya materiales o técnicas para reducir nuestro consumo energético en el corto plazo y en tantos niveles que sería imposible citar una sola fuente; está ocurriendo en cientos de laboratorios ahora mismo.
Así que cuidado con demonizar tecnologías. Lo hicieron con el libro de Gutenberg, con la Revolución Industrial, con las computadoras personales y con Internet. Y hoy nos veríamos en figurillas para alimentar a 8000 millones de seres humanos sin todas estas tecnologías. Con todo, y como nota al pie, pero no por eso menos importante; el costo humano de entrenar la IA ha sido hasta ahora horrible.
Una cosa más: la clase dirigente no debería perder el tiempo intentando regular la IA. Este asunto es muy largo y lo dejaré para una columna aparte, porque tampoco es que no hay que regular. Pero ya pasó con todas las otras tecnologías de este tipo: se perdió tiempo, dinero de los contribuyentes y oportunidades extraordinarias para nada. Reitero, es un asunto muy complejo para el que se van a necesitar ideas muy creativas, pero cuando demonizamos y luego regulamos, el resultado es siempre, invariablemente, malo. Malo e inútil. Piénsenlo bien, es todo lo que puedo decir para no hacer este texto demasiado largo.
Endogamia
Último asunto: la IA está generando mucho contenido en Internet, y va a hacerlo todavía más. Ahora bien, para entrenar un modelo de IA generativo hace falta un corpus de texto, imágenes, video y música creado por humanos. Si acaso es cierto que los que creamos contenido podemos dar un paso al costado y dejarle ese trabajo también a la inteligencia artificial, surge una pregunta inevitable: ¿seguirá siendo útil una IA alimentada por contenidos generados por la IA?

Ups. Parece que tocamos no solo un techo teórico (¿qué es entrenar un modelo de IA generativa?) sino que además nos venimos a dar cuenta de que las aspiraciones de la industria del entretenimiento (entre otras) y los anticipos de los pronosticadores de turno conducen a una endogamia catastrófica. Si Dall-E hace algo parecido a un árbol cuando le pedimos que dibuje un árbol, y luego alimentamos otro modelo con árboles generados por IA, lo que da árboles sintéticos de segunda generación, y a su vez usamos estos para alimentar nuevos modelos, etcétera, llega un punto en que el resultado será cualquier cosa menos un árbol.
Esa degradación implica que los humanos somos indispensables para que algo así como la IA generativa pueda tener sentido. Lo que es probablemente también cierto es que nuestros contenidos deberán ser cada vez más refinados; y por desgracia no parece que estemos yendo en esa dirección.
Fuente: La Nación
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